Harnoncourt, revolucionario y moderno

A sus 86 años, todavía se empeñaba en encontrar una música que fuera verdad

Harnoncourt, durante un ensayo en la Ópera de Zúrich EFE

ALBERTO GONZÁLEZ LAPUENTE

La deuda con Nikolaus Harnoncourt es inmensa, pues con él se aprendió a escuchar con sentido crítico, inconformista, escéptico, asumiendo como único principio la reconstrucción objetiva de la imagen sonora que el propio compositor inventó. Convencido de su misión, en 1953 dio forma junto a su mujer, la violinista Alicie Hoffelner , al Concentus Musicus Wien . Pocos meses después colaboraría con Gustav Leonhardt en un primer disco dedicado a cantatas de Bach con el que se afianza el trabajo de un grupo de pioneros capaces de imponer, por la fuerza de la razón, el veterano movimiento historicista; la aventura de unos idealistas capaces de predicar una forma de pensamiento que acabará por condicionar la interpretación musical del universo mundo.

La diferencia entre Harnoncourt y todos los demás fue que su ámbito de actuación acabó expandiéndose más allá de las fronteras de la denominada música antigua. De nuevo hay que volver a los años de trabajo como violonchelista en la Sinfónica de Viena que dirigía Herbert von Karajan . Situarse en la década de los cincuenta cuando todavía las orquestas defendían una manera de tocar, un sonido y una calidad que fuera representativa del lugar de origen.

En alguno de sus escritos (muchos e importantes) se recuerda esta circunstancia. A partir de ella, incluso de manera implícita al amparo de la noble alcurnia de su propio apellido, se explica el vinculó que unía a Harnoncourt con una tradición centroeuropea que decía respetar, y que incluso utilizó como aval, al defender el estilo de sus interpretaciones sobre el repertorio más característico, desde los valses de Johann Strauss a los poemas sinfónicos de Dvorák , desde Mozart a Alban Berg .

Con razón, la heterogénea singularidad de Harnoncourt, preservada impecablemente a través una discografía abrumadora, ha sido sencillamente revolucionaria, incluso fue premonitoriamente moderna. Introducir en orquestas convencionales criterios historicistas y convertirse en un director admirado por la Orquesta del Concertgebouw o la Filarmónica de Viena , llegar a deleitarse junto a los instrumentistas especializados de su Concentus Musicus Wien en versiones de extraordinario refinamiento tímbrico e inquietante rigor rítmico, implica un nervio que va más allá del esfuerzo por dibujar un frío y científico retrato de Bruckner , Verdi o Bach .

Fiel a su temperamento, Harnoncourt se había despedido ordenadamente el 5 de diciembre del pasado año. Ayer, su página web (harnoncourt.info) aún abría con esta noticia y con la agenda de conciertos para los meses inmediatos. Verlo es extraño, pues a la ordenada disciplina con la que siempre planificó el trabajo se une la inquietante sensación de lo que queda sin culminar. Al proyecto pertenece el último disco dedicado a las sinfonías 4 y 5 de Beethoven. Suena maravillosamente peculiar. No se olvide que es el testamento de alguien que, a los 86 años, todavía se empeñaba en encontrar una música que fuera verdad.

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