Críticas de los discos de la semana: Adrián Quesada, Angel Olsen, Rocío Márquez & Bronquio, Stars y Marcelo Criminal

Nuestros especialistas musicales hacen un repaso de las novedades discográficas más interesantes de las últimas semanas

Disco de Rocío Márquez & Bronquio

Varios Autores

Adrián Quesada: ‘Boleros psicodélicos’

(ATO)

Por Jesús Lillo .

Ni boleros ni psicodélicos: lo que hace el fundador del Grupo Fantasma y los Black Pumas es recuperar la canción ligera que, con más influencia italiana y francesa que propiamente iberoamericana, se desarrolló en un continente cuyo potencial musical estalla ahora con estruendo, tecnología y perreo. Del cortejo y el galanteo al coito; del dolor que provoca el desamor a las rozaduras que deja en los genitales un apareamiento casi animal. La dificultad de resucitar el bolero estriba en la altura, sobre todo lírica , que alcanzó un género cuyo soberbio repertorio clásico bloquea cualquier intento de anexarle nuevas composiciones. Aún es posible descubrir piezas semienterradas, como hicieron las Breeders con ‘Regálame esta noche’, de Roberto Cantoral, pero ponerse a escribir boleros resulta hoy una osadía, por el exceso de pretensión que entraña. Mejor ir a lo seguro.

Lo que hace Quesada es fabricar melodías a partir del eco amable de las canciones de amor de los años sesenta y setenta , arregladas orquestalmente con un desinhibido aire retro en el que apenas desentonan la percusión y los teclados de vieja generación. El compositor texano se hace rodear de un grupo de intérpretes (Mireya Ramos, Natalia Clavier, Gaby Moreno o Angélica García; también colaboran Money Mark y Marc Ribot), a las que entrega un catálogo de baladas que de lejos suena como una vieja cinta de Betacam con una antología de ‘Gente joven’ y que cierra, todo un detalle trasatlántico, ‘El muchacho de los ojos tristes’ que Manuel Alejandro escribió a Jeanette.

A lo que nos llevan estos ‘Boleros psicodélicos’, buen acompañamiento de una copita de anís pasada por agua antes que de una seta alucinógena, es al Festival de la OTI, aquel certamen que llegó a rivalizar con Eurovisión y cuya reactivación, pasada de rosca, como corresponde, representaría hoy un magno escaparate de la diversidad musical del continente americano, en el que la experimentación electrónica, la reconversión del folclore local y la remezcla de subgéneros lo ha convertido en una mina, de momento sin fondo, para la diversión universal. Que nadie busque psicodelia en estos boleros . Para eso están reediciones aún recientes como la de los venezolanos Franky y Sus Inquietos o antologías como ‘La Rebajada de los Sonideros’, ‘Chicha Popular’ o ‘Paths of Pain: The Caife Label’. Lo de Quesada es más de la OTI, tal y como la conocíamos, la banda sonora de una Cumbre de las Américas de otro siglo, con el populismo bien entendido y mejor temperado.

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Angel Olsen - ‘Big Time’

(Jagjaguwar)

Por David Morán .

En la gira de ‘All Mirrors’, uno de los últimos recuerdos musicales de antes de la pandemia y penúltimo peldaño antes de abrazar el estrellato indie, Angel Olsen ya parecía cantar desde detrás del terciopelo rojo de ‘Twin Peaks’; desde ese espacio tempestuoso y atemporal en el que nacen los clásicos y se foguean los artistas llamados a dejar huella. En aquella ocasión, la cantante de Carolina del Norte se llevó al público de paseo por unos abismos emocionales repletos de ‘torch songs’ con fractura y rock de alta intensidad, una visita guiada a través de sus oscuridades que, dos años y medio después, tiene su eco en ‘Big Time’, un disco de folk tembloroso y country panorámico que enamorará incluso a la gente que detesta el country.

Porque, y por poner un ejemplo cercano en el tiempo, todo lo que en el último disco de Wilco había que esforzarse en buscar removiendo cajones y levantando alfombras, todo eso que no saltaba a primera vista en las nuevas canciones de Jeff Tweedy, es lo que atropella aquí desde la primera escucha. Desde la primera respiración de ‘All The Good Times’. Emoción y desgarro . El cielo de Nashville y los arreglos sutiles del soul de Memphis. Roy Orbison y Dusty Springfield sumando fuerzas dónde quiera que estén mientras Lucinda Williams no pierde detalle. Una maravilla, vamos.

Emocionalmente conectado con el último trabajo de Sharon Van Etten, junto a quien firmó el año pasado la sensacional ‘Like I Used To’, ‘Big Time’ es, como ‘We've Been Going About This All Wrong’, un disco nacido de la desolación: un álbum marcado por el amor y el duelo que Olsen empezó a grabar poco después de salir del armario y de la muerte de sus padres . Un trabajo que viaja del desconsuelo a la celebración y de los temblores de ‘Ghost On’ a la crudeza sofisticada de ‘Through The Fires’ para actualizar el country y la balada y, ya puestos, firmar delicias como ‘Chasing The Sun’ o la desbordante ‘Go Home’, en la que Angel canta como si le fuera la vida en ello. Bien pensado, un poco de esto último sí que hay en un disco que es, ante todo, una brutal exhibición de honestidad.

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Rocío Márquez y Bronquio - 'Tercer cielo'

(Universal)

Por Israel Viana .

Rocío Márquez ha vuelto a mudar de piel y ya hemos perdido la cuenta de la veces que lo ha hecho desde que, en 2008, ganó la Lámpara Minera . Su último viaje lo ha emprendido con el productor jerezano Santiago Gonzalo, más conocido como Bronquio, que coge prestadas sus viejas influencias del punk y el hardcore para acoplarlas sin complejos a la electrónica y escribir, junto a la cantaora onubense, la última página de la historia del flamenco. Sí, han oído bien, del flamenco…

Lo que se escucha en ‘Tercer cielo’ (Universal) son seguiriyas, soleás, tonás y otros cantes antiguos cuya pureza ya quisieron proteger Lorca y Falla hace un siglo, temerosos de que pudieran desaparecer, pero que Márquez y Bronquio pasan por el filtro del electro y del break beat para mantenerlos más vivos que nunca. Hay también bulerías, verdiales, tangos, esa portentosa rumba titulada ‘De mí’, que bien podrían haber escrito los Chunguitos en su época dorada, o el garrotín tradicional ‘Un ala rota’, al que la cantaora cambia la letra para reflexionar sobre la pérdida de libertad en la era del capitalismo: «Poniéndome a mí primero / y haciendo mi voluntad / Por ser reina en mi agujero / perdí yo la libertad», canta, mientras suena un sample marciano.

Por mucha electrónica que haya, Márquez muestra, como siempre, un respeto absoluto por la tradición . La cantaora es el pasado, el presente y el futuro del flamenco, de la misma forma que antes lo fueron –¡no me salten al cuello!– Camarón, Morente, Pepe Marchena, La Niña de los Peines y hasta Silverio Franconetti, todos maltratados en su momento por sus propias aventuras.

En la de Bronquio y Márquez todo son, de momento, elogios. Los seguidores más entusiastas han hablado de ‘La leyenda del tiempo’ o de un nuevo ‘Omega’, pero eso son palabras mayores. El tiempo de las revoluciones y del cansino debate entre ortodoxia y heterodoxia parece haber pasado. Dejémoslo en que este ‘Tercer cielo’ va camino de convertirse en uno de los discos del año. Y merecido estará… «¡Con el garrotín, con el garrotán!».

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Stars - 'From Capelton HIill'

(Last Gang Records)

Por Fernando Pérez .

Como si fueran un Alexandre Pato o un Monta Ellis del 'chamber pop' , hubo un momento, con el impacto de esa preciosa catarsis sentimental que fue 'Set Yourself On Fire' (2005) todavía fresco, en el que se generalizó la sensación de que Stars podían estar destinados a reinar, poco más o menos. Si es que hasta el nombre los acompañaba... Las grandes esperanzas en torno al colectivo de Quebec se esfumaron con rapidez por culpa de una irregularidad constante y de su irreprimible tendencia a la grandilocuencia, aunque en ese terreno tampoco pudieron jamás competir de tú a tú con sus compatriotas de Arcade Fire (ni ellos ni prácticamente nadie, vaya). Sin embargo, nunca han faltado en sus discos eventuales fogonazos deslumbrantes que han servido para alimentar a su alrededor una especie culto. Minoritario y no demasiado militante, pero menos da una piedra. 

Su noveno trabajo en más de dos décadas de trayectoria, que supone también el regreso tras un lustro de silencio, no servirá para disipar ese sentimiento agridulce que dejan las oportunidades perdidas («Fuimos los mejores aspirantes», reconocen con desencantada euforia en 'Pretenders '), pero probablemente sea el muestrario de canciones más completo y brillante desde que comenzaron a descender de su cumbre creativa. En una carrera que ha dado más giros de los previsibles (de la teatralidad de 'In Our Bedroom After the War ' a la exploración de los sonidos bailables de 'No One Is Lost' ), siempre supieron mantener una fórmula sonora característica que, a pesar de no ser un alarde de originalidad, les acababa proporcionando algo parecido a una identidad. Y sus elementos más eficaces y disfrutables parecen reunirse a modo de compendio en 'From Capelton Hill' : aquí está la complicidad interpretativa de  Torquil Campbell y Amy Millan , algunas melodías inapelables, la capacidad para aunar la melancolía del pop de cámara ( Paddy Mcaloon en lo más alto de su altar, tontos no son) con euforizantes arrebatos indie-rock y guitarras ochenteras, los sugerentes subrayados electrónicos que igual miran a New Order que a The Postal Service... 

La novedad es que las reflexiones sobre el paso del tiempo y sus estragos en las relaciones, otro hilo conductor de su discografía, cobran una dimensión mucho más honda una vez superada la barrera de los cincuenta. No hay signos de artificio emocional o de esa afectación pueril con la que a veces lo echaban todo a perder en este disco maduro (en el buen sentido), creíble y honesto, en el que se atreven a preguntar dónde demonios quedaron "todas nuestras apuestas por ser jóvenes para siempre". Nunca meterán el gol decisivo ni jugarán el 'All Star' (aunque si Andrew Wiggins ha llegado a ser titular, no deberían perder la esperanza), pero por momentos aún son capaces de brillar con esa intensidad única que solo emana de los hermosos perdedores. 

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Marcelo Criminal - 'Medio Mensaje'

(Sonido Muchacho)

Por María Alcaraz .

A Lena Dunham se le llenaba la boca diciendo que era la voz de su generación. Probablemente lo fue; 'Girls' es uno de los retratos más certeros de la vida en aquella época. Vale que eran cuatro chicas semipijas de Nueva York, pero al menos tenían apartamentos realísticamente pequeños y eran tan estúpidas como es todo el mundo a esa edad. La cosa, que me voy por otros derroteros. Que si ahora me pusiera a buscar la voz (o una de la voces) de mi generación, sería una cosa mucho menos cosmopolita, pero es que creo, de verdad, que nuestra Lena Dunham es el murciano Marcelo Criminal .

Me explico. El cantautor, ya bregado en el indie patrio, acaba de publicar bajo el paraguas de Sonido Muchado 'Medio mensaje', un EP muy cortito de solo cuatro canciones: 'Cine de Barrio', 'Cuarto Milenio', 'First Dates' y 'Saber y Ganar'. A través de cuatro productos audiovisuales que todo el mundo ha visto al menos una vez, Marcelo hace un recorrido por su vida y, en consecuencia, por la de muchos otros. Empieza contando que «el cine de su barrio ahora es un gimnasio», y que «no le importa el dinero, solo quiere ver Cuarto Milenio». Y después pasa a dos de las canciones más divertidas y acertadas este año. 'First Dates', que tiene un arranque imperdible: «Nos conocimos en First Dates, yo no creía en el amor. Sobera se rio de mí, yo pensaba en una canción» y 'Saber y Ganar' en la que hace un homenaje a uno de los vídeos más graciosos de los últimos 15 años: el rap de los moros y cristianos. Marcelo, hijo mío, te pongo un piso.

El resto del EP, pues bien, como siempre. Marcelo tiene una voz extraña a la que te acostumbras, unas melodías efectivas y unos acordes, bases y teclados no muy complejos que empastan bien con sus letras. Y son estas las que llegan más allá. «Pagamos a medias, aceptaste una segunda cita. No sé cómo llamarte y decirte que en verdad te quiero». Pues eso, lo más.

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