Guns N’Roses todavía saben disparar

La banda ofreció en Download Festival un concierto largo, pero no memorable

Axl Rose durante la actuación Ángel de Antonio
Nacho Serrano

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Ilusión, nostalgia, morbo, había muchas emociones cruzadas anoche entre la melenuda multitud que se reunió ante el escenario principal del festival Download a las nueve de la noche. Durante años había sido impensable volver a ver juntos a Axl Rose y Slash , pero la gira « Not in this lifetime » («No en esta vida», título irónico a más no poder) los trajo de la manita ayer a Madrid. Es un decir, claro, pues las estrellas del hard-rock ni se miraron durante el concierto, recordándonos a todos que sí, que han vuelto, pero que eso no significa que vuelvan a ser amigos.

Unas horas antes, Leather Heart , The Pink Slips y Creeper habían empezado a caldear el ambiente para los «jevatas» más tempraneros, y tras los californianos Thrice y los tarraconenses Ankor llegó el turno del primer plato fuerte del día, Bullet for my Valentine . Sus seguidores más despistados debieron alucinar al escuchar las canciones desconocidas que sonaban en el escenario grande, y es que el grupo galés publicó precisamente ayer su nuevo disco , « Gravity ». Cuando terminaron, algunos se fueron a ver a los duros y secos Clutch o a los «pos-hardcoretas» Underoath, pero la mayoría se quedó en su sitio para guardarlo bien antes de la llegada de los verdaderos protagonistas de la noche.

Guns N’Roses empezaron su concierto haciendo honor a la época heroica, esa que ahora vuelven a explotar discográficamente con una ristra de reediciones y publicaciones de rarezas que quita el hipo. Así, los acordes de «It’s so easy» de su tótem « Apetite for destruction » resonaron en la Caja Mágica para delirio de un público que esperaba una noche de clásicos a go-go. Axl Rose mostró unas condiciones vocales no muy dignas , y es que quizá girar con AC/DC no le haya servido demasiado para mantenerse en forma. Mientras, Slash ha estado grabando discos y tocando con diferentes formaciones que también le han tenido ocupado, y sus dedos bailaron por los trastes como siempre , afilando canciones como «Live and let die» o «You could be mine», con solos de guitarra que hicieron flotar de placer a las primeras filas.

Rozando la medianoche, las inconfundibles notas de « Sweet child of mine » recorrieron el recinto mientras las barras ya colapsaban ante los pedidos de una parroquia que siempre ha sido muy buena bebedora. Ya en la recta final, la sensación general no era la de los conciertos memorables, pero después de tres horas de espectáculo, unas estupendas « November Rain » y « Paradise City » demostraron que los Guns todavía saben disparar, cumpliendo los sueños de los más chavales del público, que por fin consiguieron ver a la formación clásica de la última gran banda de la historia del hard-rock con sus propios ojos.

Guns N’Roses todavía saben disparar

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