Flamenco

Cuando la música es oración

En una lista de Spotify, recogemos cantes y toques flamencos que tienen alguna vinculación con la religión y la plegaria

El guitarrista Rafael Riqueni J.M. Serrano

Luis Ybarra Ramírez

Dicen que Enrique El Mellizo, un viejo cantaor de Cádiz, inventó su malagueña a partir del canto gregoriano. La saeta, áspera en su razón de ser, con el precipicio y la herida como única vía para llegar a Dios, también tiene su origen en la oración que recogida comienza a recitarse y musicarse en voz alta. Ambos casos sirven para ilustrar una línea de reflexión propia de estos días: no hay única forma de rezar cantando. Es la intención lo único que diferencia una plegaria de un cante que nada tiene que ver con lo divino . Por eso la seguirilla se convierte en rezo no cuando se hace saeta, sino cuando Paco Taranto otea de frente una luz y conversa con ella: «Cachorro mío/guíale los pasos/aléjalo de la malina senda/que andaba pisando». En su seguirilla, de pronto, está el Cristo agónico al que más se le requiere en Triana. Y le pide gimiendo, prestando por un segundo su aflicción en un trueque que dura lo mismo que un arrebato.

Quien lo explica desde los tuétanos es María Teresa de Calcuta : «El fruto del silencio es la oración. El fruto de la oración es la fe. El fruto de la fe es el amor. El fruto del amor es el servicio». La música, por ello, rompe el mutismo y después mueve montañas.

En esta lista de Spotify, entonces, recogemos algunas saetas históricas : las de Manolo Caracol, el Niño Gloria y Manuel Vallejo, quien rechazó un contrato de 30.000 pesetas en Madrid para brindar su queja a La Macarena, en Sevilla, durante la República. Pero para hacer este desgarro soportable nos centramos en la devoción desde otros prismas, palos y estilos. ¿No es rezar eso que hizo El Lebrijano en el álbum 'La palabra de Dios a un gitano', donde se proclama a principios de los 70 como el primer artista en incorporar versículos de la Biblia al repertorio flamenco? «Blasfemia», dijeron algunos. Pero qué forma tan honesta de acercarse a sus creencias, con la garganta que esculpió junto a su madre, La Perrata, en un patio familiar. Con toda la sangre antecesora agolpada en un coágulo a punto de romperse. Rezar es contemplarse por dentro para ver lo de fuera. No cabe en ese verbo la mentira. Tampoco vale. Su premisa es la fe y esta se destila de una manera distinta en cada pecho. Por bulerías, por tangos. También por soleá , como hace Porrina de Badajoz manchado de miel al referirse a la Virgen de los Remedios.

El Lebrijano ABC

El Turry, tan joven, Manuel Cuevas por sevillanas, Lole y Manuel clamando por la paz en un mundo convulso, Enrique Morente en misa y desde el banco que compartío con Leonard Cohen , Chocolate, Camarón llamando al Papa, María de la Colina, Terremoto de Jerez , Rocío Márquez y Pansequito son otros de los nombres que se cruzan por estos derroteros.

Música instrumental

Lo instrumental, donde lo argumentado anteriormente cobra el mayor de los sentidos, queda en manos de un trémolo de Manolo Sanlúcar , Rafael Riqueni en las 'Amarguras' de Font de Anta, Dorantes con el Cristo de los Gitanos recostado en su piano de marfil y Pájaro en una locura forastera que a base de raíz y talento se vuelve foránea. Es el lenguaje musical otra de las armazones donde se cristaliza la palabra. Si la rondeña que abre nuestra selección, perteneciente al disco 'Tauromagia', no es un rezo que, sin decir, habla, el verbo rezar parecería despojado de su significado más hondo. Tocar aquí es rezar. Dar parte de lo oculto.

Manolo Sanlúcar durante un concierto ABC

Un caso particular, sirva de clausura para esta Semana Santa extraña vivida más desde las pantallas que en la calle, es el del texto de 'La saeta', de Antonio Machado . En él vierte su rechazo al exceso de la superficialidad primaveral que algunos llevan como estandarte cada curso. Sin embargo, el pueblo lo termina alzando, por su belleza, como el mayor de los halagos: «No puedo cantar ni quiero/a ese Jesús del madero/sino al que anduvo en la mar». La verdad, en los versos del poeta, prevalece, despreciando los golpes superfluos de esternón. Por eso no iba todo esto de pedir escaleras para subir al madero, sino de cultivar una luz que alumbre. La posibilidad de rezar, en ese sentido, iguala a los hombres.

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