CRÍTICA DE MÚSICA CLÁSICA

Homenaje a Montserrat Torrent: la verdad del prodigio

A los 92 años la organista interpretó en el Auditorio Nacional algunas obras de Bach, incluyendo la monumental «Passacaglia». Fue ovacionada con el público puesto en pie

Montserrat Torrent RAÚL DOBLADO

ALBERTO GONZÁLEZ LAPUENTE

A los 92 años, Montserrat Torrent dice que oye con dificultad, se le ve caminar encorvada, pisar con indecisión y dudar al apoyarse en la barandilla. Parece imposible que sea la misma persona que, segundos antes, haya interpretado algunas obras de Bach incluyendo la monumental «Passacaglia» en el órgano de la sala sinfónica del Auditorio Nacional , el mismo que ella inauguró en 1990. Ahora procede con las manos más afiladas pero extraordinariamente certeras en el teclado, con los pies más delicados en el toque pero impecablemente infalibles ante el pedalero y, si cabe, proponiendo una música más sabia, más profunda y más emocionante.

En un texto incluido en el programa de este concierto homenaje organizado por el CNDM en el «Bach vermut» , Torrent se empeña en decirle adiós a la vida asumiendo su edad y lo inevitable del destino. Y anuncia que con la «Passacaglia» , que todos escuchamos entre atónitos y fascinados, renuncia a la interpretación de las grandes obras organísticas que le han acompañado durante los muchos años en los que ha procurado servir a la música con devoción y constancia.

También señala que, en este tiempo, tuvo la suerte de adiestrar a una buena cantidad de alumnos. Varios han estado ahora junto a ella. Con un encanto muy particular, un balanceo contagioso y sin partitura, Juan de la Rubia interpretó los dos últimos movimientos de la cuarta sonata de Félix Mendelssohn. Con sentido más recto y serio, Andrés Cea (el único de los intérpretes que no aprendió los secretos del instrumento de la mano de Torrent) abordó la «Fantasía en sol menor (542/1)» de Bach. Estuvieron también David Malet, José Luis Echechipía, Roberto Fresco y Luis Dalda, con obras de Buxtehude, Torres, Sagaseta y, de nuevo, Bach.

Mientras sucedía, Torrent escuchaba cerca, oculta a la visión directa del público aunque delatada por la cámara que amplifica en una pantalla los detalles de la interpretación. La suya vino luego y al finalizar, u na sola ovación puso a todo el auditorio en pie . Es fácil creer que muchos aplaudieran sorprendidos ante el prodigio que acababan de contemplar, aunque en el fondo todo tenga fácil explicación. La propia Montserrat Torrent lo hizo hace algún tiempo: «El instrumento y su literatura han acabado formando parte de mí misma».

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