Cuando éramos jóvenes
Las muertes de leyendas del pop dejan un sentimiento de orfandad a los mayores de treinta, no así a los «millenials»
Mañana hará un año de la muerte de Lemmy Kilmister , Dios en los mentideros del rock’n’roll. El pasado 28 de diciembre, Día de los Inocentes, como en una irónica jugarreta del destino, fallecía el líder de Motörhead , un ser que parecía inmortal. Había desafiado a las leyes de la salud humana más que Keith Richards , y había seguido de gira ofreciendo furiosos conciertos hasta dos semanas antes de su cita con la parca. A pesar de que había tenido varios achaques nadie se lo esperaba cuando un cáncer de próstata se lo llevó, marcando otra de esas «X» en el calendario de despedidas importantes en el universo de la música popular
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Por edad ya no debiera ser una sorpresa que mueran las leyendas del pop, pero el halo de eternidad que les otorgan sus canciones hace que siempre se nos haga un nudo en el pecho cuando nos enteramos de la última. Y este año los hemos sufrido cada dos por tres.
Miedo en el cuerpo
Todas estas muertes nos han metido el miedo en el cuerpo y ya tememos perder cualquier día de estos a Iggy Pop, a Paul McCartney, a Eric Clapton, Robert Plant, John Mayall, Stevie Wonder, Willie Nelson, Ozzy Osbourne, Steven Tyler o a cualquiera de los Rolling Stones , por no hablar de los que empezaron el cotarro y aún sobreviven para contarlo, como Chuck Berry o Jerry Lee Lewis.
Ver su nombre entre los «trending topics» de Twitter da verdaderos sustos a los melómanos de treinta años para arriba, que son los que se están viendo afectados por este sentimiento de orfandad. No así los jóvenes «millennials» , que ven a todos estos artistas como dinosaurios de otra era. Y es que de hecho ellos ya viven en otra, en la que los reyes de las listas de ventas y de las plataformas de streaming son los artistas de las músicas urbanas, latinas, hip-hop, neo-R&B, y un puñado de artistas de pop de estadio (un concepto nacido durante los años ochenta) como Coldplay , Muse o U2 .
Y es que las leyendas no han aguantado del todo bien el cambio de paradigma en la industria musical, quedando irremisiblemente fuera de todos los rankings de artistas que más discos han vendido en lo que va de siglo XXI. En la lista destacan sólo superestrellas de nuevo cuño, y está liderada por la británica Adele y el estadounidense Eminem , cuyos álbumes «21» y «The Marshall Matters EP» aparecen empatados con 35 millones de copias vendidas cada uno.
La renovación
Les siguen artistas de marcado corte «millennial» como Britney Spears , Linkin Park o Avril Lavigne, todos ellos habituados a las nuevas tecnologías de grabación, a los nuevos formatos de escucha y sobre todo a la promoción y la comunicación vía redes sociales. El «boom» latino parece que será el la «next big thing» en los años venideros, y tampoco deberíamos descartar que surja otra estrella pop de un «talent show» televisivo, como fue el caso de Adele.
Las cifras no mienten, y sólo arrojan un par de resultados que contradigan la tendencia ( Madonna es una de las veteranas que aguantan el tipo en el nuevo milenio, por ejemplo). Los tiempos han cambiado, exigen renovación. Pero mientras la juventud lo vive con total normalidad habrá muchos a los que les invada la melancolía cada vez que caiga una nueva leyenda. Suerte que tenemos todos sus discos.