Flamenco
La hazaña de David Palomar: llenar Madrid de Cádiz
El cantaor presenta este jueves 28 de octubre en el festival Suma Flamenca un tributo a su tierra lleno de modernidad
La Cádiz que trae David Palomar al festival Suma Flamenca este jueves 28 de octubre es un grafiti sobre una pared de cal. Él canta por Pericón y Manolo Vargas. Por Chano, El Beni, La Perla, Mariana Cornejo, El Flecha y todos esos artistas que en su conjunto han definido una estética concreta desde la que expresarse, pero, eso sí, según él. «El manantial está para beber, pero no para reproducir» , apostilla. Y así ha vestido la dualidad del cante que se produce en esa ciudad, donde una malagueña del Mellizo llora igual que ríe un tanguillo, de mil colores. «Soy muy melómano y también aficionado al cante. Eso lo tengo ya, y sigo estudiando, pero tengo otras inquietudes. Me preocupo por lo visual. Me gusta el hip-hop, el trap, los nuevos sonidos, la lírica de Residente, los artistas con un discurso propio y todo lo que esté comprometido con las causas de este tiempo». Así, como resulta evidente, ha hecho de un tiento de Manolo Vargas una nueva relectura. Así, también, Cádiz vuelve a abrirse al mundo en él y da lo mismo que recibe: múltiples esencias. Ecos de aquí y de allá. Barcos que son espuma y luego olas, lejanías que de pronto se tocan. Eso es 'Universo Cádiz', la obra que presenta en la Sala Fernando de Rojas del Círculo de Bellas Artes . Un encuentro entre varias épocas que orbitan alrededor de un lugar donde se cumplen muchos de los tópicos.
Los adjetivos bonito y divertido atentan directamente contra la palabra flamenco. La 'b' y la 'v', con las vocales que van después, se meten en los ojos de cualquiera. Llenan los oídos de arena y lo nublan todo. No casan porque el flamenco, per se, no es bonito ni divertido. Es, digamos, otra cosa. Sin embargo, en su amplio abanico, sí admite propuestas que, como la de Palomar, producen el goce del que no es aficionado, provocan a la vez la carcajada y el espanto. Según el día, que así es el arte verdadero, está llena de luz. «Soy muy consciente de que a mis espectáculos viene sobre todo gente joven . También que se lo pasan bien por mis maneras. Canto por seguirillas, pero después me levanto por bulerías acordándome de mi tierra y eso tiene un impacto diferente en el público. Se suelen acercar a mí después del concierto y me dicen: 'Nunca había venido a escuchar flamenco en directo, pero vaya lo que me ha gustado...'. Eso es bonito. Porque después irán a su casa, me escucharán a mí otra vez, eso les llevará a Juanito Villar y, quién sabe, quizá acaben con una grabación de Chocolate».
«Niño, acuéstate cuando tú veas», le decía su madre a las 6 de la mañana, cuando de un sobresalto levantaba la cara del ordenador donde seguían sucediéndose vídeos de cante. «También he tenido la suerte de criarme en un barrio flamenco, La Viña , y conocer en persona a muchos artistas, no solo a través de la tecnología. A Mariana Cornejo le produje dos discos. A Pansequito, Rancapino, Juanito Villar y otros muchos los he tratado. A Camarón también, aunque no llegué a conocerlo bien. Una pena. Pero yo todo esto que me rodea en mi día a día lo necesito: el aire, la gente. Nadie miente si dice que Cádiz es especial».
Modernidad y surrealismo
Rancapino muerto de risa justo antes de cantar por soleá recordando aquella vez en la que Chano Lobato le dijo que era el Robert Reford de África. Eso es lo que sucede al Sur del Sur, que todo se mezcla. Que dicen que el 'titiritrán' lo inventó Espeleta medio borracho al olvidar la letra. Que Pericon interpreta la petenera con la misma tragedia con la que vacila a los pescadores. «Una mojarra de doscientos kilos he cogido con la caña», le dijo uno . Y él respondió: «Y yo un faro fenicio» , aunque no quedó ahí la cosa: «Pero, espérate, que lo mejor es que el faro estaba encendido» . ¿Cómo enmarcar mejor ese surrealismo gaditano que subiéndose a las tablas a derrochar gracia y desgracia? La tierra se parte el pecho con la luz, a base de sal por alegrías y con el viento en los palos más dramáticos. De esta forma, además, se colma todo el espectro. Cádiz es, sobre todo, extensa en su reduccionismo de los asuntos cotidianos.
Esa humildad de no tomarse demasiado en serio conquista estos días Madrid. David Palomar versiona el chotis de Agustín Lara como el que se pasea por la Calle de Alcalá disfrazado para el carnaval. Es tan tradicional como el circo. Algo estrafalario, como la guitarra del Cabeza, quien le acompaña en su cita, llena de desgarro y sorpresa. «Vamos a presentar con mucho orgullo todo ese universo donde nada es impostado . Yo soy lo que soy, lo que he vivido, el sitio en el que he nacido, la gente que me ha marcado... Defiendo este estilo de la forma más natural, sin trampa ni cartón, y lejos de la bufonería. Que nadie se lleve a engaño». El espacio donde la mojarra hiperbólica convive con el hambre desembarca sin máscaras. Dispuesto a reír y preparado para llorar. Ya estamos en Cádiz.