Fontaines D.C.: la ira es energía

La banda irlandesa presentó su segundo trabajo en la sala Razzmatazz de Barcelona con una abrasiva y airada actuación

Fontaines D.C. en una imagen promocional ABC

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Suena 'Dirt in The Ground' de Tom Waits y, vaya, nada más apropiado para entretener la espera. La mugre y la furia. La metafórica, sí, pero también la real; esa que se le pega a uno a la suela del zapato un lunes de marzo en una sala Razzmatazz a un paso del lleno absoluto. Ah, las viejas costumbres: salas hasta la bandera y décadas de cerveza derramada hermanadas en una fabulosa capa de roña que, por momentos, parece una gigantesca trampa atrapamoscas.

La gente, susurra un promotor, ha salido con ganas de la pandemia. Y todas las ganas se agolpan ante el escenario mientras aparecen por ahí Fontaines D. C. Jóvenes, irlandeses y enfadados. Muy enfadados. Grian Chatten, el cantante, no para quieto. Es como un cable de alta tensión al que parece molestarle su propio pellejo. Se estira la camiseta y se retuerce intentando no recordar demasiado a Ian Curtis. De pronto parece acordarse de que no ha completado su rutina diaria de pasos y se arranca a caminar como un poseso alrededor del micro. A su lado, el bajista hace de estatua de sal mientras dos guitarristas exprimen la electricidad turbia de 'Televised Mind'. «La vida no siempre está vacía», canta Chatten acto seguido en 'A Hero's Death'. Por como lo canta, sin embargo, bien podría estar diciendo todo lo contrario. Así de airados, inflamables y abrasivos suenan los irlandeses. Ya lo decía John Lydon: la ira es energía.

Sólo tienen dos discos, pero andan ya camino de las grandes ligas y del 'prime time' festivalero. El primero, 'Drogel', es un cohete; un misil post-punk con abundante metralla tarareable; el segundo, el algo más oscuro 'A Hero's Death', es el que los trae a Barcelona tras la preceptiva tanda de retrasos y cancelaciones. Sobre el escenario, ambos trabajos se funden en una admirable máquina de precisión; minimalismo repetitivo y cortante que bebe tanto de The Fall como de Stiff Little Fingers.

Ellos también tienen ganas y se les nota: pisan a fondo en 'Sha Sha Sha', afilan las aristas de 'Jackie Down The Line' y exprimen a conciencia 'I Don't Belong' y 'I Love You'. Con 'Big', atropellada puesta al día del punk más lenguaraz, llega el desmadre. También la confirmación de que las canciones de 'Drogel' siguen funcionando en directo mejor que el resto. Ahí brilla, encapsulada, la energía de las primeras veces. Estrenan un tema nuevo, 'Skinty Fia', y el público se queda igual. Será que sigue esperando esa 'Liberty Belle' que no acaba de llegar (ni llegará). Poco que objetar, en cualquier caso. En cuanto bajan un poco las revoluciones se les ven las costuras y se parecen demasiado a sus influencias, pero a cambio ofrecen hora y media de música cruda, airada y desafiante. Y si encima van cayendo 'Hurrican Laughter', 'Too Real' y 'Boys In The Better Land', mejor que mejor.

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