Festival de Granada: la expansiva influencia de lo español
Se conmemora este año el centenario del Concurso de Cante Jondo promovido por Manuel de Falla y Miguel Ceró n , amigo de Lorca y benefactor del joven Andrés Segovi a a quien regaló su primera guitarra de calidad. El Festival de Granada (#granada1922) lo recuerda ahora con una treintena de actividades en paralelo a la exposición comisariada por Rafael Gómez Benit o y Rodrigo Gómez Jiménez , abierta en el palacio de Carlos V hasta el 11 de septiembre. 'Desde lo jondo del flamenco' es una exploración en torno a un acontecimiento narrado en siete áreas temáticas en las que se informa sobre los antecedentes, la celebración del acto y sus derivaciones, incluyendo el debate todavía vigente acerca de la fidelidad a la pureza o a la propagación con sentido abierto y visionario.
Si los documentos, objetos, carteles y fotografías que se recopilan alrededor del concurso dan cuenta de su materialización, el rastro de su escenificación incluye la recreación del escenario a partir de los elementos del imaginario decorativo proyectado por Ignacio Zuloaga , junto a reproducciones hechas por los alumnos de la Escuela de Arte José Val del Omar de Granada sobre los trajes diseñados por el propio Zuloaga y Manuel Ángeles Ortiz para las señoras y gitanas de la zambra. El soporte discográfico y otros elementos gráficos apuntan a la actualidad de un género que desde 2010 tiene la consideración de patrimonio cultural inmaterial de la humanidad.
El Concurso de Cante Jondo fue un momento estelar en la historia cultural española de principios del siglo XX, en una época en la que estaba muy presente la definición de lo español. En el flamenco coincide la interpretación intelectual de lo místico y de lo arraigado, con la búsqueda de las raíces musicales, lo que da lugar a una proliferación de ediciones, de ideas y sociedades que surgen desde finales del siglo anterior directamente vinculadas a los ideales krausistas que adopta la Institución Libre de Enseñanz a . La apabullante relación de personalidades de la cultura española que se encontraron en la plaza del los Aljibes de la Alhambra granadina el 13 y 14 de junio afirma la importancia de aquel acto, pero también confirma la solidez del pensamiento promovido por Manuel de Falla , para quien el cante flamenco era un fenómeno a recuperar por la alta cultura: «pecaminoso y emponzoñado» se encontraba entonces, según escribió al Ayuntamiento de Granada en la solicitud de ayuda para el concurso.
Dar sentido al verdadero 'cante primitivo andaluz' supuso también explorar los orígenes de una parte representativa del arte musical español que se difundía por Europa, desde Rusia a Francia, segunda patria para una mayoría de los compositores de entonces. De ahí que el Festival de Granada añada entre los actos relacionados con el Concurso de Cante Jondo varias propuestas destinadas a desentrañar la expansiva influencia de lo español, en su configuración andalucista. El concierto del Cuarteto Cosmos es un primer ejemplo si se entiende, como hizo Falla, que el 'scherzo' del cuarteto de Debussy es «una de las mejores danzas andaluzas jamás escritas». Ante la definición debería considerarse la singular acústica del patio de los Arrayanes que, en la distancia, ofrece un resultado más cercano a lo masivo que a la transparencia de la articulación del baile. El entorno benefició al primer movimiento y a su densidad, intensificó las esencias poéticas del 'Andantino' y sirvió para que la vitalidad lumínica del cuarto y final sonara con extraordinaria conjunción.
Las cosas caminaron de manera más inestable ante el cuarteto de Ravel , con algunos detalles de afinación en el arranque y de ajuste en el segundo movimiento, a pesar de la obra se asiente en el repertorio del grupo con indudable personalidad. Se escenificó de forma particular en el tercer movimiento, 'Très Lent', construido muy sólidamente desde el violonchelo de Oriol Prat . La obra de Ravel, entendida como consecuencia del cuarteto de Debussy, de forma más exacta a partir de la similitud entre los segundos movimientos, condicionó el tránsito del programa, acuñado en su mitad por el tercer cuarteto de Mauricio Sotelo , 'La mémoire incendiée: la guitare'. Hará mes y medio que la obra sonaba en la temporada del Centro Nacional de Difusión Musical (CNDM) en interpretación del Cuarteto Diotima , quien grabó hace dos años la integral cuartetística del compositor. Merece la pena volver a recordar ese concierto que puso de manifiesto una aparente contradicción entre la obra de Ravel y la de Sotelo. Porque ahora el Cosmos ha dejado claro que la distancia no era estética sino interpretativa y que es posible encontrar afinidad entre ambas obras, particularmente con lo 'jondo' tal y como lo expresa Sotelo: con profunda sonoridad, con la horizontalidad de melodías desdibujadas, con su particular sentido rítmico. El Cosmos ha demostrado en Granada que es un referente interpretativo inexcusable.
La presencia de Mauricio Sotelo es otro de los frentes del festival granadino en un año especialmente afortunado para el compositor madrileño: fue residente del CNDM y lo es ahora del festival. Por eso sus obras salpican varios conciertos con el remate del próximo estreno del concierto para viola y orquesta ' Cantes antiguos del flamenco '. En el programa interpretado por el pianista Juan Carlos Garvayo en el Centro Federico García Lorca se reestrenó 'Entre el alba y la Alhambra', construcción de carácter evocador en la que Sotelo pone de manifiesto su habilidad para diluir la sustancia en una suerte de elucubración caligráfica. Se sorprendería Falla al contemplar como el flamenco ha trascendido hoy en día de la mano de Sotelo, un autor empeñado en redibujar la 'admirable sobriedad' del cante jondo, como 'una de sus más grandes bellezas'. Aquello que se trató de recuperar con el concurso impulsado por Falla mientras él mismo reinterpretaba el género con sentido artístico, desde la inmediatez folclórica de 'La vida breve' a la reordenación geométrica de la 'Fantasía Baetica', obra que su promotor, Arturo Rubinstei n, interpretó en muchas más ocasiones de lo que se dice habitualmente.
El concierto de Garvayo fue incómodo, dominado por un instrumento envejecido que, según explicó el pianista en uno de sus comentarios entre las obras del programa, conserva en su interior la firma de Rubinstein. Pero a Garvayo le sobra talento para proponer un buen puñado de sutilezas en las 'Trois chansons et danses espagnoles' de Carlos Surinach , lo que hace suponer que había una intención consciente por presentar las demás obras con una perspectiva más ácida. El piano 'español' admite muchas lecturas, desde la recta e imponente gentileza de Alicia de Larrocha a la grandeza cubista de Esteban Sánchez que puede tomarse como punto de partida para los acentos agrestes con los que Garvayo trazó 'Le tombeau de Claude Debussy' (Falla) o 'La puerta del vino' (Debussy), la decidida dureza de 'L'espagnolade' ( Ernesto Halffter ), la distante consideración de 'Pour le tombeau de Paul Dukas' ( Falla , de nuevo), o la seriedad del 'Mensaje a Claude Debussy' ( Joaquín Nin Castellanos ). 'Homenajes' cruzaba varias obras dedicadas entre los autores programados y algunas otras capaces de intensificar la imagen de un tiempo ilusionante que quiso mirar al flamenco como definición esencial de la idiosincrasia nacional. Es curioso que Falla señalara, sin embargo: que «en lo que hace a mi oficio, mi patria es París».