El destino de Marianela

Marianela en versión de concierto del Teatro de la Zarzuela ABC

Alberto González Lapuente

El año Galdós, que a punto está de concluir, ha permitido recordar la interesante relación entre su obra literaria y la música, ya sea desde las citas incluidas de sus textos, ya desde su recreación musical. Galdós tuvo arraigo en la zarzuela , el «arte modesto» y género de moda, aunque también interesó a la ópera. «Marianela», el título que más fama le dio en vida, es un caso emblemático sobre el que ahora regresa el Teatro de la Zarzuela recuperando en versión de concierto la ópera homónima del barcelonés Jaume Pahissa sobre texto de los sevillanos Álvarez Quintero .

Pero «Marianela» no debió ser un asunto fácil de manejar a tenor de los muchos intentos por ponerla en música. En España interesó sin éxito a los compositores Pedro Miguel Marqués, Joaquín Malats, Arturo Lapuerta, Enric Morera… ,y entre los literatos, a Carlos Fernández Shaw y Valle-Inclán. La «chiquilla» cayó finalmente en manos del verso fácil, ripioso y un punto cursi de los Álvarez Quintero . De manera que, como si de la pobre Nela se tratase, el alma bella de la obra adquirió un rostro feo. Pahissa, y ahora se ha confirmado, lo ennobleció haciendo una obra cercana , en la que resplandece su categoría de buen músico (muy notables y originales los momentos instrumentales) y un afán ecléctico que hacer convivir aires de zarzuela con lejanos ecos wagnerianos y otros más cercanos y propios de Richard Strauss. Sin olvidar la recreación del ambiente cántabro a partir de referencias temáticas catalanas.

Luego, a «Marinela» le asoma la falta de resolución en la caracterización de los personajes, la seguridad en la definición de un estilo propio (lo que ahonda en el contexto polisémico de la vieja y añorada ópera española), y la humildad melódica, de tirante prosodia y exceso de agudo. Esto hace que alguna de las partes sean especialmente endiabladas y requiera de cantantes bien armados. Luis Cansino es el doctor Golfín, quien recupera la vista de Pablo. Llama la atención por su capacidad para llevar la partitura a un contexto musical convincente. Alejandro Roy, el protagonista incapaz de ver que la belleza es algo más que una cara bonita, apabulla en el registro alto y se implica en el asunto con cautela. Lo que en Adriana González, Marianela, se traduce en una cómoda conversión al falsete. Pero en todos hay mucho mérito porque la interpretación se produce en un gran escenario, con la orquesta muy abierta y el coro colocado lejísimos del director Óliver Díaz quien añade garra y entusiasmo. Se agradece. «Marianela» no es una ópera que admita lecturas cobardes .

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