Jorge Drexler: «Me salieron muchos 'haters' por colaborar con C. Tangana, incluso en mi círculo íntimo»

El músico uruguayo lanza este viernes su primer disco en cinco años, 'Tinta y Tiempo'

Jorge Drexler Anton Goiri

Nacho Serrano

'Tinta y tiempo' es todo lo que Jorge Drexler necesitaba para volver a componer un nuevo álbum, el primero que lanza en cinco años desde el formidable 'Salvavidas de hielo'. Y sí, es otro discazo como la copa de un pino.

El disco arranca con 'Plan maestro', un espectacular pop orquestal al estilo sesentero que yo votaría como canción del año.

Me alegra mucho que lo digas, yo también estoy muy contento con ella y de hecho fue la que cambió el rumbo de todo. Fue la primera que escribí, en colaboración con una prima mía que es astrofísica. Con ella compuse también la última canción de 'Salvavidas de hielo'. A finales de 2019 la llamé y le dije: 'dime algo que me sorprenda, una de esas reflexiones filosófico-científicas de esas que te gustan tanto'. Me dijo que estaba dándole vueltas a la idea de que el amor es también un invento. Hace 3.600 millones de años, en el Mesoproterozoico, dos células que se dividían de manera individual, toman una decisión rarísima, que es mezclarse para dar lugar a otro individuo que combina el material genético de los dos. Fue una cosa completamente descabellada, y que resultó ser un éxito desde el punto de vista evolutivo. A partir de eso estalló la vida, un fenómeno que en la canción he tratado de representar con la entrada de la orquesta. Me gustó la idea de representar una especie de 'All you need is love' pero desde el punto de vista de la estrategia biológica.

La evolución de las especies es un tema recurrente en su obra.

Sí. Los puentes entre la visión artística y la científica empezaron a manifestarse en mi carrera después de darme cuenta de que todo lo que estudié en mi carrera de Medicina, no fue un tiempo perdido. Creo que tender puentes entre disciplinas, entre pensamientos, entre todas las cosas de la vida, conectar en definitiva, ha sido una de las tareas vitales para las que vine a este mundo. Establecer puentes es un denominador común en todo lo que hago. Creo que esto sucede por venir de una familia en la que había dos religiones, dos visiones del mundo, y a pesar de eso había mucha conexión.

La canción con C. Tangana, 'Tocarte', podría estar perfectamente en 'el Madrileño'.

Sí, Pucho fue muy generoso al dejármela a mí. El día anterior tocaba componer para él y salió 'Nominao', pero ese día me tocaba a mí, y ha sido un hombre de palabra. En algún momento pensé 'la va a agarrar para su disco, ya verás', pero al final ha sido para mí. Es la canción más pandémica del álbum, porque el día que la hice, una de las cuatro personas que estábamos grabando (también estaban mi hijo Pablo y un técnico que trabaja con Pucho) venía de ver a su novia en una estación de tren, después de estar tres meses sin verse. No se pudieron tocar porque uno de los dos tenía un familiar muy delicado de salud, y la escena me pareció tan potente que les propuse componer sobre ello.

Intuyo que al decir 'una de las cuatro personas', se refiere a Pucho pero prefiere no decirlo.

Lo dejaré en el misterio, ¡jaja!

La mayoría de los fans de Jorge Drexler defenderán la libertad creativa ante todo, pero... ¿le salieron 'haters' por colaborar con C. Tangana?

Sí, muchos. Bueno... muchos... la gente me presta tanta atención, ni para bien ni para mal. Pero sí hubo bastantes personas, incluso en mi círculo íntimo, que me preguntaban qué le veía a Pucho, y me decían que no entendían nada. Eso fue antes de que saliera 'El Madrileño', claro... después hubo unanimidad total. Todo el mundo, de todas las generaciones, apreció ese disco. Ahí ya todo el mundo decía '¡ah! ¡tenías razón!'. Pucho es un tipo enormemente talentoso, con una ambición muy grande, muy generoso, muy trabajador, muy disciplinado, mucho más que yo. Tiene muchas ganas de escribir lo mejor que pueda escribir, y de dejar una huella en el repertorio de canciones de sobremesa, lo cual me parece un objetivo muy elevado. Lo primero que pensó la gente acerca de nuestra colaboración fue que era una maniobra de marketing, pero yo te digo con toda la honestidad del mundo que no fue así. Y te lo digo casi con pesar, porque ya me gustaría a mí que hubiera alguien que me dijera lo que tengo que hacer, porque a veces estoy muy perdido.

Es como en la canción '¡Oh, algoritmo!', donde dice «dime lo que debo cantar».

Exacto. Pero esas cosas no suceden, al menos en mi equipo de trabajo. Las decisiones las tomo yo, incluidas las erróneas. Me interesa el marketing, pero no es una disciplina que controle.

'¡Oh, algoritmo!' puede parecer una sátira de la deshumanización de la creatividad, pero en realidad encierra autocrítica, autoparodia.

Es fascinante el poder de las palabras. Tú dices 'cantautor', y la palabra ya viene rodeada de significados estilísticos y estéticos. La palabra algoritmo tiene tantas connotaciones... Y la exclamación en el título es admirativa. Lo que relata la canción son las dudas de un ser humano, hasta el punto de querer que haya algo externo que tome las decisiones por uno, algo que nos solucione los problemas. Es el relato de la renuncia al libre albedrío con tal de que alguien nos indique el camino cuando estemos perdidos. Me parece más interesante ver el fenómeno desde la autocrítica, porque el miedo a la libertad nos hace renunciar al libre albedrío. Es muy fácil decir 'el algoritmo es malo', pero el algoritmo es humano, lo inventamos nosotros. Puede usarse para cosas buenas, y cosas horribles, como un piolet. Con él puedes escalar el Everest, pero también matar a Trotski.

Curioso paralelismo, el del algoritmo y el autoritarismo.

Es igual que el algoritmo: todos tenemos en algún momento la flaqueza de renunciar a nuestra libertad en pos de una solución clara y contundente. A veces nos agarramos a La Biblia, a un dogma, o a una figura de un líder fuerte. Una parte importante de la población mundial está muy asustada, y lo cierto es que su miedo es real. Ahora bien, qué hacer con ese miedo es lo realmente importante. Si te entregas a un líder obsesionado por dar una imagen masculina, fuerte y todopoderosa, vas por mal camino. Y eso está pasando ahora mismo, no sólo en Rusia. Un amigo mío me dijo una vez que nunca hay que subestimar el poder del autoritarismo, y tenía mucha razón.

En 'El día que estrenaste el mundo' habla también de esa relación de amor-odio que tenemos con la tecnología, poniendo el ejemplo de las fotos que hacemos constantemente con los móviles. Puede llegar a ser aberrante, pero de pronto buceas en el ordenador y das con una foto maravillosa que hiciste con el móvil, y le das las gracias a la tecnología.

Lo más bonito y atractivo del ser humano es que es contradictorio. Esa apreciación que has visto tú, no todo el mundo la ve. Hay gente que no tiene contradicciones, como Putin, y que acaba cometiendo barbaridades como la invasión de Ucrania, por esa falta de dudas, de contradicciones. Lo único bueno que podemos sacar de esta guerra es que el mundo se ha partido en dos bandos, el autoritario y el democrático. Es bueno que queden las cosas claras. Bolsonaro, Salvini, Le Pen, Trump... se han quitado la máscara.

¿Qué piensa de la censura y cancelación de artistas rusos por no condenar a Putin?

Lo veo horrible. Es darle la razón a Putin cuando dice 'Rusia soy yo'. Si castigas a toda Rusia le das la razón. Estamos en el momento de decir precisamente lo contrario, que Putin no es Rusia ni Rusia es Putin. Dostoievski no tiene nada que ver con Putin, igual que Wagner tampoco tiene nada que ver con Hitler. En ese sentido estoy con Barenboim, por haber hecho un concierto en Israel con música de Wagner. Esa música fue utilizada de una forma concreta, pero su compositor no tomó partido en ningún momento. Censurar a todo un colectivo por las decisiones de un político, es tan discriminatorio como castigar a todo un colectivo porque uno de sus miembros ha cometido un delito. Ahora Putin tiene el discurso de 'todo el mundo nos odia, ¿veis como tenía razón al tomar el mundo por asalto?'. Hay que tener cuidado, porque una cosa es ensañarse con la cultura rusa, y otra las medidas de bloqueo económico, que sí son importantes. Rusia es un país maravilloso y complejísimo, y esto no tiene ningún sentido. Tengo amigos rusos que lo están pasando fatal porque llevan años advirtiendo de que Putin es un peligro. Estos días ando preguntándome qué le vimos a ese señor, para no darnos cuenta de lo que estaba haciendo delante de nuestras narices durante tanto tiempo.

Cuando veíamos la luz al final del túnel de la pandemia, de pronto llega un encarecimiento brutal de la vida, una guerra... ¿cómo percibe el estado anímico y psicológico de la gente?

Es muy desconcertante. Yo pensaba que una pandemia iba a poner el valor de la vida por delante de todo, pero al salir de ella nos volvemos a meter en una guerra. La única conclusión que puedo sacar es que los experimentos que se hacían con ratas, todas metidas en una caja y sometidas a diferentes grados de estrés, llevaban a las ratas a matarse entre ellas en lugar de a colaborar para eliminar la fuente de estrés... y parece que es lo que nos está pasando a nosotros. La pandemia ha generado aislamiento, delirios, miedo, y el miedo nos hace reaccionar de forma irracional, entregándonos a valores absolutos, patrióticos, y me da mucha pena ese retroceso.

Su hijo debutó hace pocas semanas en el mundo de la música. ¿Es de dar consejos, o no?

No creo mucho en los consejos, ni para darlos ni para recibirlos. La experiencia personal es imprescindible, y los atajos no existen. Hay que darse cabezazos en la pared, cometer errores, los aciertos tienen que ser propios. Con la carrera musical de mi hijo yo soy simplemente un testigo admirado. Mi admiración va más allá de mi juicio como padre. Ahora le veo trabajar con C. Tangana, participar en dos canciones de mi disco, y lo que veo es que no necesita mis consejos. Más bien los necesitaría yo.

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