Música
Festival Flamenco de Nueva York: dos décadas en todos los teatros de la Gran Manzana
El evento, en el que Paco de Lucía, Enrique Morente y Farruquito hicieron historia, culmina su última edición
El atentado contra las Torres Gemelas, la ferocidad de la crisis del 2008 y una pandemia como fin de fiesta sin bulerías para celebrar su 20 cumpleaños. Todo eso ha vivido el Flamenco Festival de Nueva York, que clausuró este lunes su última edición por falta de apoyo institucional. Han sido dos décadas de cante, baile y guitarra en la otra orilla del Atlántico. Con Paco de Lucía presentando sus 'Cositas buenas' y Enrique Morente al grito de 'Manhattan' en 'Omega'.
Pasó por esas tablas el flamenco más racial de Juana la del Pipa y la sobriedad de Carmen Linares con Manolo Sanlúcar en la 'Locura de brisa y trino' que desató y unió a ambos. Farruquito fue catalogado por el New York Times como «el mejor artista que pisó la Gran Manzana en 2001» por su actuación en este marco: 'La len varó'. Tocaron en el Town Hall Tomatito y Vicente Amigo , este con 'Ciudad de las ideas', su álbum más emblemático. Antonio Canales presentó 'Bailaor' en el New York City Center y José Mercé montó el 'Lío'. Chocolate partió su botella por fandangos; justo al pisar la pista de aterrizaje, resbaló con la capa de hielo. María Pagés y Sara Baras presumieron de juventud ante los focos, también Miguel Poveda, que volvió para abrir con 'Diverso' la edición postrera, Arcángel e Israel Galván. Rosalía se dio a conocer aquí con su temprana 'Los ángeles'. Fueron pasando muchos. Los mejores o, al menos, los que causaron más notoriedad.
El Flamenco Festival de Nueva York surgió de casualidad y, desde entonces, ha trabajado la marca España en la extranjero desde la plaza más importante del mundo: Estados Unidos, con sede en Nueva York. Miguel Marín, gestor cultural que está al frente de esta y otras citas , como el Festival Flamenco de Londres, recuerda bien el origen de esta hazaña:
«Estaba estudiando un máster de Administración de Artes Escénicas y tenía en mente hacer algo de danza contemporánea. Hablé con el World Music Institute y me quitaron la idea: danza contemporánea hay mucha, traenos flamenco. Así me traje un espectáculo con Carmen Linares, 'Canciones populares de Lorca', al Lincoln Center. Después, otro con La Macanita y Concha Vargas. Me di cuenta que en una ciudad tan grande una obra se perdía entre tantas propuestas. Para causar impacto, habíamos de crear un gran festival. Y un par de espectáculos o tres no es un festival en Nueva York . Allí un festival tenía que ser mucho más grande. Así empezamos y abrimos los medios más importantes del mundo».
La cita, desde su comienzos, experimentó una evolución que habla de la riqueza de este género: «En Estados Unidos el flamenco que gustó siempre era, digamos, el étnico, ese que se asocia a lo éxótico. Pensamos que nuestra aventura duraría lo que ellos tardaran en normalizarnos, pero no fue así. Aquí cada teatro tiene unas líneas de programación, su 'vision statement' y un público concreto, exigente, culto. Ese público ha evolucionado. El flamenco es una de las pocas artes que tiene cabida en todos los teatros de Nueva York . Eso es lo más importante: en el Baryshnikov Arts Center adoran a Rocío Molina todo lo contemporáneo, mientras el público del Town Hall busca algo más tradicional. El flamenco está en todos, en el Carnie Hall, en todos… con propuestas adaptadas al gusto de cada espacio».
Flamencos en el extranjero
Lejos quedan, según este nuevo prisma, aquellas historias que hablaban del carácter primitivo de algunos flamencos. Su descontextualización en ciertos entornos que se manifiesta a través del deleite porque Fernanda preguntara desde lo alto del Empire State que donde quedaba Utrera o que Camarón espetara «Y este negro, quién es», despues de que Quincy Jones lo bañara en elogios en Montreux.
En el exterior, quiero decir, también se aplaude el '¡Viva!', de Manuel Liñan, como ocurrió la semana pasada, con bailaores vestidos de mujer; las propuestas de La Tremendita, cantaora de Triana con un bajo en las manos y media cabeza rapada, y una soleá del Pele. No solo gusta el tópico, sino la expresión en sí en toda su diversidad .
Siempre hubo artistas con mucha proyección más allá de la frontera española. Que gustaron, que triunfaron. Sabicas, de Navarra, instaló su residencia allí y grabó con Joe Beck. Su hermano, Diego, un bohemio que terminó tocando por los bares y clubes, estuvo relacionado hasta el fin de sus días con este festival. La Argentinita, Pilar López, Mario Maya, Antonio Gades, Paco de Lucía, El Güito… Cuando Eva Yerbabuena abrió la Ópera de Sydney en 2007 este relato era ya de una dimensión incalculable. Se me ocurre terminar mencionando que La Macarrona conquistó París en 1889 en una Exposición Universal. La etiqueta nos acompaña de largo: universal. En una calle estrecha de Jerez, en Madrid, Nueva York y el mundo.