Críticas de los discos de la semana: Bad Gyal, Neil Young, Arca y 'Ritmo Fantasia: Balearic Spanish...'
Nuestros especialistas musicales hacen un repaso de las novedades discográficas más interesantes de las últimas semanas
Neil Young & Crazy Horse - ‘Barn’
A Neil Young, setenta y seis años recién cumplidos y una discografía extensa como el Gran Cañón del Colorado e irregular como los Apalaches, hace ya unos cuantos años que se le ve venir. Sin los picos de intensidad de los setenta ni los bandazos de los ochenta; sin el enrabietado renacer de los noventa ni la gloriosa y a ratos desesperante dispersión del cambio de siglo, el canadiense se ha convertido en un artista fiable para unos y previsible para otros. Un valor seguro de perfiles cada vez más reconocibles que, sin embargo, aún es capaz de convertir lo más parecido a un ensayo junto a los siempre leales Crazy Horse en un granero de las Montañas Rocosas en un álbum más que notable.
Porque ‘Barn’, con ese aroma campestre que emana de las acústicas y la furia mellada que nace de las eléctricas, con esas canciones que se mecen sobre los mismos acordes de siempre mientras Young parece improvisar las letras sobre la marcha, tiene algo de reunión de amigos elevada a la enésima potencia; de reencuentro de tipos de talento indiscutible (al explosivo Frank Sampedro lo reemplaza el algo más sutil y detallista Nils Lofgren) que a poco que se esfuercen son capaces de sacarse de la chistera una buena ración de rayos y centellas como la de ‘Heading West’ o encantadoras ‘road-movies’ de rock ajado y polvoriento como ‘Welcome Back’.
Es cierto que el Young de ‘Barn’, más melancólico y amoroso que inflamado y furioso, no pasará a la historia como letrista (menos aún con medianías como ‘Canerican’), pero también es verdad que, a diferencia de lo que ocurría con ‘Colorado’, su anterior trabajo junto a Crazy Horse, todo está aquí mucho más equilibrado. ¿El secreto? Combinar los guiños al pasado y el eco familiar de ‘Song Of The Seasons’ y ‘Tumblin’ Thru The Years’ con necesarios puntos de fuga hacia el honky tonk de ‘Change Ain't Never Gonna' y el ímpetu volcánico de ‘Human Race’. Así que, fiable o previsible, estridente o armonioso, el canadiense viene a decirnos que ahí seguirá, entre cuñas medioambientales y declaraciones a amor, rasgando la guitarra y exprimiendo melodías cuando el mundo se vaya a pique.
Por David Morán.
Bad Gyal - 'Sound System: The Final Releases'
Bad Gyal representaría un poco aquello de «ni canta, ni baila, pero no se la pierdan». Bueno, bailar, baila lo que se le ponga por delante, ya lo dice ella: «Dime cuántas hay que mientras canten hagan splits». Pero la cosa, que Bad Gyal, alter ego de Alba Farelo (Barcelona, 1997), aunque no es la letrista más imprescindible, ni la vocalista más virtuosa, todo lo que toca lo convierte en un ‘hit’, sin excepción. Publica este final de año ‘ Sound system: The final releases ’, un EP de tan solo siete minutos que agrupa tres canciones especiales para sus seguidores; han sido coreadas en multitud de conciertos, pero todavía no se habían publicado. Es un regalo para sus fans, aquellos que perrean hasta abajo en los bolos, discotecas o en sus habitaciones al ritmo de Bad Gyal y rogaban que esos hitazos que habían escuchado en directo, o en stories de Instagram, estuvieran en Spotify.
Las tres nuevas canciones –’Nueva York (Tot*), ‘Su Payita (Gramos)’ y ‘Slim Thick’– son de temática reincidente: fumar de todo, ‘los gramos’ y una variedad de sinónimos para nombrar el aparato reproductor femenino. Vamos, marca Bad Gyal, fórmula que funciona como un reloj. Y es que, aunque no sean cosa de otro mundo, a uno le sale inherente bailar con la mano levantada desde que suenan las primeras notas. Bad Gyal ha conseguido que sus melodías sean solo suyas y su tono de voz –te cuenta las cosas con un poco de pereza y un poco de chulería– muy reconocible. Este EP representa todo lo que es ella: ganas de bailar, de pasarlo bien y de fardar un poco. Así que Bad Gyal es una estrella, se mire por donde se mire. Seguro que ella también pararía un concierto si se le perdiera un pendiente.
Por María Alcaraz .
‘Ritmo Fantasia: Balearic Spanish Synth-Pop, Boogie and House (1982-1992)'
Hay que venir de muy fuera para darse cuenta de lo que tenemos dentro, o tuvimos. Íbamos sobrados. Investigador del ramo del baile, el venezolano Andrés Astorga , DJ Trujillo para el siglo, ejerce de comisario de una colección de pistas falsas y fallidas de lo que se coció en el archipiélago balear antes de que las islas, entre el segundo verano del amor y la primera venida de New Order , se convirtieran en Meca de la electrónica de bajo voltaje y de los atardeceres de bajonazo. El panorama que recompone Astorga -un repertorio desconocido por estos amachorrados lares mesetarios, en los que nunca pasamos de Loco Mía , excluidos de una antología en la que solo Magia Blanca y su ‘Déjate llevar’ sobresalen por llegar a trascender el umbral insular- es un rompecabezas de desnortamientos creativos.
El disparate que recopila este álbum es fruto de la desorientación. En tierra de nadie, últimos clientes de un fin de fiesta que a mediados de los años ochenta los cogió con el pie cambiado, sin reflejos para incorporarse a las discotecas que comenzaban a abrir en vísperas de la década siguiente, los artistas incluidos en ‘Ritmo Fantasia’ no solo destacan por su absoluta falta de complejos, musicales o líricos, sino por su inadaptación a un medio que ni siquiera supieron definir. No era fácil. Con más ganas que puntería, las bandas seleccionadas por Trujillo lo mismo salen por Shakatak que por Miguel Bosé , por rap o peteneras. ‘Me vas cantidad’, de Silvia ; ‘Tabú’, de Bianca ; o el ‘Divorcio’ que interpreta Fernando Girão componen un muestrario cuya extrema heterogeneidad no se debe precisamente a la riqueza de ideas, sino a la ausencia de dirección. Todo valía. Nada vale, ni siquiera para cimentar las bases de lo que luego fue esa remezcla de cal y arena conocida en el mundo entero como ‘balearic sound’. No busquen aquí. Para captar el 'house' que anuncia el título del disco hay que tener muy buen oído, o muy buen equipo.
En defensa de las infraestrellas de este álbum hay que decir que la pérdida de rumbo creativo, señal de una crisis musical de la que no solo ellos fueron víctimas en su tiempo, tiene más delito cuando se produce de forma endógena y en el interior de un disco de autor, del tipo Soleá Morente . Perderse en la encrucijada del tiempo es humano. Hay cosas peores.
Por Jesús Lillo .
Arca - 'KiCk (ii, iii, iiii e iiiii)'
Habemus machada, volcán de La Palma de vanguardia, obrón complejo. La productora transgénero venezolana Arca ha publicado cuatro discos como cuatro soles literalmente en cuatro días, de 35 minutos cada uno arriba-abajo. Entidad propia, ya no se subrayan sus anteriores colaboraciones con Björk , Kanye West o Rosalía , pues la artista afincada en Barcelona vuela libre, triunfal y no binaria desde hace años ofreciendo un alto grado de abuso artístico como muestra este botón de secuelas sacadas de golpe de su ‘ KiCk i ’ del año 20 (tituladas como versiones alteradas de la palabra Kick y en capítulos ‘ ii ’, ‘ iii ’, ‘ iiii ’ y ‘ iiiii ’).
Entre el reggaeton, el hiperpop, el ambient, la música clásica, lo industrial y el noise, este chorreo experimental, que va capitularmente de lo movido a lo calmo, aloja singles cuasi al uso como las electro-tropicales ‘Prada’ y ‘Rakata’ (del ‘ii) combinadas, mayormente, con paisajes marcianos como ‘Hija’, cantado con un pedal de voz de Helio (‘iiii’), o bellos y reposados instrumentales lo-fi como ‘Pu’ o la hormigueante ‘Amrep’ (‘iiii’, ambas), o la variante de rumbas hiperpcmusiqueras, es decir tratadas y aceleradas, como ‘Skullqueen’ (iii) que, como casi no ocurre en esta tetralogía, en uno de los pocos patrones comunes identificados con otras canciones, marca un inicio tecno rápido para acabar de manera preciosista y muy lenta. En realidad, su alma sintética está en la continua transformación y el apabullar con recursos.
En ‘Rubberneck’ (‘iii) canta «mételo suave, mételo duro»; así, hay también (hay de todo) una vertiente esloganero-festiva entre, sobre todo, cuñas futuristas, y en donde la virguería lírica dylaniana, por así decirlo, no es lo que vence en el mundo musical del s.XXII que pinta Arca sino que el poliédrico fondo se muestra por la forma, barroca y variante, en donde la música impresiona sobre la letra de mensajes más cortitos y al pie metálico con su, también, afán de profundidad («Your vanity or your sanctuary», canta la invitada Shirley Manson, como reflexivo camino hacia el no darse asco y estar en paz).
En resumen, si es que se puede, como si fuera un scroll o timeline de Twitter pero de sensaciones sonoras, en las 47 pistas suele haber un gusto por el cambio, ya sea efímero como disruptivo, en una obra múltiple y una apuesta-abanico tanto por lo liberador de la discoteca como por la ensoñación sensual, robótica y hasta religiosa, como de cyborgs queer echándose unas letanías en un desolado templo lunar (‘Intimate flesh’). Y esta amplia coctelería electrónica la maniobra un telescopio caraqueño que otea a varios años vista. A un futuro tan real y extraño como debe preciarse. Pero audible, lo cual se agradece en estos áridos campos industriales. Y todo con un aura clásica, aunque elevada al cubo de Rubik de la falange no binarie, posthumanista, líquida y mutante.
Por Javier Villuendas .