Crítica de discos: Medalla, James Blake, Joseba Irazoki, 'Back Up: Mexican tecno-pop 80-89', Buenatarde y Sam Fender
Nuestros especialistas musicales hacen un repaso de las novedades discográficas más interesantes de las últimas semanas
Medalla - 'Arista rota'
Si con sus dos primeras canciones, —'Verde Esperanza' y 'Leviatán'—, parece que el tercer LP de Medalla, ' Arista Rota ', va a ser un disco de ruptura (de esa clásica amorosa, ya saben), pronto evoluciona en otra cosa. Casi podríamos decir que es un álbum de ruptura... con el sistema. Así, en realidad, estamos ante una muestra de canciones que abraza la crítica social, aunque también deja ver sus 'aristas' más melancólicas ('Flores').
Un disco de producción cuidada, con voces limpias, instrumentos que no chocan unos con otros sino que van de la mano y un juego de géneros muy bien llevado. Y es que estos chicos se atreven con todo. Un poquito de bossa nova por aquí ('Altares'), un escarceo con el heavy a ratos por allá, mucho rock, claro, e incluso una ración de marcha de Semana Santa ('Romance').
El álbum brilla en su narración. Las letras de Eric Sueiro abrazan a ratos lo mordaz e irónico: «Lo que no te mata solo te hace más mediocre», «La vida es todo aquello que pasa mientras trabajas, si es que trabajas»; pero también lo más íntimo: «Como duele al respirar, se corta el aire en tu presencia», «Estoy roto, lo siento con frecuencia».
¿Pueden la rabia y la esperanza convivir? Medalla les hace hueco a ambas y retrata esa desazón particular que forma parte de la experiencia colectiva de toda una generación. «Y si me quejo, tú no desistas, dame más fuerte quizá despierte de mi letargo». Pues eso.
Por María Alcaraz .
James Blake - 'Friends That Break Your Heart'
Si con ‘Assume Form’, su anterior trabajo, ya rompió el cascarón emocional para convencerse de que eso de estar enamorado tampoco estaba tan mal, James Blake vuelve a colocarse bajo el microscopio para aplicar la lente de aumento justo donde sentimientos, emociones y bajas pasiones echan raíces entre frondosos pasajes de soul futurista. En este caso, sin embargo, no ha venido el londinense a cantarle a la dicha de la vida ni a las bondades del amor romántico, sino a hacer inventario de relaciones tóxicas, puñaladas por la espalda y amistades que acaban fatal. De todo eso y de algunas cosas más va este ‘Friends That Break Your Heart’ con el que, además de hacer una buena limpieza en su agenda de contactos, Blake aprovecha para expandirse aún más a través de las canciones y encajar su voz de querubín herido entre tajadas de microelectrónica, pop con vistas al trap y majestuoso R&B alienígena.
“Puede encontrar mi camino sin superpoderes”, canta entre suspiros y bucles rítmicos en la muy 'boniveresca', “Say What You Will”, centro de gravedad de un disco de belleza arrebatada y balsámicos juegos vocales, puro ensalmo digital de impecable factura orgánica, por el que también desfilan la SZA, los raperos JID y SwaVa, Monica Martin y Finneas. Nuevos compinches junto a los que el británico sigue reescribiendo el pop del siglo XXI y conteniendo su a ratos exuberante a ratos minimalista soul de cámara en canciones tan redondas como ‘Foot Forward’, ‘Famous Last Words’, ‘Life Is Not The Same’, baladas con fractura con las que Blake remata un magistral álbum de ruptura no romántica, si es que existe tal cosa.
Por David Morán.
Back Up: Mexican Tecno Pop 1980-1989
Puestos a pedir perdón a López Obrador por los estragos de la conquista de América y el exterminio de la cultura indígena en lo que fue Nueva España, empecemos por lo más fácil y reciente, que consiste en arrepentirse de haber llevado la pendejada del tecno-pop a la tierra de las rancheras, los corridos y la parranda. Para los apocalípticos, el daño fue irreversible; para los integrados, la cosa no fue a mayores. El sello californiano Dark Entries empaqueta en esta recopilación un muestrario - en parte conocido a través de la colección ‘ Backup. Expediente Tecno Pop ’, editado en 2005 por AT-AT - que revela la influencia española, o quizá británica, o norteamericana, en los desvaríos robóticos de las bandas novohispanas que en los años ochenta se conectaron al futuro imperfecto de la electrónica de estribillo y casiotone. El reciente homenaje de la nueva generación de grupos iberoamericanos de pop sintético al Aviador Dro ( ‘Replicantes 2.0 ’. Warner, 2020) lleva a pensar que fueron los colonizadores españoles los que a través de su filtro idiomático intoxicaron e hicieron enfermar con sus ritmos y obsesiones a los jóvenes -más o menos indígenas, lo que diga López Obrador- de hace cuarenta años. La pérdida de cualquier acento mexicano y la adopción de la pronunciación castellana, pluscuamperfecta, es lo más destacable de una antología cuya temática remite al catálogo de delirios deshumanizados de la banda de Servando Carballar o de Oviformia , sin demasiadas complicaciones, sin más experimentación. En una segunda lectura, el disco de Dark Entries invita a reflexionar sobre quién tuvo la culpa de que el tecno-pop, como cualquier otra expresión cultural o espiritual, llegara a México, si los grupos españoles o las bandas europeas a las que imitaban. Hace mucho que las conquistas, globalizadas desde los tiempos de Roma, no tienen denominación de origen. Solo culpables.
Por Jesús Lillo .
Sam Fender - 'Seventeen Going Under'
Saludado con el Critic's Choice Award de 2019 y bastante revuelo mediático, 'Hypersonic Missile" , el debut de este veinteañero remedo británico de Bruce Springsteen, tenía la capacidad de alimentar tantos recelos como esperanzas. Costaba hacerse a la idea misma de que realmente fuera necesario un clon del 'Boss' para la Generación Z , y menos uno tan evidente que no se ahorraba ni los solos de saxo. Aquel estreno rebosaba de esa épica de estadio que se digiere peor que regular, pero también entrecruzaba algunos pasajes sonoros que escapaban de la horma y se apreciaba en parte de los textos una honestidad (parece que su infancia en las afueras de Newcastle, su particular Asbury Park, no fue precisamente feliz) y un aliento de denuncia social que iban más allá del panfleto y de los trilladísimos vericuetos del manual para epopeyas íntimas del hombre cotidiano.
Muy lejos de parecerse a esa obra maestra que algunos críticos, viniéndose muy arriba, han creído escuchar, "Seventeen Going Under" sí que ahonda en los hallazgos de su predecesor y minimiza algunas de sus aristas más irritantes (aunque haberlas, haylas, el dinosaurio sigue ahí). Sin apenas respiraderos para la esperanza, aquí se habla de dolor y enfermedad (mental y física), de culpa, de rabia incontenida e instantánea (un joven Paul Weller podría suscribir la estupenda "Aye" y su brutal "poor hate the poor' ), de frustración... En definitiva, de todos los efectos secundarios que pueden acompañar ese inevitable e inconcebible viaje que desemboca en la madurez. Es un cóctel perfecto para abandonarse en la impostura y el fingimiento, sin duda, pero acaba resultando radicalmente sincero y personal, incluso catártico por momentos cuando se funde con un andamiaje sonoro que acumula nuevas deudas con el "Boss" más eufórico, pero en el que la paleta expresiva sigue en expansión ('The Leveller", por ejemplo, puede recordar a los James de "Seven"). Aunque no hay que volverse locos: Fender sigue estando más cerca de los clichés de Brandon Flowers que de la orfebrería de Adam Granduciel. Pero ha dado un gran paso adelante para encontrar una voz propia... y que incluso merece la pena escuchar.
Por Fernando Pérez.
Buenatarde - 'La extrema belleza'
En la música popular contemporánea, al contrario que otras artes como la literatura, el cine, los cómics o la pintura, prevalece, lindando con el monopolio, el tema amatorio y su reverso fatal, y ya puede haber una pandemia o un ataque alienígena que incluso aquel 'ghosting' de un tío de Tinder al que conociste de dos noches sórdidas siempre será mayor impulsor creativo y dominante. Tiene lógica, juventud divino tesoro para el vaivén sentimental. De hecho, hace poco leí algo así como «ojalá me deje el novio para volver a componer» (¿imagináis «ojalá asesinen a toda mi familia para crear y monetizar»?). Bien, esta entradilla exagerada es para circunscribir (circuncidar) ' La extrema belleza ', el primer disco de Buenatarde , que aquí se mueve también en estos muy sembrados campos del desamor y amor pero vía dream pop, pues así va la cosa: de amar y llorar pero cómo.
El productor y músico malagueño, que anduviera en Hazte Lapón , Mazico Galáctico y ahora en Jordana B, logra en este trabajo sus mejores momentos en las atmósferas nebulosas y anticiclónicas de épica intimidad, en los arreglos, en cómo integra y equilibra el conjunto, que fluye suave, estructurado entre delicados instrumentales, logrado un enlazado de canciones estupendo (como de 'Sentido de pertenencia' a 'Feliz año'), y también, en la, en algunas concretas y agradecidas ocasiones, lateral manera de abordar el (mono)tema, o sea cuando apunta no desde el trazo literal (como en 'La extrema belleza' o la ya mencionada 'Sentido de pertenencia'). El creador de la 'Bajona Cuqui' (no confundir con la 'Bajona Cookie', la depre del Monstruo de las galletas) ha dado forma a un disco sedoso, tácticamente corto (sería un mini lp, realmente), pegadizo y de inveterada confidencia sentimental, esta vez por Spiritualized , Beach House y hasta Lori Meyers . Quejíos shoegazing de 'amor fou'.
Por Javier Villuendas .
Joseba Irazoki: 'III'
Es difícil recordar cuántas caras de Joseba Irazoki hemos visto en las últimas dos décadas. Ha sido miembro de Atom Rhumba , ese torbellino de hardcore, rock y funk; ha sido una pieza importante de las bandas de Mikel Erentxun y Nacho Vegas ; ha grabado un álbum flipante con el cantante vasco-francés Beñat Achiary cercano al folk americano (por decir algo) y ha publicado, entre medias, no sé cuántos discos en solitario que van desde la experimentación más pura de ‘Gitarra Onomatopeikoa’ a los desarrollos acústicos más evocadores de ‘ Ez-Nostalgia ’, su anterior trabajo, donde mira de reojo a John Fahey .
La variedad es abrumadora y cuesta seguirle la pista, aunque en su nuevo trabajo, ‘III’ (Bidehuts), pica un poco de todo. El navarro sigue la senda abierta en ‘Zu al zara?’ (Bidehuts, 2018), pero echa mano de su desbordante imaginación para ofrecernos algo nuevo… como siempre. Ahí están el increíble riff pegadizo de ‘Gizaki dependentea’, que te atrapa casi tanto como el ‘ Marquee Moon ’ de Television ; la preciosa marcianada melódica de ‘Jackiek dio’ y el rock contundente de ‘Ikusezina’. Todo tan fácil y, al mismo tiempo, tan difícil de escuchar. No apto para oídos impacientes, porque en ocasiones parece que va a atascarse, hasta que Irazoki recurre a su sobrada habilidad para exprimir la guitarra más allá del canon y nos vuelve a romper la cadera con varios quiebros inesperados que elevan el discos a otro nivel. A uno no solo mejor, sino diferente.
Por Israel Viana.