Críticas de los discos de la semana: Kraftwerk, Soledad Vélez, Charli XCX, Antònia Font y Red Hot Chili Peppers

Nuestros especialistas musicales hacen un repaso de las novedades discográficas más interesantes de las últimas semanas

Varios autores

Kraftwerk: ‘Remixes’

(Parlophone)

Por Jesús Lillo .

Todo vuelve, dice María del Monte, que regresa a lo grande y después de catorce años a las casetas del ferial, al mercado del casete y a la noche del pescaíto. Bastante más tiempo lleva callado, que no quieto, Ralf Hotter, quien, metido a manipulador, ni se molesta ya en firmar al dorso como Kraftwerk una colección de remezclas y extensiones de la banda alemana en la que son todas las que están, pero en la que no están todas las que son. Sería inabarcable. Todo vuelve, que diría María del Monte , incluso la estampa robótica y desalmada de una portada que no es sino una inapreciable variación -volvemos a las ideas de remezcla, reiteración, evolución y retoque- de la que en 1999 aparecía en ‘Expo2000’, cuando lo de Hannover: hombre, naturaleza, tecnología.

Sin novedad en el frente de Dusseldorf desde hace diecinueve años, cuando el centenario del Tour de Francia despertó la curiosidad y la creatividad del grupo germano, ahora monovolumen, queda la remezcla, en este caso retrospectiva, como elemento de continuidad de una obra que los propios Kraftwerk, con ‘The Mix’ y en 1991 -el año de ‘Nevermind’, ‘Achtung Baby’ o ‘Screamadelica’-, plantearon como un ‘perpetuum mobile’ abierto a la reinterpretación sistemática y continua, estrategia de supervivencia para una música pop estrechamente ligada, si no lastrada, por el personalismo de sus estrellas y la extrema devoción, pura idolatría, de sus fieles al componente humano de quienes los hacen disfrutar con sus canciones, presencialmente, sin artificios telemáticos. El teletrabajo no está aquí bien visto.

Desarrollado a finales de los años setenta como mera herramienta discotequera, el remix, entonces maxisingle, accesorio del ocio nocturno, pasa con Kraftwerk a establecerse como sustancia y esencia. Vida propia. Vida tras la muerte. El ‘Trans Europe Express’ de Grandmaster Flash fue el comienzo de un viaje que no termina allí de donde no se vuelve. Polvo eres.

El ‘Love’ con que los Beatles resucitan en Las Vegas, los musicales de franquicia que explotan la memoria del oyente en parques de atracciones tan siniestros como la Gran Vía de Madrid , los hologramas que recorren los escenarios de la nostalgia universal o la reedición documental, corregida y aumentada, de las obras maestras del rock son algunas de las fórmulas con que la industria del disco ensaya y proyecta la eternidad y el clasicismo de unas composiciones que corren el riesgo de descomponerse, valga la paradoja, sin el magnetismo carnal de sus intérpretes, productos de una cultura pop que desde mediados del siglo pasado supera el reducido radio de la música para abarcar la globalidad del mercado y hacer cautivo al consumidor desde distintos frentes emocionales.

Kraftwerk -y esto no es nuevo: lo puso de manifiesto cuando lo de Nirvana o Massive Attack, hace más de treinta años- aboga por la reconstrucción, la despersonalización y la transustanciación de su obra, no solo abierta a la remezcla, como la de cualquiera, sino originalmente diseñada como un puzle cuyas posibilidades recreativas neutralizan su obsolescencia. Los ‘Remixes’ de Kraftwerk son una invitación, tarjeta dorada, o bono joven, para seguir viajando .

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Red Hot Chili Peppers - 'Unlimited love'

(Warner Records)

Por Fernando Rojo.

Los Red Hot Chili Peppers tenían ya un buen reclamo para montar una nueva gira mundial y seguir haciendo caja: el anuncio del regreso de su virtuoso guitarrista John Frusciante era la excusa perfecta con la que reunir a la banda que triunfó en los noventa y poner a reventar casi cuarenta estadios de Europa y Estados Unidos. La prueba del buen recuerdo que guardamos los parroquianos de este grupo californiano es que tiene prácticamente todo vendido de junio a septiembre: en La Cartuja, de donde partirá la gira, han colgado el cartel de no hay billetes y en Montjuic, la otra parada en España, queda un puñado de entradas a 96 euros la más barata. Así que podían haberse ahorrado este disco (a un servidor, escucharlo; a ustedes, leer esta crítica) , y tanto sus cuentas corrientes como las vidas de sus seguidores habrían sido las mismas, porque ni siquiera a base de intentarlo van a conseguir Anthony Kiedis y sus compañeros borrar todo lo bueno que nos legaron hace tres décadas.

Con el paso del tiempo, los grupos de rock tienden a perder su ardor juvenil. Los afectados suelen hablar de madurez o de evolución. En este ‘Unlimited Love’ con el que regresan seis años después del ya bastante prescindible ‘The Getaway’ no encontramos ni una cosa ni la otra. Tampoco se detecta ni intención de arriesgar (no es que pretendamos que se cuelguen calcetines de sus miembros viriles como en aquel mítico cartel) ni de contarnos cosas nuevas que no hubieran aparecido en los once trabajos anteriores. Y el hecho de que nos bombardeen con nada menos que diecisiete canciones no significa que quieran acertar , al menos por casualidad, en alguna de ellas. La única razón que uno encuentra a esta hora y cuarto de duración es que se lo estaban pasando tan bien todos juntos otra vez reunidos, que no querían dejar de componer y grabar canciones como churros en una eterna jam session sin demasiado orden, pero con muchas ganas de conciertos. El propio Kiedis ha reconocido en alguna entrevista esta técnica de creación por inundación. Los aspersores creativos se los dejaron en casa. Qué necesidad .

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Soledad Vélez - Visiones

(Subterfuge)

Por María Alcaraz .

Soledad Vélez se quitó hace tiempo de encima la etiqueta de artista emergente. La chilena, afincada en Valencia, lleva en esto lo suficiente como para que su estilo y trabajo haya evolucionado de manera pronunciada. Empezó en 2010 cantando en inglés bajo un estilo folk, luego coqueteó con el sonido más electrónico y en 2018 se lanzó por primera vez al castellano. Ahora, con ‘Visiones’ (Subterfuge) –aunque ya abrió la veda con ‘Nuevas Épocas’– convergen ambos caminos: es su álbum más synthpop, electropop, o cómo queráis llamarlo y todas sus letras son en castellano pues, dice, ayuda el idioma a ‘bajarlas’ a lo personal.

Vélez, lo dicho, opta en este elepé por la fórmula de la cercanía en su narración. Así habla de que vean tus stories, de lo que puede llegar a doler el ‘cora’ o el ‘cigarrilo’ (uy) que «se lía cuando se ven» . Esta tendencia a narrar el ahora sin grandilocuencia le funciona a muchos, que buscan una vuelta (Aquel juego semántico de Amaia con su: «Te miro las fotos / pero no le doy al corazón») o que hacen de esa proximidad su marca, como Cupido, Jimena Amarillo o Axolotes Mexicanos. Pero, en ‘Visiones’, si bien hay veces en las que la fórmula funciona, otras la buscada sencillez roza la planitud y se queda a medio gas; falta un poco de enjundia.

El viraje a lo electrónico de Vélez en ‘Nuevas Épocas’ (2018) tenía un marcado corte ochentero. En esta vuelta la artista sigue explorando aquello aunque también adopta, a veces, un sonido cada vez más habitual en el panorama actual. Así, consigue pistas interesantes cuando innova sobre estos sonidos, como ‘ESPERARTE’, en la que hay ramalazos de brillantez, pero también otras que caen en algo más esperado, como ‘VOY A PERDERLO TODO’ o ‘BAE’. Y claro, la dosis de evocación a la época de los 80, que llega a la cumbre con ‘A LA HORA DE LA VERDAD’.

Soledad Vélez, que aúna gran cantidad de talento, podría rozar lo excelente. Por eso un disco solo solvente como ‘Visiones’ deja a medias . Aun así, no pesa ponerse el álbum y pasear por ahí para regodearse un poco en el desamor aquel que duele pero que también pica y nos gusta. La chilena ha asentado, a lo largo de los años, las bases de una carrera que hacen que, saque lo que saque, merezca la pena escucharlo.

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Charli XCX - 'CRASH'

(Warner)

Por Javier Villuendas .

Con 'CRASH', título que homenajea la turbia película de David Croenenberg sobre gente que se excita con accidentes de coche , Charli XCX (1992), diva choni del 'eyeliner' y el hiperpop, lanza una nueva opereta de radiofórmula decadente, sexy, llena de recursos y animación, que impide toda asociación neuronal libre e igual a otras músicas más calmas pues cual etarra del pop acribilla a estímulos. Un rodillo. O un taladro, con peligro de anestesia, si se te atraganta este tipo de música perfecta y superdotada cuyo gran hallazgo creativo es acelerar a Dua Lipa, Britney Spears y compañía.

En cuanto a calidad y sonido, el quinto disco de Charlotte Emma Aitchison va sobrado. Destaca un inicio intachable en su alma tunning-comercial hasta la quinta pista, 'Beg For You' (feat Rita Sawayama), alto escalón de pop de baile con letra digna del venerable Manuel Alejandro . Después, los tres segundos de zarzuela de 'Baby' avisan del sensual cum laude en tecno-funk que sobreviene. Realmente, en cuanto a producción, no se baja el pistón de ‘saber hacer’ en casi ninguna canción aunque las argollas del pop 'mainstream' constriñen y abotargan por momentos la euforia de no ser robots (aún). A reseñar también la pegadiza oda al malditismo de ‘Good Ones’, el despliegue de ‘Ligthing’, la twinpeaksera aunque fallida ‘Every Rule’ y el sampleo en ‘Used To Know Me’ de Robin S. y su mitica bomba dance ‘Show Me Love’, a años luz la original de esta que poco aporta.

En el MBA del Instituto Palomo de las Tendencias Para Molar nos comentan que por riesgo reputacional están obligados a poner nota alta a este ‘CRASH’ y su extenso muestrario de programaciones, cajas de ritmos, arreglos y juegos vocales brillantes asociados a una marca personal de autor bien dibujada, ahora en clave conquista de los 40 principales. Corsé y coherencia. Y nos sumamos. Porque todo funciona, más o menos, y en varios picos sobresale, no sé tanto si emociona debido a su trajín. Inmejorable para la bici estática, eso sí.

En la portada aparece Charli en bikini sangrando por la cabeza sobre el capó a cuatro patas canalillo áureo de Fibonacci resultante tras haber sido atropellada. Hay algo frágil, auténtico y alicaído siempre en ella , no obstante. La vida sensual atropella, entiendo (y revelador el juego de espejos con la portada del ‘Future Nostalgia’, de Dua Lipa, en donde aparece esta al volante de un descapotable espacial mientras deja atrás la Tierra: dos mujeres y un destino, sí, pero menos incierto y 'diverxo' de lo que pareciera).

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Antònia Font - 'Un minut estroboscòpica'

(El Segell)

Por David Morán.

Casi una década después de bajar la persiana y esfumarse tras entregar el delicioso ‘Vostè és aquí’, cuarenta miniaturas de pop en una odisea galáctica non-stop, los mallorquines Antònia Font se sacuden el polvo para ponerse de nuevo manos a la obra con lo que mejor se les da. A saber: la canción pop como sofisticado vehículo para emociones minúsculas y ambiciones populares. El amor es, de hecho, el hilo conductor de un disco que se mueve lo justo, apenas un par de casillas en el rico imaginario musical de los autores de ‘Batiskafo Katiuscas'.

Defendía Joan Miquel Oliver, cabecilla y compositor de la banda, que después de tanto tiempo de silencio no era momento de aventuras sonoras, por lo que ‘Un minut estroboscòpica’ se presenta como el perfecto punto y seguido. Una mezcla de ternura, ironía, psicodelia a la mallorquina y dulces sintetizadores apuntalada por la voz de Pau Debon, el hombre tranquilo que, más de cantar, recita balsámicos y reconfortantes mantras. En el mano a mano, ‘Un minut estroscòpica’ quizá no tenga la ambición de ‘Lamparetes’, la unidad narrativa de ‘Taxi’, o la facilidad para el himno de ‘Alegria’, pero si algo consigue es destilar la esencia de los mallorquines en canciones como la fantasía sintetizada de ‘Oh la la’, el delicioso amor imperfecto de ‘Amants perfectes’, la samba juguetona de ‘Cultura silenci’ o el folk galáctico de ‘Caramel·let’. Nuevos destellos de genio con los que, aunque más maduros y reflexivos, siguen sonando a los Antònia Font de toda la vida.

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