Música

Los grandes concursos del flamenco, en decadencia

En los últimos años citas que en el pasado fueron imprescindibles han perdido su capacidad de proyectar artistas

Concurso de Cante Jondo de Granada de 1922, el que asentó las bases que siguieron el resto ABC

Luis Ybarra

Los ciclos de cambio , como estudia la sociología moderna, son cada vez más cortos . Tan rápido han pasado algunas disrupciones frente a nosotros que hemos sido testigos de la imposibilidad de adaptarnos a todo; pedirle, por ejemplo, a quien rehuyó en un principio del teléfono móvil que se abra una cuenta en TikTok parece un chiste negro. Ese se queda fuera.

De este modo, en el arte, grandes citas que nacieron en un contexto muy diferente al de hoy, el propio de los años 50, 60 o 70, tratan de reinventarse de manera continuada . Pero a veces, las alteraciones son tan trascendentales que las soluciones tienen que ver con giros al borde del precipicio, cambios radicales cuya posible ejecución zarandea los cimientos.

La máquina de escribir, con su irrupción en el mercado, iba a mandar al garaje a los lápices, pero quien todavía las vendía en los 80 de pronto vio agotado su horizonte mientras bolígrafos y lápices siguen hoy languideciendo en las papelerías, sin morir nunca del todo. La última máquina de escribir europea la construyó Brother en 2012. Este caso nos enseña que la mejor preparación de cara al futuro es tu flexibilidad para reinventarte. ¿Qué ha sucedido con los concursos? Con los de música, flamenco o poesía, no importa, pues la mayoría tiene un denominador común que los castiga.

Lámpara minera

En el flamenco, por centrar el prisma, los certámenes de mayor prestigio son los de La Unión, con la Lámpara Minera, que tiene una dotación económica de 15.000 euros ; el Concurso Nacional de Córdoba , que este otoño repartirá 40.000€ en premios para las disciplinas de cante, toque y baile en su XXIII edición; y el Concurso de Cante Jondo Antonio Mairena , entre otros. Sé que este año la cantaora extremeña Esther Merino se hizo con la Lámpara. Y sé, también, que aumentarán sus contrataciones para la próxima temporada. Sé que el joven Álvaro Mora ganó el Bordón Minero; Ángel Bocanegra, al violín, el Filón; David Romero, bailaor, el llamado Desplante masculino e Irene Lozano el femenino. Si trato de recordar los nombres de las últimas ediciones, sin embargo, crece mi olvido. La mayoría no está en los principales carteles .

Cuando Miguel Poveda, Mayte Martín o Rocío Márquez triunfaron en este marco , proyectaron sus carreras. Hoy esto no sucede. Pero quien ha perdido fuelle no es el Festival de Cante de las Minas, sino el formato de concurso. Por este motivo, todas estas citas se encuadran ya en programaciones que van más allá del propio certamen, recibiendo durante semanas artistas de fuera que no compiten para resultar así más atractivas para el público. La Bienal de Flamenco de Sevilla, el caso más extremo, arrancó como concurso en los 80 y en 2022 ha suprimido los Giraldillos por un único premio honorífico. ¿Por qué han perdido esa capacidad para causar notoriedad e incorporar figuras a los circuitos?

Esther Merino, Lámpara Minera 2022 ABC

La respuesta, a mi entender, está en el universo digital . Los conservatorios y, sobre todo, las escuelas de música siguen preparando a sus alumnos, ya sean de clásica, flamenco u otro género, para que compitan en certámenes concretos. «Me preparo bien el repertorio de los cantes de Levante y me lo llevo», esa idea sigue vigente, pero quizá se deberían incluir asignaturas de cómo montar un trípode y editar un vídeo . Gestión de redes sociales, industria musical, plataformas digitales, monetización… No se trata de colocar la imagen por encima de la propia sustancia en los programas de contenidos, sino de formar a los alumnos para el mundo al que se enfrentan. Las redes lanzan artistas. Los concursos, no. Y los objetivos, por tanto, deberían reajustarse progresivamente al nuevo tablero en que nos movemos.

Esta dolorosa realidad termina con la máxima de las exigencias para el artista: no basta con el talento y el trabajo, sino que hemos de añadir su adecuada comunicación. Una estrategia. Y si atendemos a los nuevos valores del arte jondo, aquellos por los que empiezan a apostar grandes eventos, vemos que no guardan relación con los concursos: Ismael de la Rosa El Bola, El Purili, Ángeles Toledano, Yerai Cortés, David de Arahal… Dice Rafael de Utrera que los premios «sirven para ordenar el polvo de tu vitrina» . Hacen ilusión, por supuesto. Pero sus espaldarazos quedan ya en palmaditas a la espalda. ¿Qué ocurre con la poesía? ¿Qué hay del Adonais, Hiperión y Loewe? ¿Qué será de esta suerte de competiciones en los tiempos venideros y cómo podrían encontrar su espacio en este universo de reglas difusas?

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