Críticas de los discos de la semana: Kami-Sakunobe House Explosion, Rojuu y Black Country, New Road
Nuestros especialistas musicales hacen un repaso de las novedades discográficas más interesantes y recientes
Kami-Sakunobe House Explosion - ‘Spirits, Lose Your Hold’ (Comatonse)
Por Jesús Lillo .
Activista del transformismo genital, la confusión de género y la revuelta política, el artista o la artista conocido o desconocida como Terre Thaemlitz recopila en ‘ Spirits, Lose Your Hold ’ algo más que algunos de sus hallazgos sonoros, previamente lanzados como maxis, trastornados por el nomadismo, cuando no el exilio voluntario, e impregnados por los adhesivos restos de una trashumancia cultural que ahora sitúa al compositor en Japón, infrecuente tierra de acogida en la que Thaemlitz encuentra la cacharrería necesaria para montar su contradiós -manda la percusión, más o menos ancestral- y el apropiacionismo desarrollado por una cultura que de lejos y con la oportuna dosis de xenofobia no le hace ascos a casi nada. Hablamos de flamenco, de compás, de cajón, de palmas y de jaleos, de la universalidad de un arte que de España salta a la vanguardia electrónica de una forma sobrecogedora, y afinada. Esto es para quitarse el quimono y ponerse a bailar.
El piano, repetitivo; las bases electrónicas, ídem de lo mismo, y los quejidos, punto de fuga hacia la violencia, se repiten en una colección de piezas de muy largo metraje y que de la percusión de naturaleza tribalista -‘ Rosary Novena For Gender Transitioning ’, en dos versiones, complementarias y atorrantes- desemboca en una atinada y exquisita exploración del idioma flamenco y su rítmica, plasmada sin palabras, como un ensayo de compás de los que grababan Los Activos , en las dos entregas de ‘Melancholy Grow’. El álbum se completa con dos piezas grabadas en directo en 2005, pero para lo que nos traemos entre manos y por lo que nos respecta, son ‘Melancholy Grow’ y ‘Melancholy Dub’ lo que cuenta. Arte puro. Desde esta humilde página se las recomendamos a las Tanxugueiras , para que las escuchen como fondo de un ejercicio de reflexión sobre nociones tan básicas como el regionalismo distópico, la identidad territorial y el igualitarismo de progreso. Entre ambas canciones de Kami-Sakunobe House Explosion se pueden poner, rebobinando, la actuación de Luz Casal en la gala de los Goya, cantando en gallego, tan pancha.
Black Country, New Road - ‘Ants From Up There’ (Ninja Tune)
Por David Morán .
Extraño caso el de Black Country, New Road: justo cuando parecía que se iban a comer el mundo, cuando su segundo álbum debía situarlos a la cabeza del nuevo ¿rock? británico, el cantante de la banda, Isaac Wood, abandona la formación. ¿Sus motivos? «Yo también me he estado sintiendo últimamente triste y con miedo. He intentado que no me afecte, pero es el tipo de sentimiento de tristeza y miedo que hace que sea difícil tocar la guitarra y cantar», explicó en el comunicado en el que anunciaba su marcha. Los londinenses aseguran que harán borrón y cuenta nueva y empezarán de nuevo sin Wood, olvidándose de todo lo que habían grabado hasta el momento, pero ya se sabe, pregúntenle a Joy Division si tienen dudas, que pocas bandas sobreviven a la desaparición de su cantante. Por si acaso, ahí queda ‘Ants From Up There’, álbum que vio la luz cuatro días después de que Wood anunciase su marcha y que, claro, resulta imposible escuchar sin pensar en el colapso del cantante. Especialmente tras descubrir que el nervio eléctrico de ‘For The First Time’, su debut de 2021, ha mutado aquí en algo más oscuro y melancólico. Igual de retorcido, sí, pero con más amarres en el folk e incluso pop. El mismo barullo, sí, pero aún mejor.
A primera vista y a pesar de que a la crítica británica se le caiga la baba, Black Country, New Road lo tienen todo para que a uno le den ganas de salir pintando: parsimonia instrumental, barroquisimo retorcido, violines chirriantes, introducciones de saxo a palo seco, ¡free jazz!... Es, en fin, como si los más listos y los más raros del conservatorio hubiesen sumado fuerzas para reescribir todas las músicas tristes que nacieron en los márgenes del indie desde los noventa. De Slint a Red House Painters. De Smog a Sufjan Stevens. Un pozo en el que lo más fácil sería ahogarse pero del que el ahora sexteto emerge agarrado a la voz de barítono de Wood y a unas enredaderas instrumentales que, pese a lo que pueda sugerir la teoría, funcionan de maravilla en cuanto los británicos se ponen manos a la obra.
Según quién pegue la oreja detectará en ‘Ants From Up There’ trazas de Pulp y de Akron/Family; de la Velvet Underground o del slowcore de los primeros dosmil. En ‘Bread Song’ y ‘Good Will Hunting’, sin embargo, suenan como Arcade Fire de bajón de Orfidal; como Modest Mouse con las revoluciones al mínimo. Como en, fin, ese rock cinemático y mutante que hace dos décadas sonaba eufórico y grandioso y suena ahora grandiosamente arrastrado y doloroso. El sonido perfecto para esa generación ‘ Euphoria ’ que es terriblemente consciente de que todo lo que sube tiene que acabar bajando.
Rojuu - ‘Kor Kor Lake’ (Sonido Muchacho)
Por Fernando Pérez .
A la manera de un documental rodado casi en tiempo real sobre una generación que, como cualquier otra, es ley de vida, resulta absolutamente incomprensible para las precedentes e irritará sin duda a la que venga detrás, la música de Roc Jou (aka Rojuu) se ha convertido en la más fidedigna radiografía de una ecuación en Z plagada de incógnitas por despejar. Un testimonio en vivo, y modulado con autotune , de la evolución de una mutación antropológica en la que las crías humanas comenzaron a crecer con una pantalla pegada a las manos y aprendieron a pasear sobre el alambre de unas redes en las que los universales sentimientos adolescentes de confusión, miedo, desorientación y abandono (esos que, como gran logro vital, aprendemos a domesticar con el tiempo) se desparraman sin temor a stalkers, troles y otras bestias horrendas.
En ese campo de minas ha avanzado Rojuu sin aparentes titubeos. Bajo el apodo de Roctopus fue influencer y prescriptor musical prepúber en Youtube , para convertirse después en un artista precoz y prolífico (seis álbumes y un recopilatorio con apenas 19 años) que creció, gracias al amplificado boca a boca digital, hasta los límites del fenómeno (casi 900.000 oyentes ya en Spotify). Y aún hoy mantiene un perfil de TikTok en el que muestra sus dibujos, da rienda suelta a su pasión por el universo manga y diserta sobre sus cosillas en general. En definitiva, un modo natural y ejemplar de cimentar eso que en las escuelas de negocio llaman, con toda la pompa, 'construcción de marca'.
Inquieto y creativo, Rojuu siempre ha enarbolado de forma consciente, así lo ha expresado en alguna entrevista, la bandera de portavoz generacional. Y a fe que hay cientos y cientos de chicos abonados a los emoticonos compungidos que han crecido junto a una voz que les hablaba de tú a tú, sin ningún filtro y desde la más absoluta independencia creativa, generando un proceso de identificación instantáneo y duradero. Vale, igual escenarios tan abruptos como los de 'R.I.P' («Pensar en lo que te quiero no me deja respirar, necesito más pastillas y dejarlo pasar») o «No quiero existir» («Últimamente estoy pensando demasiado en morir») resultaban chocantes y extemporáneos de puro tremebundos, pero hay que tener una memoria 'boomer' muy desgastada para no recordar que el tremendismo sentimental es una característica intrínseca de la adolescencia, en la que acontecimientos como el primer amor herido se convierten en un Chernobyl emocional.
Como Morrissey , pero con cuartos oscuros y sustancias en lugar de luces de ciudad y autobuses de dos pisos, Rojuu reivindicaba el derecho, faltaría más, a expresar la pena , el dolor, a refocilarse en la miseria si es necesario, para tocar fondo y tomar impulso en el comprobado efecto catártico y curativo de las canciones tristes. Pero, sin dejar de asumir e impulsar esa condición de bálsamo para fieles heridos, también avisaba de que no estaba dispuesto a permanecer eternamente atrapado en los límites del 'sad trap' , bajo la pesada losa de ser el remedo doméstico de Lil Peep. Siempre se mostraba convencido de la necesidad de evolucionar, crecer, abrirse a nuevas sensaciones, respirar... Y vaya si lo ha hecho. A fondo. De forma progresiva, su música fue resquebrajando moldes y matizando las tonalidades más oscuras. Un cambio que ya definía a su anterior trabajo, 'Roku Roku', y que se convierte ahora en metamorfosis completa en este estupendo 'Kor Kor Lake' , un disco en el que se descorren definitivamente todas las cortinas para que las ráfagas de luz inunden su particular 'shadow pop'.
Aún encontramos visibles trazas emo ('Rehab Boys') junto a desarmantes alardes de PC Music e hyperpop ('100xre a tu lado') y arrebatos de drum&bass seminal (el rotundo epílogo de 'Post velada') , pero el grueso del álbum, especialmente en su primer tramo, es un muestrario de pop sintético refulgente y adictivo. Abrazando definitivamente las hechuras y las texturas indies, descargas como 'Nezuko' o '¿Cuánto tiempo nos queda?' (no cuesta nada imaginar esa melodía en los primeros discos de The Lightning Seeds) derriban cualquier resistencia o reparo generacional. Si se aparca cierta querencia al ripio, este un disco que puede disfrutar un viejo fan sin prejuicios de Robert Smith, seguidores de Beach House y de Radio Dept o cuarentones que hace dos décadas caían atrapados en los himnos euforizantes de despecho y autoconmiseración de Ellos. Pulido, imaginativo, brillante y primorosamente producido, 'Kor Kor Lake' es un decidido y ambicioso salto adelante de un talento en constante progresión que parece dispuesto a ignorar los límites para apuntar directamente, unión con Sonido Muchacho incluida , a un público más amplio (no, la colaboración con Amaia no era una anécdota a pie de página). Hay que dejarse de condescendencias y paternalismos, aquí está tomando forma una genuina estrella. Y, aunque debe resultar algo frustrante que comience a gustarle a tanta gente (incluso a los críticos de ABC), sería un auténtico disparate que su público de siempre decidiera no seguir creciendo a su lado.