Críticas de los discos de la semana: Vetusta Morla, Alizzz y Tachenko

Nuestros especialistas musicales hacen un repaso de las novedades discográficas más interesantes de las últimas semanas

Varios autores

Vetusta Morla - 'Cable a tierra'

La infame estrategia comercial de destripar por fascículos gran parte de los álbumes desde muchos meses antes de su fecha de publicación nos reservaba para el viernes solo siete temas nuevos de los diez que componen el sexto trabajo de estudio de Vetusta Morla. Así que acudimos a la primera escucha conjunta con las mismas incertidumbres que un aficionado ante el primer partido de pretemporada de su club de fútbol: ¿funcionarán los nuevos fichajes? ¿se compenetrarán con los jugadores ya conocidos y formarán un buen equipo? El sexteto de Tres Cantos pone el máximo empeño en que así ocurra: en que las canciones de sus discos no sean cada una de su padre y de su madre. No siempre lo ha conseguido con el empaque de este ‘Cable a tierra’, que probablemente no contenga ningún hit festivalero, pero que tampoco presenta fugas. El álbum forma esta vez una obra coherente cuyas piezas carecen de sentido unas sin la compañía de las otras. Y al contrario: cada una de ellas refuerza y completa a la anterior y a la siguiente. Esa es su mayor virtud. No es poca cosa.

En la media hora larga de ‘Cable a tierra’, Vetusta Morla van subiendo y bajando pendientes en un continuo rompepiernas de estados de animo: de la alegría al dolor, de la tristeza a la esperanza, de la proclama a la melancolía. Y el viaje, a bordo de la camaleónica voz de Pucho y del sinfín de instrumentos sumados a la causa, no se hace esta vez ni demasiado pesado ni demasiado ligero. Todo está muy promediado. Y eso, paradójicamente, viene a ser lo más reprochable. Da la impresión de que, teniendo margen para hacerlo, no han querido salirse aún más del carril por temor a dejar de ser reconocibles para su multitudinario público que ya llena estadios. Sin embargo, las canciones más interesantes del disco son precisamente aquellas que se adentran en terrenos sonoros poco transitados por la banda, como ‘No seré yo’, ‘Corazón de Lava’, ‘Si te quiebras’ o 'El final de la escapada', mientras otros temas como ‘Puñalada trapera’, ‘Palabra es lo único que tengo’ o ‘El Imperio del Sol’ suenan a ya escuchados en discos anteriores.

Por los comentarios en redes que leemos estos días, no parece haber desagradado ni sorprendido a sus parroquianos el anunciado viraje folk de este disco. Habían hablado tanto de ello en los últimos meses, que esperábamos que tuviera un protagonismo aún mayor. Ni en eso se han pasado de la raya. De hecho, los aromas del otro lado del charco ya estaban muy presentes en los discos de Vetusta Morla, sobre todo a partir de ‘La Deriva’ (2014). También esta ha sido una explosión controlada.

“Next level”, respondió entusiasmado el productor Dave Friddman -que ha vuelto a encargarse de las mezclas- cuando le preguntaron por su impresión sobre el disco. Incluso si hubiese contestado con un “Same level” podrían mostrarse orgullosos estos Vetusta Morla instalados desde hace trece años en la azotea de la música española. Su 'Cable a tierra’, ni por acción ni por omisión, los va a bajar a los sótanos.

Por Fernando Rojo.

Alizzz - 'Tiene que haber algo más'

A riesgo de quedar como una persona a la que parece que le gusta todo, allá vamos una semana más: vaya buen disco el de Alizzz. Como si el tradicionalmente productor se hubiera marcado el objetivo de reventar este año –es la mano, no tan invisible, detrás de 'El Madrileño'–, acaba de publicar 'Tiene que haber algo más', su primer elepé después de unas pocas pruebas en solitario y muchas, muchas producciones ridículamente exitosas. ¿Recuerdan aquel 'ae, ae' que suena de manera casi imperativa en algunas de las canciones de Tangana; que si un 'Pa' llamar tu atención, un 'Guerrera' o un ejem, 'Antes de Morirme', ejem? Pues esa era la marca personal de Cristian Quirante, vaya, Alizzz.

Así que después de poner base a algunos de los hits que más hemos bailado en el último lustro se lanza a su movida, al fin en solitario. Se presenta en 'Tiene que haber algo más' como si fuera un C.Tangana (comparación fácil, soy consciente) con las revoluciones bajadas: más pausado, más delicado y más detallista. Y funciona de maravilla, las cosas como son; no se podía esperar menos después de demostrar, durante tantos años, su buen hacer. Aunque las colaboraciones del disco son ineludibles –pasan por la muestra Rigoberta Bandini, Little Jesus, J de los Planetas, Amaia y, claro, el nombradísimo Madrileño–, es cuando vuela solo cuando el disco alcanza su máximo. La estupenda ‘Siempre igual’, más funky; la sentía’ ‘Disimulao’, o la singular ‘Siempre’. Y aunque me contradiga un poco a mí misma con lo que he dicho unas líneas más arriba, qué pasada ‘Luces de emergencia’, la colaboración con J. Una construcción sonora del fin de las cosas; tanto del disco como de todo lo demás. Vamos, que el disco de Alizz es estupendo y tendremos que decirlo; «qué vamos a hacer, qué vamos a hacer».

Por María Alcaraz .

Tachenko - 'Las discotecas de la tarde'

Al pop, ya se sabe, no le suele sentar demasiado bien el paso del tiempo. Las arrugas no casan bien con la lozanía y los años tienden a transformar la energía expansiva, el puro gozo del estribillo sin obstáculos, en reflexiones de ceño fruncido, puño en el mentón y, Dios no lo quiera, latazo cantautoril. A ciertas edades, ay, la línea que separa el brío del pop del tostón folk es tan fina que cuesta horrores no acabar despeñándose. Quizá por eso cada nuevo disco de Tachenko, artesanos de la mejor canción pop y prestidigitadores del ensalmo melódico, es una invitación a quitarse el sombrero y celebrar que siempre hay y habrá gloriosas excepciones a las ya de por sí poco rígidas normas. Y los zaragozanos, no lo duden, son una de ellas.

Porque pasan los años, y son ya unos cuantos los que nos separan de ‘Nieves y rescates’, y ahí siguen Sergio Vinadé y Sebas Puente, infalibles en lo suyo, manteniendo el equilibrio sobre el resbaladizo alambre del pop adulto y combinando su inagotable amor por Teenage Fanclub con sacudidas de euforia bailable. Ahora ya no le cantan al amor y las mayorías ni a mundos que se acaban, sino a las cuitas y miserias de la mediana edad, pero incluso de ahí consiguen sacar petróleo en forma de canciones y estribillos memorables.

Es el caso de ‘Miedo me dan’, ‘Ídolos’, ‘El brindador’ o la despendolada ‘Cuatro estrellas’ (o cómo homenajear a Tino Casal con extrema elegancia), mascarones de proa de este ‘Las discotecas de la tarde’ que supera en ambición y puntería a los recientes ‘El don del vuelo sin el arte hermano del aterrizaje’ y ‘El Comportamiento Privado’. Puro pop en estado de gracia y repleto de versos tatuables y coronado por la estupenda ‘Oso de Plata’, hermosa balada sobrada de melancolía de la buena.

Por David Morán.  

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