The Jesus And Mary Chain: la noche perfecta del pop sucio
Los escoceses no defendían canciones nuevas desde que, en 1999, cerraron su último concierto en Los Ángeles, antes de separarse, con los hermanos Jim y William Reid tratando de matarse sobre el escenario a los 15 minutos de haber empezado
En la gigantesca cola formada minutos antes del concierto de The Jesus And Mary Chain en la sala de La Riviera había seguidores de varias generaciones. Veinteañeras como Vicky —«me flipan desde siempre y nunca los he visto»—, y fans de 62 años, como José Miguel —«el concierto de la sala Aqualung en 1992 me gustó mucho. Eran más duros, a ver ahora»—. Toda una parroquia variopinta e impaciente, lata de cerveza en mano, que había agotado las entradas varios días antes . Había expectación, no cabe duda. Los escoceses no defendían canciones nuevas desde que, en 1999, cerraron su último concierto en Los Ángeles, antes de separarse, con los hermanos Jim y William Reid tratando de matarse sobre el escenario a los 15 minutos de haber empezado.
Tras el aperitivo de los pamploneses Monte del Oso, llega la hora: 22.00. Los popes del noise-pop o el «shoegaze» que antaño llevaban de teloneros a nombres como Dinosaur Jr., My Bloody Valentine o Blur aparecen en escena. « Hola, ¿estáis bien? ». Y carretera y manta con Jim escupiendo el primer verso de «Amputation», abriendo la noche cual declaración de intenciones: «Intento captar tu interés de nuevo», cantaba. Un tema abrasivo, juguetón e hipnótico que no fue la única concesión de la banda a su reciente «Damage And Joy» (ADA/Warner Music), el primer disco que publican en 19 años , grabado parcialmente en las Alpujarras granadinas. De este, sonaron pronto también «Always Sad» y «Mood Rider» y tocaron más tarde «All Things Pass» o «War On Peace», con el humo ocultando a la banda y unas luces de discoteca que fliparon a más de uno.
Las nuevas estuvieron a la altura. Hasta algún valiente se atrevió a tararearlas y acompañarlas con palmas, pero estaba claro que estas no iban a erigirse en protagonistas de un repertorio cargado de himnos de finales de los 80 y principios de los 90. «Uno de los raros grupos que han marcado un antes y un después en la historia del pop alternativo», calificaba ABC a The Jesus And Mary Chain hace ya un cuarto de siglo.
De los discos de aquella gloriosa época —«Darklands» (1987), «Automatic» (1989) o «Honey’s Dead» (1992)— fueron sonando, para alegría de los cerca de 2.500 presentes, temas como «April Skies», «Far Gone And Out», «Between Planets», «Teenage Lust» o esa «Head On» que los Pixies mejoraron y encumbraron a la categoría de clásico con su versión de 1991. Y mientras en el foso salta y grita eso de »Makes you want to feel, makes you want to try», sobre el escenario no hay movimientos pretenciosos de los hermanos Reid. Apenas se mueven, apenas se dirigen al público y apenas se miran. No hay gestos de complicidad en la familia. Puede que las entradas a 40 euros y los CD a 25 ayuden a sobrellevarlo. O puede que sigan enfadados entre ellos y con el mundo, quién sabe.
Abajo eso no importaba un pimiento. La sala va subiendo paulatinamente de temperatura. La gente baila, por lo menos los que no tratan de captar el momento con el móvil: «Esto parece Japón», se queja alguien. No hay cabeza, eso sí, que no se mueva al ritmo de las ruidosas, hipnóticas, sencillas y redondas guitarras de William en canciones como «Cherry Came Too», «Half Way To Crazy» y, sobre todo, «Some Candy Talking», en la que los Reid parecen reencarnarse en The Velvet Underground . «Cómo me molan esos punteos tan sencillos sonando por encima de la banda», se escuchaba en la parroquia. Todo funciona, las canciones se corean y, por una vez, el sonido en La Riviera es perfecto. Quizá fueran ellos, breados ya en mil batallas con ese pop de manual deliberadamente ensuciado con toneladas de distorsión y estribillos pegadizos. Un estilo marca de la casa desde que, a mediados de los 80, un tipo de su barrio en East Kilbride les vendió un pedal fuzz porque pensaba que estaba roto.
A ellos, sin embargo, ese sonido les dejó tan locos como ayer a un público que parecía disfrutar mucho más que los músicos con su pose. Y es que no hay muchas bandas que hayan tenido el impacto de The Jesus And Mary Chain en la cultura musical de los últimos treinta años, cuando sorprendieron con su debut , «Psychocandy», en 1985. Un disco imprescindible que, conscientes ellos, fueron dejando para el final, para coronarlo como protagonista de lo noche en los bises. Fue el éxtasis, cayendo como mazazos en el público, seguidos uno detrás de otro, «Just Like Honey», «You Trip Me Up», «The Livind End» y »Taste Of Cindy», para cerrar la cita a grito de «I Hate Rock And Roll», aquel tema con el que cargaron contra la BBC y la MTV en 1995. Pero ayer, todo hay que decirlo, sin leches en el escenario.