Críticas de discos de la semana: BSO de 'Elvis', Julio Bustamante y Soccer Mommy
Nuestros especialistas musicales hacen un repaso de las novedades discográficas más interesantes de las últimas semanas
Varios autores - 'Elvis'
(RCA)
Por Jesús Lillo .
A Lavoisier debemos aquello tan antiguo de que «la materia ni se crea ni se destruye, sólo se transforma», ley de la física que pasando por encima de la antimateria y aplicada a la música da como resultado provisional la remezcla, género del que, por no escarbar mucho en el pasado, tenemos estos días la primera parte de la antología -siempre incompleta, en este caso bastante pobre, comisariada a partir de criterios cuando menos arbitrarios y antidocumentales- que Madonna acaba de lanzar con algunos de los trabajos sintéticos y de vocación discotequera, valga la redundancia, realizados a partir de su obra. Más rigurosa, por integral, es la enésima entrega de la serie de remixes con que Depeche Mode repasa desde hace un par de temporadas su discografía, golpe a golpe, verso a verso y disco a disco. De momento vamos por 'Exciter', cuesta abajo.
Todos estos artefactos retrospectivos palidecen ante el ' Elvis ' con que Baz Lurhmann pervierte la obra del Rey del Rock. No solo hay en este álbum remezclas más o menos osadas, algo que ya hizo Junkie XL en 'Ocean Eleven' con 'A Little Less Conversation'. El techo estaba muy alto y la bola de espejos muy revolucionada como para ponerse a competir en este terreno. Lo que hace Lurhmann es darle una vuelta, un giro acrobático, como en 'La juventud baila' de José Luis Fradejas , a lo que ya ensayó en 'Mouline Rouge', ahora centrado, más difícil todavía, en la obra de Elvis Presley, lo que achica espacios, condiciona el margen de maniobra y reduce las posibilidades recreativas, dados la exclusividad y el carácter identitario de la materia a transformar por los artistas que asumen en el reto de distorsionar el repertorio clásico del intérprete de Menphis.
Como en el 'Love' de los Beatles que se expone en el Mirage de Las Vegas, cuya banda sonora incluye sofisticadas transposiciones, de una canción a otra, de las pistas grabadas en su día por George Martin, en este 'Elvis' hay deslocalizaciones musicales concebidas para el asombro, intercambio de parejas, rozando el umbral de la orgía; importaciones anacrónicas (distópicas, en el lenguaje de progreso), yuxtaposiciones de voces, original y copia; versiones acústicas y embalsamadas, relecturas contemporáneas y también remezclas, stricto sensu, que paradójicamente resultan ser lo más ortodoxo de esta colección de desvaríos.
Hay de todo en esta banda sonora, cuya nómina de invitados es sobresaliente, al menos nominalmente. Sin extras ni estimulantes añadidos, la grandeza de este disco no surge sino de la calidad del catálogo de Elvis Presley y de la capacidad de su voz para activar la nostalgia del oyente -éxito garantizado, dijo Lola Delgado en su remezcla de los audios de Villarejo-, pero más allá de la radicalidad y el vigor de la fuente, lo que presenta Lurhmann en este trabajo no es otra cosa que un manual de supervivencia en el que aparecen todas y cada una de las herramientas disponibles en el mercado , son muchas, y aquí están todas, para remover o agitar el pasado. Agenda 2030. Elvis es sostenible .
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Julio Bustamente - 'Sueños emisarios'
(El Volcán Música)
Por Javier Villuendas .
Como es un valenciano apacible, a Julio Bustamente le suelen colgar, no sin sentido, el cartel de folk-rock mediterráneo, ideal vinculado a su tierra y a la amabilidad de la obra, reposada y con brisa, con arreglos de especias suaves, acompañado de Lavanda, su-banda para la ocasión en un juego de palabras, fragancias y sonoridades que remiten a Rafael Berrio, Vainica Doble, Kikí D'Akí, Neil Young, Miqui Puig, Los Caramelos, Carlos Berlanga, Serrat, La Costa Brava, el Josele Santiago de 'Las Golondrinas'… O sea, gente que no grita y hace del mundo un lugar más hermoso, menos idiota y serenado. Por supuesto, mediterráneos todos ellos del País Vasco, Madrid, León, Zaragoza o Gijón.
El veterano artista presenta este 'Sueños emisarios', con portada de una pintura suya naturalista-impresionista, armónica en esencia con la música, que tiene en 'Una ensaimada considerable' una suerte de autobiografía de él, España y el Mundo Occidental en donde dispara calmo contra varios frentes, nuestro antiTravis Bickle. «Yo nací en los tiempos de la guerra fría, la que montaban mis padres cada medio día», comienza el tema, para, luego, usar sus palabras sencillas cargadas contra la dictadura franquista y el capitalismo: «Donde hay beneficios sobran los principios». Concluye: « Con mucha más gente como Ferrer Vicente esta ensaimada sabría mejor ».
El disco se inicia con un canto espectral de mujer (gran protagonismo de Montse Azorín en este 'Sueños emisarios'), nada mediterráneo sino mordoriano, una mujer que se le apareció en sueños, 'Jocelyn Rye', a la que rápidamente se le une percusión, guitarra española, piano y cambio de tercio de sensaciones hacia lo soleado con la voz sabia de Bustamente cantando su luminoso existencialismo: «Mientras la tierra gira aquí estoy, esperando ver salir el sol. Hasta mí llega el olor, a la lluvia en el campo, a mar y flor. A esta hora no importa saber quién soy, el cuerpo es tan sólo una sensación. Es el momento de estar en paz, y al mismo tiempo no estar. Existir, y nada más. Sonreír en soledad». Entre Camus y Charlie Mysterio, bascula, sin aspavientos adolescentes, hacia el placer de vivir .
Otras canciones especiales son la irónica 'Hombres prácticos', basada en un poemita de Karmelo Iribarren; 'Las órbitas elípticas', precioso envoltorio de libertad y lucidez a doble voz con Montse y que se alarga entre suaves arreglos de jazz valencià; 'A tiempo de saber', autoconomiento de la confusión, la soledad y el encuentro del confortable lugar vital en el que callar sin gritar atrás… En resumen, un disco pausado, algo largo (sobre todo por perder el efecto 'quiero más' e intensificar lo monocorde de la propuesta), bonito (esos emocionantes teclados de 'Tizón'), muy reflexivo y no apto para la relevancia según el criterio apuntado por Fito Cabrales («La relevancia de un músico se mide por su popularidad entre los jóvenes»), que es el baremo de toda la vida desde Elvis, los Beatles y Operación Triunfo, pero que no deja de ser una muestra más de la oligofrenia espiritual de la sociedad moderna a la que podría cantar el propio Bustamante si no fuera tan elegante.
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Soccer Mommy - 'Sometimes, Forever'
(Loma Vista)
Por David Morán .
En algún momento, superado el trance de los discos post pandemia y despegada la creación musical de la actualidad pura y dura, habrá qué preguntarse cómo han afectado realmente los dos últimos años a un mundo que ya de ingresó en 2020 al borde de un ataque de nervios y con la salud mental en precario equilibrio. Porque, como parece contar y cantar Sophie Allison desde todos los rincones de 'Sometimes, Forever', el confinamiento y el trillón de derivadas del Año del Pangolín no son más que las gotas que han acabado por desbordar una angustia que ya venía de lejos. Un desconsuelo endémico que sintoniza a la perfección con el shoegaze de los noventa y con ese indie tristón que jugaba a meter el pie en la charca del grunge pero sin llegar a tirarse del todo.
Ese es el molde que, guitarra arriba, sintetizador abajo, ha venido manejando la suizoestadounidense desde que se estrenó como Soccer Mommy en 2018 con 'Clean', y esas son también las coordenadas entre las que se sigue moviendo ahora que ha fichado a Daniel Lopatin (Oneohtrix Point Never) para inyectar a sus canciones un poco de oscuridad fantasmal y atmósferas narcóticas . «Soy una bala en una escopeta esperando sonar / Siempre que me quieras estaré cerca», que canta en la robusta y extra adherente 'Shotgun'.
Heroína del indie de penúltima hornada y eslabón más reciente en esa cadena que conecta a Snail Mail, Lucy Dacus, Mitski y Julien Baker, entre muchas otras, Allison se mueve lo justo para enriquecer sus composiciones sin perder ni un ápice de personalidad. El resultado, eso sí, es mucho más sombrío e intenso. 'Unholy Affliction', casi trip hop, parece cantada desde un lugar lejano, desde el otro lado de 'Stranger Things', mientras que 'Bones' y 'Don't Ask Me' recupera el gusto por las borracheras de feedback y las guitarras turbias. Por todo ello, el tercer álbum de Soccer Mommy se revela como notable retablo de penas, angustias y reflexiones sobre un estrellato que ya no parece ni tan deslumbrante ni tan apetecible. Un disco que, no todo iba a ser Locomía, recupera y actualiza esos noventa de mueca contrita que rentabilizaron cosa mala los desajustes emocionales.