El negocio (no tan) redondo de Spotify

La editora musical de Tom Petty y Neil Young ha presentado una demanda millonaria contra la compañía, que pone de relieve los inconvenientes de su modelo

Tom Petty AFP
David Morán

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En el peor momento posible, justo cuando artistas díscolos como Taylor Swift o Prince habían regresado al redil y la empresa visualizaba su salida a bolsa como la única solución posible para taponar un historial de pérdidas cada vez más abultadas, Spotify ha vuelto a tropezar con los derechos de autor para estrenar el año de la peor manera posible. Esto es: con una demanda multimillonaria encima de la mesa que, además de un varapalo económico de impresión, pone en entredicho el funcionamiento de la más popular plataforma de streaming.

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Así, pocos meses después de que David Lowery, líder de Cracker y fundador de Camper Van Beethoven, obligase a Spotify a desembolsar 43 millones de dólares tras liderar una querella que agrupaba a cerca de un centenar de artistas y que acusaba a la compañía de reproducir y distribuir canciones sin las licencias necesarias, ahora es la editora californiana Wixen Music la que reclama a la empresa sueca nada menos que 1.600 millones de dólares por infringir derechos de autor de Tom Petty, Neil Young, The Doors, The Beach Boys, Janis Joplin, Rage Against The Machine, Al Green, Jonathan Richman, Weezer o Missy Elliott, entre muchos otros.

15.000 euros por canción

En total, 10. 784 canciones de algunos de los 2.000 clientes a los que Wixen representa y que, según denuncia la editora, Spotify estaría ofreciendo sin las licencias necesarias. Una infracción «deliberada» a la que la editora ha puesto precio: 15.000 dólares de indemnización por composición más las costas del juicio.

En su demanda, la compañía alega que, según la legislación que regula la propiedad intelectual en Estados Unidos, por cada canción existen dos copyrights separados: el del registro sonoro y el de la composición musical. Una diferenciación que, asegura Wixen, Spotify no está respetando, ya que sólo se ha preocupado por llegar a acuerdos con las grandes discográficas para obtener los derechos de los registros sonoros, olvidándose de hacer lo mismo con los derechos de las composiciones. «Como resultado, Spotify ha construido un negocio millonario a espaldas de compositores y editores cuya música está utilizando, en muchos casos, sin obtener y pagar las licencias necesarias», puede leerse en la querella.

En la práctica y según la denuncia, esto implicaría que cada vez que un usuario reproduce «Like A Hurricane», por poner un ejemplo, Spotify paga a la discográfica Warner 0,007 dólares como propietaria de los derechos generados tras la reproducción de la canción de Neil Young, mientras que Wixen, editora que gestiona la licencia de la misma canción para el mismo artista, se quedaría fuera del reparto.

«Como Spotify ha admitido públicamente, y como demandas y acuerdos recientes han confirmado, Spotify ha fallado repetidamente a la hora de obtener las licencias legales o “mecánicas” necesarias para reproducir y/o distribuir composiciones musicales en su servicio», subraya una demanda que sugiere que Spotify gestiona de forma irregular un 21% de su catálogo musical, lo que afectaría a más de 6 millones de canciones. Como toda respuesta, y según recogía ayer «The Hollywood Reporter», Spotify se ha limitado a poner en duda que Wixen tenga permiso de sus clientes para emprender una acción legal de esta envergadura.

Una década de pérdidas

En cualquier caso, y a la espera de ver cómo evoluciona la demanda, esta denuncia supone un duro contratiempo para una empresa que, diez años después de su nacimiento y a pesar de su popularidad cada vez más creciente, aún no ha conseguido ser rentable. Es más: la compañía sueca cerró 2016 con unas pérdidas superiores a los 500 millones de euros a pesar de haber duplicado el número de usuarios de pagos y de haber disparado sus ingresos hasta los 2.900 millones de euros.

Unas cifras que se explican precisamente por el escaso margen que le queda a la compañía nórdica después de pagar a los sellos discográficos (2.900 millones de euros sólo en 2106) y que hacen que por cada euro que ingresa Spotify, más del 80% vaya a parar la discográfica, aunque luego el artista apenas reciba 0,0011 dólares por cada reproducción.

A todo esto hay que sumar la amenaza que supone para la empresa sueca la irrupción de Apple Music, plataforma de streaming impulsada desde Cupertino que en sólo tres años de vida ha logrado sumar 30 millones de usuarios de pago. Una cifra que, pese que quedar lejos de los 150 millones de usuarios activos de Spotify, sí que empieza a acercarse a esos 65 millones de usuarios de pago que la compañía sueca ha conseguido fidelizar desde su nacimiento en 2006.

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