La escucha del presente

Teodor Currentzis Rafa Martín /Ibermúsica

Alberto González Lapuente

Tanteando un terreno todavía demasiado inestable, Ibermúsica reanuda sus actividades con un «Abono primavera» reducido a tres conciertos que anuncian al dúo pianístico formado por Katia y Marielle Labèque , al trío que reúne a Joshua Bell , Steven Isserlis y al indubitable Evgeny Kissin , y a musicAeterna bajo la dirección de Teodor Currentzis . En circunstancias normales, la propuesta no admitiría margen de error, pero es indudable que el horizonte pandémico es muy distinto a cualquier escenario conocido y que el esfuerzo tiene consecuencias imprevisibles. A duras penas se ha conseguido completar el aforo reservado para el primer concierto a pesar de que Currentzis represente en este momento una singularidad musical y que su presencia en Madrid y Barcelona sea un hecho extraordinario y muy difícil de extrapolar a otros territorios europeos donde las restricciones son severas. En la agenda de musicAeterna tan solo constan actuaciones en Moscú y San Petersburgo como prólogo a las españolas, y siempre con las dos últimas sinfonías de Mozart, compositor fetiche sobre el que hace tiempo construyeron una nueva escucha modelada por la muy particular personalidad del director de origen griego.

Currentzis se despegó muy pronto de cualquier referencia interpretativa inmediata, apoyando sus propuestas sobre dos principios esenciales: la calidad instrumental y la recreación de una supuesta sonoridad filológica poderosamente barnizada de parcialidad, desde Purcell a Lachenmann o Dmitri Kourliandski. La escucha de su prepandémica «Misa de réquiem» verdiana (que llevó hasta la Filarmónica de Berlín) o los últimos conciertos que dirigió a la SWR Symphonieorchester de Stuttgart, de la que es titular, revelan el calado de un músico formidable, insolito y tan profundamente subjetivo como la historia de la interpretación. Que apenas medio siglo después de la muerte de Mozart su sinfonía 41 se interpretara en un pionero festival alemán en Turingia por una orquesta de más de ciento cincuenta instrumentistas demuestra lo frágil que es el rigor y lo muy contundente que pueden llegar a ser las circunstancias personales y colectivas.

También en el complejo mundo de Currentzis hay que incluir el acicate de una personalidad esencialmente distinguida lo que le ha llevado al diseño de proyectos como el repulido fragmento de «La Traviata,» incluida en el ciclo «Fragments», hecho en el período de confinamiento en San Petersburgo y dedicado a escenas operísticas acompañadas por una recreación visual y cinematográfica. Siempre extremadamente exquisito o contagiosamente energético, Currentzis se ha presentado en Madrid afrontando una tercera vía, con el gesto sobredimensionado, obviando el podio (que por otra parte ocupaba un espacio absurdo), moviéndose hasta caminar entre los primeros atriles, hinchando la mímica y, paradójicamente, menos radical. La fuerza que emana de su actitud ha tenido siempre una reacción inmediata en musicAterna y algo puede decir al respecto su versión de las sinfonías de Beethoven que van apareciendo discográficamente y, cuya interpretación en vivo, interrumpió la pandemia después de dejar algunas actuaciones memorablemente potentes como sucedió en el Festival de Salzburgo.

Pero en este caso y con Mozart en el atril la hiperactiva implicación de Currentzis encuentra su correlato en un gesto menos excesivo por parte de musicAeterna . La traducción musical significa que la rigidez de los acentos tiene hoy un apoyo menos drástico y así se escuchó en el primer movimiento de la sinfonía 40; el rango sonoro alcanza límites menos refinados según atestiguó su último movimiento; la consideración dramática transcurre con simple corrección en el «andante» de la 41 y, aun, ante el poderoso entramado contrapuntístico de su «molto allegro» final, pudo observarse una irregularidad instrumental sospechosa.

La fatiga del confinamiento también pasa su factura y musicAeterna se duele de todo ello alcanzando una menor eficacia, lo que su director procura compensar abultando defectos meramente decorativos. Tendrán que volver las aguas a su cauce y Currentzis a defender ese Mozart contagioso de teatralidad que tan formidables consecuencias ha tenido en interpretaciones referenciales, por ejemplo ante las óperas de Da Ponte, en disco, en escena y en concierto tal y como las interpretó en el Festival de Lucerna. Porque tras el Currentzis peculiar hay un pensamiento firme sostenido en una sensata reflexión musical. La red está plagada de videos que lo corroboran y entre todos ellos se encuentra alguno en el que habla sobre Beethoven señalando sobre su también particular personalidad que «cualquier persona en tiempos difíciles se convierte en una persona difícil». Será esta la razón por la que ahora las cosas son tan distintas.

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