«Humildad y Paciencia»: La historia de Rock Indiana, un sello con certificado de calidad
Pablo Carrero relata en un libro el recorrido de su compañía de discos independiente, casa de Happy Losers, Sunday Drivers, Paul Collins, Bryan Estepa, The Rubinoos, Mamá, Farrah, Protones, Santi Campos...
Humildad y Paciencia es una representación iconográfica de Jesús de Nazaret, en la que se le muestra en los momentos previos a la crucifixión tras ser despojado de sus vestiduras. Y quizá fue así como se sintieron Pablo Carrero (colaborador de ABC) y Fito Feijoó cuando lanzaron un sello discográfico por amor al arte en mundillo de tiburones. Corría el año 1993, y pesar de que el grunge vivía su mejor momento, era otra música de guitarras la que interesaba a este par de soñadores cuyo objetivo no era otro que impulsar la carrera de algunas de sus bandas favoritas. Uno de esos proyectos que suelen durar un abrir y cerrar de ojos. Pero algo debieron hacer bien si Rock Indiana sigue al pie del cañón veintisiete años después , ya convertido en marca con certificado de garantía: quien compra un disco de los maestros «indianos», sabe a ciencia cierta que será exquisito. Eso no puede decirlo cualquier sello.
Su increíble, divertida, valiente, entrañable, envidiable y muy reivindicable historia ha sido narrada por el propio Carrero en «Humildad y Paciencia. Rock Indiana: 25 años de pop independiente» (ediciones 66 R.P.M.), un libro repleto de sinceridad, pedagogía musical y melodías imbatibles de pop atemporal.
Al escuchar a algunos de nuestros grupos favoritos, muchos hemos pensado aquello de «si nadie le saca el próximo disco, se lo saco yo». Pero claro, de esa frase de barra de bar, a hacerlo de verdad, hay un mundo. ¿Qué fue lo que os llevó a lanzaros a esa loca aventura? « »
Que ese mundo que dices no es tan grande en realidad… Nosotros vimos a ese grupo fabuloso que no tenía sello ni perspectivas de tenerlo (los Protones) y formulamos esa frase de barra de bar (la barra del Siroco, concretamente). Pero el lunes siguiente estábamos en la oficina de patentes registrando el nombre de Rock Indiana y empezando a intentar enterarnos de qué había que hacer para sacar un disco y cómo se hacía todo eso.
Evidentemente había mucho que contar (y que merecía la pena ser contado), pero ¿hubo algún germen, algún detonante concreto para la redacción de este libro?
Fue un reto de Tony (cantante y guitarrista de los Happy Losers). Desde hacía tiempo me rondaba en la cabeza la magnífica versión que podrían hacer del «I´m A Loser» de los Beatles, así que cuando por fin se lo sugerí él me dijo que sí, pero que, a cambio, yo tendría que escribir la historia de Rock Indiana. No lo tomé demasiado en serio inicialmente, pero un día me puse a escribir y vi que podía tener su gracia.
«La transición digital ha sido difícil, y más bien antipática. Pero aquí seguimos»
¿Los primeros tiempos del sello fueron esperanzadores? ¿O por el contrario hubo que hacer de tripas corazón más veces de las que hubieseis deseado?
La verdad es que las cosas salieron razonablemente bien desde el principio, sobre todo teniendo en cuenta que nuestras expectativas eran más bien modestas, ya que nos bastaba con recuperar el dinero invertido para poder sacar el siguiente lanzamiento. Empezamos sacando un fanzine con el primer single de los Protones y se agotó en pocas semanas. De todos los discos que sacamos al principio hubo que hacer nuevas tiradas, y, en general, venía bastante gente a los conciertos que organizábamos. También hubo algunos batacazos, claro, pero no consiguieron hundir nuestro ánimo.
Aunque como el título indica, el sello siempre ha ido pasito a pasito, disco a disco, ¿hubo algún momento concreto en el que visteis que la cosa funcionaba, un momento de «despegue»?
Hubo varios momentos en que parecía que iba a pasar algo más, pero al final, por unas razones u otras, ese momento de «despegue» (de convertirnos en algo más grande, con más medios y posibilidades) no llegó a producirse.
El cambio al formato digital debió ser un trance para el sello… Aunque, por otro lado, podría pensarse que vuestra clientela habitual no es de la que abandona el físico así por las buenas… ¿Cómo fue esa transición?
Creo que el cambio al formato digital ha trastocado definitivamente -y para mal- la forma en que el melómano se relaciona con su afición favorita, lo que, obviamente, ha tenido consecuencias devastadoras para la industria del disco. Nuestros clientes han tardado más que los de la «gran industria» en abandonar el formato físico, pero también lo van haciendo. Ahora vendemos muchos menos discos que hace cinco años, cuando ya vendíamos mucho menos que hace diez… Ha sido una transición difícil y más bien antipática, pero bueno, aquí seguimos.
¿Qué papel crees que se le podría adjudicar a Rock Indiana dentro del cuadro completo de sellos independientes españoles?
Supongo que un papel parecido al que han jugado otros sellos similares, cada uno con su personalidad y su forma propia de hacer las cosas. Creo que, como unos cuantos otros sellos, hemos contribuido significativamente al desarrollo de una escena que, cuando empezábamos, a mediados de los 90, apenas existía.
«El peor momento lo pasamos cuando los Sunday Drivers decidieron marcharse del sello»
¿Cuál es la mayor alegría que os ha dado Rock Indiana? ¿Y alguna decepción antológica o muy inesperada?
Felizmente, hemos tenido muchas alegrías, un montón de momentos buenos, divertidos y emocionantes y, sobre todo, una colección de grandes amigos a lo largo y ancho del planeta. También ha habido decepciones, por supuesto. Creo que el peor momento lo pasamos cuando los Sunday Drivers decidieron marcharse del sello.
Después de todos estos años, ¿qué ha significado Rock Indiana para ti en lo personal?
He dedicado mucho tiempo y esfuerzo a Rock Indiana en los últimos veinticinco años. Es algo importante que me ha permitido vivir muy intensamente y en primera persona mi afición por la música. Verdaderamente, me resulta asombrosa la cantidad de buenos discos que hemos editado y me satisface enormemente, como te decía antes, el enorme montón de amigos que hemos ido haciendo por el camino.
El apartado de agradecimientos tiene que ser importante en un cumpleaños como el vuestro. ¿A qué salas, compañeros, promotores, individuos tenéis algo que agradecer?
La lista sería enorme… Salas como El Sol, Moby Dick o Wurlitzer Ballroom en Madrid han sido como nuestra segunda casa. O como El Loco, en Valencia, o Ricoamor, en Castellón, Carabás en Burgos… Sellos como Siesta o Subterfuge nos echaron una valiosa mano al principio. Luego hemos hecho excelentes migas con muchos otros, como No Tomorrow, Hanky Panky, Grabaciones en el Mar / You Are The Cosmos y otros muchos. Y, por supuesto, hay mucha gente aficionada a Rock Indiana que es, en realidad, la que ha permitido que el sello se mantenga a flote durante estos veinticinco años.
¿Alguna vez os habéis preguntado por qué vuestros grupos no venden millones de discos? Hay casos de escasa repercusión comercial realmente enigmáticos, dada la altísima calidad de sus discos…
Nuestros medios siempre han sido muy limitados y con pocos medios es difícil llegar a determinados sitios, pero sí, muchas veces hemos pensado que muchos de nuestros discos habrían podido tener un mayor recorrido.
El sello Rock Indiana tiene una página web donde se pueden ver y adquirir todos sus lanzamientos.Allí los melómanos también pueden hacerse socios del Club Indiana , donde se puede conseguir el CD gratuito del Proyecto «Pop Parade» (una serie de discos recopilatorios en los que recogemos una amplia muestra de todo lo que vamos editando además de varias canciones inéditas o rarezas), acceder a un área privada con contenidos especiales (descargas gratuitas de material inédito y otras sorpresas) y comprar con gastos de envío gratuitos, descuentos y ofertas puntuales. Además, los socios tendrán invitaciones para determinados conciertos y presentaciones especiales, y dispondrán de un servicio telefónico de ayuda para todos los temas relacionados con el club y la web.