David Bowie: «En el rock he sido héroe y villano»

Reproducimos la entrevista al músico británico publicada en Blanco y Negro el 16 de septiembre de 1990

David Bowie ABC

PEDRO TOUCEDA

Héroe y villano, camaleón y vampiro, maniquí y espantapájaros, duque y tahúr del «rock», David Bowie siempre ha tenido un as en la manga , una ficha mágica que le ha permitido saltar de puente a puente y convertirse en el rey de las corrientes. Nacido hace cuarenta y tres años en el barrio londinense de Brixton, David Jones y su gama de personajes han conseguido crear una de las cortes musicales más influyentes del planeta. A comienzos del presente año, cuando empezaba a rodar su disco «Changes Bowie» , el cantante británico salió a la carretera para repasar con todos sus hinchas veinte años de grandes éxitos, de sonrisas y lágrimas, de danza vital y mortal. Estos días el espectáculo «Sound & Vision» ha recalado en España. Bowíe, que quiere camuflarse en el grupo Tin Machine, agita ahora en su mano el pañuelo de las despedidas . Tal vez vuelva luego en una alfombra voladora.

Cuando uno se acerca a David Bowie, un personaje con tantos egos, con tantas personalidades proclamadas a lo largo de los años, no sabe verdaderamente a quién va a encontrarse, qué color pintará en la piel del camaleón. Lo lógico sería suponer que en el Bowie cotidiano, y más concretamente en el Bowie de las entrevistas, reinase un carácter uniforme, pero la lógica en este caso funciona tan mal como a la hora de rellenar una quiniela , la lógica en el Duque se ve sepultada por la ilusión, los presentimientos y el impulso.

De hecho, todo el corretear de Bowie por los senderos del rock tiene mucho de juego infantil , de rescate, de despiste; el cantante de Brixton ha ido botando siempre como un balón de rugby para escaparse del abrazo de las etiquetas y del aburrimiento.

La conclusión que aflora después de cruzar unas palabras con él es que su carácter y sus egos atienden a una veleidosa climatología. Bowie afirma, medio en serio, medio en broma, que necesitaría una especie de hombre del tiempo para saber qué humor iba a tener al día siguiente.

-Yo pienso que todas las personas cambiamos de un día para otro, pero no con la misma intensidad. Cuando oyes dentro de ti muchas voces y ninguna más alta que la otra, puede que según el momento te dejes guiar por una de ellas. Eso me ha ocurrido durante muchos años. Actualmente escucho una voz por encima de las demás, y aunque todavía no me conozco bien, al menos sé lo que quiero. De todas maneras, dependo mucho del humor con el que me levanto. Si me levanto lleno de energía positiva, estaré maravilloso, pero si me levanto cargado de negatividad, será difícil aguantarme ese día.

-¿Con qué humor se ha despertado hoy?

-Me he levantado con una sonrisa.

-¿En qué piensa cuando cierra los ojos y no duerme?

-En mil cosas. Cuando estoy de gira, como ahora, pienso a menudo en la gente que quiero. En mi Joe, en Melissa (su novia), en Coco (su mejor consejera). También le doy bastantes vueltas en la cabeza al asunto de Tin Machine. Creo que el nuevo disco que hemos grabado es realmente bueno.

-El primero cosechó un montón de malas críticas.

-Nunca me han importado las críticas. Lo hicimos porque nos gustaba y por eso está bien hecho. Pero el segundo es mejor, lo reconozco. De todas maneras sé que la música del grupo tarda en digerirse, no es música para quinceañeras.

-¿Qué fecha de caducidad tiene Tin Machine?

-Eso nunca se sabe. Ahora mismo deseo sumergirme en Tin Machine durante años y años. Pero la historia dice que yo siempre me he embarcado en aventuras de muy corta vida. Durante un tiempo me apasiona y me divierte una faceta del arte, de la música o de cualquier otra cosa, pero después resulta que mi atención ya no está allí. No deseo seguir con ello. Inflo un globo y luego dejo que se desinfle solo. He hecho lo que quería y después salto a otro asunto. Esa es la clase de artista que soy. La gente, los críticos, me llaman por eso camaleón. A Picabia también le comparaban con esos animalillos tan simpáticos. Yo no sé si soy un camaleón pero sé que hay muchísimos aspectos de la música que me interesan, y realmente es divertido internarte en ellos y jugar en ese gran campo de fútbol.

-Se puede decir entonces que usted está disputando este año un partido de viejas glorias.

-Bueno, llámelo si quiere de esa forma. La verdad es que en esta gira lo estoy pasando genial. No creía que iba a disfrutar tanto, en serio. Desde las giras que realicé a principios de los setenta no había disfrutado tanto. Cuando me planteé lo de salir a la carretera con todo este repertorio de grandes éxitos, lo hice por dos razones: por un lado, quería poner a dormir para siempre mis canciones que a mí ya me ruborizan un poco, como «Rebel, rebel», y que el público me sigue pidiendo. Por otro, deseaba despedirme de David Bowie, protagonista principal de mi película, y convertirme en uno de los personajes de Tin Machine.

-¿Es cierto que seleccionó el repertorio de Sound & Vision a través de una encuesta popular?

-El ochenta por ciento del repertorio lo seleccioné de esa manera. Abrí una línea internacional y allí me llamaron todos los que quisieron. Las canciones más votadas fueron las elegidas. Luego me permití el capricho de añadir temas como «Station to station» y «Stay».

-¿Y si tuviera que votar por el mejor álbum de su carrera?

-Votaría por «Héroes», sin dudarlo.

-¿Qué papel prefiere: el de héroe o el de villano?

-Prefiero ser héroe y de vez en cuando jugar a ser villano. En el rock he sido un héroe, uno de los últimos héroes, aunque también he interpretado el papel de villano.

-¿Qué es lo que más le gusta del rock?

-El rock te permite estrellarte con tu cohete en la luna y salir del accidente tan fresco.

-¿Qué contraseña le pide a una canción para dejarla entrar en su repertorio?

-Terremoto. Esa es la contraseña. A una canción le exijo que tenga una fuerza interior como un seísmo.

-¿Cómo consiguió desterrar las drogas de su vida?

-Con los exorcismos de Coco Schwab. A mediados de los setenta vivía con Iggy Pop en Los Ángeles y estábamos machacándonos con las drogas. Musicalmente me sentía feliz. «Fame» había llegado al número uno en los Estados Unidos y todo iba bien, pero las drogas me invadieron y me encontraba a la deriva. Coco fue la única persona que supo ponerme en el rumbo adecuado y ese rumbo era Berlín. Dejé toda la basura de Los Ángeles y me fui a Alemania. Ahora, a las drogas no las quiero ver ni en pintura.

-¿Sigue usted pintando retratos?

-Sí, aunque no tengo previsto exponer ni nada por el estilo. Pinto para mí y para mis amigos. De todas maneras, no se preocupe, todavía no he conseguido parecerme a Velázquez, así que no se pierde nada.

-Tengo entendido que piensa embarcarse en una nueva película.

-Eso espero, le estoy robando tiempo a la música para poder participar en una comedia divertidísima que se rodará en Nueva York. Será mi primera comedia, estoy bastante ilusionado con este asunto.

-¿Cuáles han sido sus últimos descubrimientos musicales?

-Ninguno. Bueno, si deja la pregunta en penúltimos descubrimientos, le puedo responder que los Pixies. Con una pizca de suerte, los Pixies serán los triunfadores de los noventa: están por encima de las modas y tienen mucho genio.

-Si un día, mientras toca el saxofón, se le apareciera el genio de la lámpara de Aladino y le concediese tres deseos, ¿qué le pediría?

Bowie suelta una sonora carcajada y, después de domarla, mira afilando los ojos cuestionando con sus pupilas desiguales la fiabilidad de sus oídos. En Bowie, personaje de ambigüedad ora declarada, ora camuflada, lo masculino y lo femenino parece fundido interiormente. Tan pronto embotella la voz como la ahíla: sus ademanes siempre elegantes también oscilan entre la sobriedad y la excesiva delicadeza. A veces, él mismo se alarma de sus cambios bruscos e intenta equilibrar la balanza mirando al infinito.

-¿Pueden ser más de tres deseos?

-Sí, los que usted quiera.

-Bueno, déjeme pensar. El primero, sin duda, sería aprender a tocar el saxo decentemente. También le pediría un montón de buenas canciones y estar siempre por delante de los demás en el plano musical. Luego, sin dejar de ser egoísta, querría paz y salud para la gente que quiero.

-Hace unos meses, su exmujer, Angie, declaró en una cadena de televisión estadounidense que le había sorprendido a usted en la cama con Mick Jagger. ¿Cómo le sentaron esas declaraciones?

-No contesto.

-¿Qué ha supuesto para usted conocer a Melissa Murley?

-Mucho. Es una persona muy importante en mi vida. La conocí durante las pruebas de selección de bailarinas de mi anterior gira, la del ochenta y siete, Glass Spider.

-Hay quien asegura que ustedes se van a casar próximamente.

-Preferiría no hablar de cuestiones tan personales.

-¿A usted le quedan ganas de volverse a casar?

-Qué quiera que le diga. Melissa vive en Los Ángeles, yo vivo en Suiza, también en la isla de Moustique y, ahora, en la carretera. Ella baila, yo canto; las cosas entre nosotros marchan fantásticamente, no me planteo nada más.

-Durante el cerco que le hicieron a Noriega cuando se refugió en la embajada del Vaticano en Panamá parece ser que las tropas estadounidenses utilizaron distintos temas de rock para no dejarle dormir. Entre esas canciones se encontraba «Modern Love». ¿Qué opina usted de este asunto?

-No me parece ninguna gracia que se usen mis canciones para esos fines. Espero que no hagan lo mismo con Sadam Husein.

-¿Ha cobrado al menos los derechos de autor?

-Me temo que no.

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