Alberto González Lapuente
Por qué duele tanto sentir la ausencia de Abreu
Sin más herramientas que su propia iluminación, demostró que el valor de la música está en el uso que se haga de ella, no en su contenido
Se equivocan quienes crean como principio que la música, el arte en general, incluso la ciencia, hace mejores personas. Cualquiera que circule por su interior sabe que al lado de individuos muy estimables hay muchos imbéciles, arribistas, pagados de sí mismo y sinvergüenzas. Como en cualquier actividad cotidiana. Al fin y al cabo tocar la flauta o agitar las baquetas solo es un ejercicio de habilidad. La cuestión está en saber si, tras la ejecución, puede haber algo trascendente; si tiene importancia el disfrute de este arte abstracto e inmaterial; por qué hoy duele tanto sentir la ausencia de José Antonio Abreu .
Hace tiempo, y la crisis de 2008 fue determinante en muchos aspectos, que Europa se empalaga y consuela en una suerte de melancolía. Falsa, viejuna y agotadora, pero evidente para quienes ya peinan canas. Lo contradictorio es que esto suceda en un espacio que, pese a sus muchas y profundas quiebras, reconoce el decoro de los ciudadanos. No sucede así en lugares como Venezuela, donde sobrevivir es, en sí mismo, una necesidad . Exactamente el lugar en donde Abreu, sin más herramientas que su propia iluminación, demostró que el valor de la música está en el uso que se haga de ella , no en su contenido.
Hay que insistir en el detalle de que dictadores y finolis también la disfrutan pero apenas les endereza. Por contra, hay miles de personas que han convertido en primordial lo aparentemente inútil, lo inservible, aquello que se maneja y disfruta simplemente por hacerlo. En su día nadie daba un duro por Abreu porque nadie podía imaginar la capacidad de penetración de u n proyecto que ahora es esencial en un entorno imprevisto y cuyas consecuencias se demuestran en ese momento inalcanzables.
Parafraseando a Ovidio, «gracias al arte conseguí olvidarme de mi desgracia». Con palabras también interesantes lo ha expresado más recientemente el profesor Sánchez Usanos escribiendo de filosofía y literatura, que, a la postre, es lo mismo: «Creo que la mejor manera de saltar por encima de nuestra propia sombra, de salir del callejón y burlar a la muerte, pasa siempre por los demás, por ciertas formas de amor, por hacer determinadas cosas a fondo perdido y seguir confiando en la magia».
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