Críticas de los discos de la semana: Los Planetas, León Benavente, Silvana Estrada y Molly Nilsson
Nuestros especialistas musicales hacen un repaso de las novedades discográficas más interesantes de las últimas semanas
Con motivo del lanzamiento del décimo disco de Los Planetas, uno de los grupos de pop más polarizadores e influyentes de los últimos treinta años nuestro país, hemos realizado una doble crítica de manera excepcional.
Los Planetas - Las canciones del agua (El Ejército Rojo)
Hay que dar a Los Planetas , en justa correspondencia, la misma seriedad con que se toman la publicación de cada nuevo trabajo y avanzan en un proceso de madurez con el que desde hace años acompañan al público que se crió con ellos, al que ahora invitan a una toma de conciencia -el compromiso, para entendernos- que sustituye a la toma de estupefacientes -el comprimido, para desentendernos-. La gente se hace mayor y necesita otros estímulos.
Concebido como un doble miniálbum conceptual -editado en un volumen de doce pulgadas que quizás hubiera resultado más oportuno presentar en un doble de diez, el formato de ‘Islamabad’, para luego venderlo a esos precios tan asequibles con que El Ejército Rojo despacha sus producciones en una monumental manifestación de las virtudes de la economía circular-, ‘Las canciones del agua’ parte de la contraposición del localismo (Granada) con la universalidad (el mundo). Esa es la teoría. En la práctica, el nuevo disco de Los Planetas plantea, cambiando de coordenada y saltando del espacio al tiempo, el antagonismo entre lo caduco y lo perenne.
La pieza troncal del álbum, ‘El manantial’, es una lectura ortodoxa del repertorio lorquiano, muy alejada de la experimentación que desde Manzanita a Camarón , pasando por Pata Negra o Lagartija Nick , ha definido recientemente y a modo de desafío recreativo la adaptación de los poemas del autor granadino. Esto suena más a La Argentinita , con un piano de fondo, y es muy bonito. Tras Lorca viene lo caduco, que es todo lo demás, torrencial, sin manantiales. Cristalina agua. Una nueva adaptación del trap granadino, tras ya la citada ‘Islamabad’, tiene el valor de documentar y registrar para la posteridad y en un disco importante el proceso de pauperización de la lírica: de «¡Mi corazón es malo, Señor! Siento en mi carne/ la implacable brasa/ del pecado. Mis mares interiores/ se quedaron sin playas» pasamos a «Dice que se quiere venir,/ a fumar hachís./ Quiere que le dé paseos por el Albaicín/ Se ha enamorado de mí». Ahí queda eso.
La atemporalidad y las fechas de consumo preferente vuelven a chocar en la versión de ‘La morralla’, de Carlos Cano , con que Los Planetas vindican a deshora la lucha de clases y denuncian la desigualdad del campo andaluz, pasando por alto las décadas transcurridas desde que Cano se vestía de jornalero hasta que Zarrías y los consejeros de Empleo de la Junta, maqueados de puticlub o de manijeros del cortijo, dieron un nuevo impulso con los ERE al horizonte social de la nueva Andalucía. Por España y por la Humanidad, que dijo Blas Infante . Se trata de un olvido, o de una elipsis, también evidente -dándole la vuelta al disco, hacia lo universal- en la canción con que la banda granadina se inspira en ‘Un buen día’ y relata con asepsia descriptiva una jornada de furia anticapitalista en el Manhattan de los saqueos que acompañaron a la revuelta del Black Lives Matter . Son ganas de irse tan lejos, como el Lorca de ‘Poeta en Nueva York’, teniendo tan a mano y de forma simultánea lo de Barcelona y las tiendas arrasadas de Tous, Puma, Versace, Nike, Adidas, Diesel o Kenzo, por la gloria de Pablo Hasél .
Como mera colección de las canciones que Los Planetas editaron durante su parón pandémico, reflexiones episódicas sobre una sociedad en arresto domiciliario y sometida a la desinformación, la cara B del disco es un amasijo de discursos cuyo carácter coyuntural, ajeno a la permanencia del drama lorquiano, no hace más que subrayar sus defectos de fondo. En manos de Los Planetas, el tema del negacionismo deja para mejor ocasión una reflexión sobre la lucha por las libertades individuales que representa la oposición cívica a las verdades oficiales y a las restricciones que acarrean, y más aún ignora, otro olvido, otra elipsis, los fallos de inconstitucionalidad con que el TC, tras poner en su sitio a la presidenta del Congreso, la que cerró las Cortes, resolvió la legalidad de nuestros estados de alarma y excepción encubierta. Todo es poesía, fuente cristalina, o fuente del Derecho .
Entre los bulos, mentiras, visiones, propaganda, profecías que intoxican nuestra era y contra los que arremeten Los Planetas resulta paradójica la inclusión en este álbum de una pieza dedicada a Don Juan Carlos , basada en hechos tan difusos, folclore popular, granadino y universal, como los que investiga la Fiscalía desde hace meses sin dar pie con bola ni encontrar indicios de delito. Valga la coplilla, casi carnavalera, como elemento de introducción al compromiso que suple al comprimido en la obra de Los Planetas. Estamos madurando. Musicalmente, los granadinos reinciden en el sosiego instrumental para que se les entienda cada vez mejor.
Por Jesús Lillo.
¿Están todavía Los Planetas en disposición de ser relevantes casi tres décadas después de su estreno discográfico? Discutir su legado son ganas de buscar los tres tuits al gato, pero lejos de ofender, las dudas acerca de su vigencia, sobre su capacidad para ejecutar nuevas maniobras de evasión más allá de la alargada sombra de su leyenda, se habían convertido en razonables tras un hiato tan continuista como 'Zona Temporalmente Autónoma'. Un disco mucho más apetecible que ese recargado callejón sin salida que era 'Una ópera egipcia', pero con un único argumento convincente para resquebrajar los moldes: 'Islamabad', una majestuosa letanía sicodélica de cadencia trap con ráfaga final de distorsión. Aquella fantástica conexión, vía Yung Beef , entre sus brumas lisérgicas clásicas y el sonido y la actitud que, le pese quien le pese, definen ahora a toda una generación parecía el primer paso de un exploración en la que merecía la pena embarcarse. Pero, como confirmaron las canciones que fueron desgranando en los últimos meses, la revolución no pasó del conato. No, no hay en su décimo disco movimientos sísmicos similares al de 'La leyenda del espacio', pero la pregunta en torno a su capacidad para seguir resultando pertinentes y esenciales, aunque sea solo un ratito, queda contestada a las primeras de cambio. A partir de un poema de Lorca, ' El manantial', una honda reflexión sobre el fluir de la existencia y los insondables misterios de la naturaleza, la orquesta química abre la espita a una torrencial catarata de sensaciones. En plena dictadura de Tik Tok , se desmarcan con más de doce minutos de transparente y cristalina belleza que transcurren, con el corazón encogido, en un suspiro. En la línea de sus recientes 'conciertos esenciales ', el piano mágico de David Montañés , la guitarra de Florent y un J especialmente esforzado en lo vocal se bastan para conquistar una cumbre a la que solo se puede aspirar desde una madurez creativa bien entendida, la que les permite seguir flotando entre las nubes sin perder de vista las raíces reencontradas. En definitiva, si alguien está en condiciones de unir a Spiritualized con Manuel de Falla , son ellos.
J. no es Lorca , evidentemente, pero la mayor virtud de Los Planetas , la que los convertía en únicos a pesar de abrazar a veces referentes muy reconocibles, siempre fue su capacidad para conectar emocionalmente con el oyente. Subidones, desconciertos, desaciertos, desencantos, amores, rencores, renuncias... acompañando las victorias pírricas y los gloriosos tropiezos vitales, algunas de sus canciones no solo parecían hablar de ti: te hablaban a ti, sonaban así para ti. Es muy probable que muchos seguidores planetarios de primera hora, visiblemente amenazados ahora por las nieves del tiempo, hayan vuelto a sentir de nuevo ese pellizco, la identificación instantánea, el poder catártico que emanaba de canciones como ' Si está bien', 'Parte de lo que me debes', 'La Copa de Europa', 'Un buen día'... o las que incluya el 'tracklist' sentimental de cada cual. Confirmado, aún son capaces de invocar la magia con conjuros sonoros nunca antes formulados. Pero de nuevo, el paso adelante no hace camino.
Como ocurría con 'Islamabad', 'El manantial' eclipsa en buena medida el resto de un disco que se divide en dos partes bien delimitadas, una 'local' y otra 'global', una estructura definitivamente forzada. En la primera tiran con gracia aflamencada del desaprovechado hilo urbano con una adaptación del trapero granadino Khaled ('Se quiere venir') , recuperan la contagiosa 'Alegrías de Graná' y reivindican de forma inesperada a Carlos Cano (quien nos lo iba a decir) poniendo a cabalgar el tanguillo 'La Morralla' sobre los riffs canónicos de Florent . El reverso 'universal' recopila todos sus adelantos pandémicos. Canciones de encierro y levantamiento que, excepto la anodina 'El antiplanetismo' , que ni había ni hay por donde cogerla, consiguen brillar más en conjunto que por separado. Especialmente 'El apocalipsis zombie' (cara b en el 7'' de 'El rey de España'), una delicia pop que, con ese órgano hammond que endulza el cataclismo, hubiera encajado a las mil maravillas en 'Unidad de Desplazamiento' . Pero lo cierto es que solo 'El negacionista' merece el calificativo de single indiscutible en este lote, al menos si se pone en cuarentena su mensaje tosco y confuso, atropellada provocación desde la barrera que se extiende a todo el discurso antisistema de la banda. Quizás hubiera resultado más coherente reunir estas canciones, la instantánea urgente de una pesadilla recurrente, en un 'EP vírico' para haber elevado la apuesta por el sonido orgánico y la exploración de la tradición que proponen el tema estandarte y la maravillosa portada, otra más, de Javier Aramburu. Igual hubieran pergeñado un tostón de gran calibre, nunca se sabe, el riesgo está ahí, pero era la única manera posible de marcar la diferencia, que no es pequeña, entre un disco disfrutable con algunos momentos sobresalientes y el advenimiento de algo nuevo, algo aún por descubrir. Y, en el fondo, el objetivo del viaje siempre fue y debe ser ese.
Por Fernando Pérez .
León Benavente - 'Era' (Warner Music)
Nadie, ni ellos mismos, quizás los que menos, ha sido capaz en diez años de ofrecer una explicación medianamente lógica al éxito de León Benavente . Nadie había previsto, ni ellos mismos, quizás los que menos, que un grupo de músicos relegados a papeles secundarios concitaran de repente tal unanimidad entre el público y la crítica. En mitad de lo que J. de Los Planetas ha bautizado como ' Indietex ' (dícese de una legión de grupos cortados todos por el mismo patrón), León Benavente emergieron con un estilo propio, con un discurso propio. Nadie, ni ellos mismos, quizás los que menos, previó que muchos de esos 'Indietex' trataran de reproducir su receta, naufragando todos en el intento como burdas copias del original. También fracasará quien se acerque a 'Era', el cuarto trabajo de la banda, con la pretensión de resolver el mayor expediente X del indie de los últimos años, pues no tiene explicación que prácticamente la misma fórmula de 2012 siga pareciendo original una década después.
Tal vez no sea el mejor trabajo de León Benavente, pero incluso perdiendo contra ellos mismos, consiguen vencer a sus émulos . Nadie más tiene el manual de instrucciones para seguir experimentando en la música electrónica, cada vez con mayor peso de los sintetizadores, sin dejar de ser y parecer una banda de rock. Vuelve a representar una de las dos grandes virtudes de este disco. La otra es ese aire de fin de una época y comienzo de vaya usted a saber qué. Abraham Boba podría haber escapado del extraño tiempo en que le ha tocado parir 'Era', y sin embargo ha tenido la valentía de intentar plasmarlo en sus letras aun a sabiendas de que lo presente quedará viejo pasado mañana. El único problema es que esa obsesión por querer redondear un disco conceptual encorseta algunas de las canciones, que no terminan de crecer por sí solas. Y puede ser un inconveniente también a la hora de ensamblarlas con el resto del repertorio en su aguerrido directo. Aun así, 'Líbrame del mal', 'La gran muralla' o 'La cámara de ecos', por mencionar solo tres, están lejos de lo que jamás vayan a crear sus afanosos copistas.
Por Fernando Rojo .
Silvana Estrada - 'Marchita' (Glassnote)
Hay veces en las que empezamos la crítica de un disco y terminamos hablando de cualquier cosa menos de lo que se supone que nos atañe. Así que técnicamente vengo aquí a desgranar ' Marchita ' (Glassnote), álbum recién publicado de la mexicana Silvana Estrada , pero en realidad hablaré sobre mí y sobre usted y sobre todos nosotros, pues lo que pasa con 'Marchita' es que, tras la inmediatez de la escucha, no hay hueco para lo técnico; solo cabe la emoción. Después de media hora acunados por la voz de Estrada, es inevitable pensar y escribir de amores pasados («Poco a poco voy perdiendo / la claridad de tu retrato») y amores presentes («Tengo que acostumbrarme a que seas tú mi domingo en casa»). De lo íntimo y de las cosas que incumben de manera individual pero también son universales. Perdonen, ya me centro.
Podría tomarme la libertad de decir: «Lo de Silvana Estrada es muy fuerte», y terminar este texto –es que lo de Estrada es muy fuerte–, pero también este elepé de once canciones es un trabajo al que se pueden dedicar palabras y más palabras. Aunque Estrada publicó en 2017 un primer álbum, 'Lo Sagrado', lo hizo junto al guitarrista Charlie Hunter , por lo que es este de ahora su primer disco largo en solitario. Y con el semidebut la cantautora saca la artilleria pesada, una que es liviana de forma, pero no de fondo. Lo que predomina a lo largo de las pistas no es otra cosa que su instrumento principal: la voz. Una voz que se enraíza y hace gala de ese cliché de que «hay cosas que no parecen de este mundo». Además de la portentosa voz, ‘Marchita’ tiene otros dos pilares: las melodías y las palabras. Las primeras se quedan en la cabeza largo rato después de escucharlas y las segundas dejan poso. Es un disco sonoramente minimalista de palabras muy grandes, que se instauran en lo poético. Hay canciones en las que la voz queda casi desnuda, como ‘Un día cualquiera’, y otras en las que los acompañamientos tienen más presencia, como las cuerdas (‘Marchita’), e incluso los violines (‘Casa’). Pero siempre prevalece la voz. A fin de cuentas es como si Silvana Estrada se te sentara al lado y cantara, agarrada de tu mano, que ella también ha pasado por aquello y que no pasa nada. Una joyita, cálida y melancólica, que escuchar cuando uno está triste y quiere sentirse acompañado por alguien que lo entienda.
Por María Alcaraz .
Molly Nilsson - 'Extreme' (Dark Skies Association)
La diva del euro dance se pasa al shoegaze con purpurina Beach House mediante en un disco de pop, ' Extreme ', regular de regularidad en su notable despliegue de talento, consecución de sonido, elegancia flotante y, en definitiva, solidez. Son numerosas las piezas a destacar del nuevo lanzamiento de la sueca, como la que abre, que casi que podía ir firmada por unos My Bloody Valentine con la base rítmica de Swans , o la siguiente, coplilla de karaoke decadente entre neones y tacones amputados tras una noche de farra empoderadora, 'Fearless like a child', o la nuevamente mybloodyvalentinera en su clave constante de synth pop de 'Kids Today', en un álbum en donde celebramos el acierto también de su desengrasante intermedio tecno. Esta especie de AOR sedoso y espacial sigue fluyendo con brillo y, según sea, con mayor o menor grado de electro o guitarras rock, pero siempre manteniendo el aura de potencial banda sonora de nueva temporada de Twin Peaks . En esta segunda mitad continúa el Pirineo de finura con Anetos pop dignos de REM como 'Avoid Heaven' o la elegancia extravagancia aterciopleada de 'Take me to your leader' para pasar al punknoise despertador de 'They Will pay'. El cierre con 'Pompeii' te deja meditabundo, si uno fuera España, cavilando en la conveniencia de nacionalizarla a la bruto, aunque sea innecesario como el pasamontañas que Jonah Hill le pone gratuitamente a Jennifer Lawrence en 'Don't Look Up', para que vía dedazo gubernamental nos represente en Eurovisión (y ya puestos hasta en el Mundial de Qatar y en la frontera con Ucrania, si Albares dispusiera). Refulgente y brumosa discoteca humana.
Por Javier Villuendas .