Crítica de discos: Exnovios, Sex Pistols, Quique González, The Lathums y The Specials
Nuestros especialistas musicales hacen un repaso de las novedades discográficas más interesantes de las últimas semanas
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Exnovios - 'Un nuevo día'
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¿Son las melodías la clave de una buena canción? Opinan Exnovios en su perfil de Spotify que sí, y de ellas se sirven para dar empaque y luminosidad a ' Un nuevo día ', su tercer LP, en el que mantienen la narrativa sonora de anteriores trabajos. Desde la primera pista, escuchar este álbum es entrar en un viaje en el que reverberación y psicodelia hacen de hilo conductor. Una sucesión de escenas oníricas: días con mucho sol, en los que todo está cubierto de una leve cortina de humo brillante y lo único que apetece es tirarse al césped y cerrar los ojos.
El grupo pamplonica evoca a Templeton a ratos (a título personal, no creo que haya nada mejor a lo que recordar que a la formación cántabra), a Odio París o incluso a Los Brincos . Se empeñan siempre en unir en nombre de Exnovios a estos últimos, pero es que, aunque se deben guardar las distancias, a ratos escuchar 'Un nuevo día' es como volver a ese pop naif de los 60, pero menos pop y más guitarras distorsionadas.
Y Exnovios le cantan a quien ahora quieren y a quienes quisieron pero ya hay por medio ese ‘ex’ de su nombre. Hablan de echar de menos; de ser sinceros, de querer raro, de depender un poco de alguien y de todas esas cosas que aquejan a cualquiera, casi sin excepción. Un disco repleto de riffs pegadizos, melodías cuidadas y reverberaciones mágicas, que no rocambolescas: un ejemplo de que a veces no hace falta más que lo familiar y sencillo para hacer un buen disco.
Por María Alcaraz.
Sex Pistols - ‘76-77’
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La obsesión arqueológica que inspira la reconstrucción de las obras maestras del mundo del arte tiene sus límites, pero el mercado del pop se rige por sus propias reglas. Excavadora y manta. Todo es bueno para el convento, o para la discoteca. Los bocetos del envoltorio del Arco del Triunfo, obra póstuma de Christo ; el borrador de la receta del gazpacho de Belén Esteban , las maquetas de un álbum contrahecho en un estudio convertido en laboratorio de sonido y estímulo sensorial, hay muchos, algunos buenos, pongamos algo de Pink Floyd o los Beatles ; la maqueta de los Nuevos Ministerios de Madrid , o el manuscrito de ‘ En el camino ’, de Kerouac , subastado hace veinte años por cerca de 500 millones de pesetas, que es lo que había entonces, son piezas que ayudan a comprender la historia de la creación y la comercialización del arte.
La publicación integral de las grabaciones prediscográficas de los Sex Pistols , previas a su álbum de debut y despedida, en cambio, insiste en mostrar la previsible grosería de una producción cuyo gran valor fue precisamente su vulgaridad y su desahogo técnico, manufacturada por Virgin como un manifiesto revolucionario de carácter extramusical. ‘ 76-77 ’ es más de lo mismo. La estafa continúa. Más de ochenta piezas, en su mayoría conocidas, componen el repertorio que el sello Universal publica para documentar la imperfección de lo que nunca aspiró a la perfección y que vio la luz con la intencionalidad de lo subversivo y la premeditación de la mamarrachada. ‘76-77’ es así el boceto de un boceto, el refrito de un plato mal presentado, el croquis de un vertedero, el planillo de una ruina y la radiografía de una pelusa. Hay que afinar mucho el oído para encontrar algo nuevo -desarrollos instrumentales que más tarde fueron sacrificados, composiciones cuya duración fue recortada- en un álbum cuádruple en el que, si acaso, se puede seguir la evolución del fraseo vocal de Johnny Rotten , heredero de las construcciones exclamativas de Iggy Pop o el primer Jonathan Ritchman y personalizadas en tiempo récord por uno de los cantantes más personales -incluso geniales, a la altura de Sinatra, cada uno en su sitio- de la historia de la música popular.
Por Jesús Lillo.
Quique González - 'Sur en el valle'
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En los veinte primeros segundos de ‘ Sur en el valle ’, el inicial medio tiempo que da nombre también a toda la obra, González da varias claves por las que fluirá este sólido disco de ambientes de relincho (y rechine) americano. «Dame fuego, tracción, camino de la perdición», avisa ya de primeras. Tremendismo, paisajes decadentes y poso de castigado guerrero de la vida y sus dolores en un álbum de folk rock con un trabajo de guitarras, teclados (hammonds) y voces muy esmerado... y un viaje por territorios, también, harto cabalgados. En su morosidad se agradecen los juegos de dinámicas que espabilan como en ‘Te tiras a matar’ o ‘Puede que me mueva’ o la contenida tormenta eléctrica final, entre The Doors y Dylan , de ‘Luna de trueno’, destacando también la anterior ‘Jade’ con frases de sencilla honestidad como «Esto se me está haciendo grande». Así, en lo letrístico compone imágenes originales («Un socavón en la pista de baile», «Los amigos se van, se caen las llaves por el hueco de los ascensores») y otras estampas más manoseadas de huracanes, tornados, cosas escritas en el viento, la niebla de las ilusiones, gente pidiendo fuego y similares viejos tics del polvoriento oeste de la literatura. Vaquero español de grandes audiencias e irregulares cicatrices de autorretrato.
Por Javier Villuendas.
The Lathums - 'How Beautiful Life Can Be'
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Esa imparable maquinaria de amasar 'hypes' como panes que es la prensa musical británica ha encontrado en este cuarteto de Wigan material fresco para inflar un buen pastel. NME los ha llegado a comparar con The Smiths , The Housemartins y The Arctic Monkeys . Así, del tirón. Y aunque las guitarras de "Circles of Faith" o "I Know Too Much" tengan un claro eco 'marrsiano', hay comparaciones que, más que odiosas, son irrisorias. ¿No es para tanto la cosa? No, ni por asomo. ' How Beautiful Life Can Be ' es poco más que un amable y exhaustivo saqueo al pop de guitarras británico de los ochenta y los noventa. Muy efectivo (si te dejas ir, incluso adictivo), pero totalmente inofensivo y accesorio. Las referencias están por todas partes, y no se ocultan. No hay un solo esfuerzo por poner en práctica el viejo arte de disimular. Porque van de carril, pero también porque tienen pinta de buenos tíos, honestos y sinceros hasta la literalidad ('I'll Never Forget the Time I Spent With You', por ejemplo, es tan melosa y simple como su título sugiere). Es imposible que de esta concatenación de lugares comunes estilísticos y tópicos líricos (con hallazgos como «podremos darle una oportunidad a la paz. Bombas de amor caen del cielo. Oh, John Lennon no debería haber muerto», y otros de calibre similar) pueda esperarse algo ni remotamente parecido al impacto emocional que alcanzaron sus mejores referentes. Mucho tendría que evolucionar la receta para que en el futuro fueran capaces de marcarse un "I Know It's Over". Ni te cuento lo que les falta para sacar de las entrañas algo parecido a "Get Up Off Our Knees". Es una lata, desde luego, pero aunque seguro que Elon Musk está en ello, de momento aún no hay forma humana o mecánica de plagiar la personalidad. Ni de atrapar el alma. Que esta bola haya crecido hasta alcanzar el número uno de las listas británicas solo puede entenderse como otro efecto secundario de ese infeccioso virus sin vacuna al que llamamos nostalgia. Porque, en fin, a su lado, los debuts de Cast , Gene o The Bluetones (por citar solo tres de sus innumerables y visibles 'inspiraciones' dentro de la clase media del pelotón britpop) se antojan ahora verdaderas cumbres de la ambición pop.
Por Fernando Pérez.
The Specials - 'Protest Songs 1924-2012'
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Igual que los directos y los recopilatorios de grandes éxitos, los discos de versiones suelen tener algo de estación de paso; de andén en el que sentarse a esperar a que llegue algo mejor. O, como mínimo, algo diferente. Lo saben bien los Specials , veteranos del revival ska y alborotadores de primera que, tras renacer de manera inesperada en 2019 con ‘Encore’, echan ahora el freno para reencarnarse en airada banda de versiones de canción protesta. Una buena manera de esperar a que regrese la inspiración que, en manos de los de Coventry, más allá del mero trámite funcionarial y se transforma en un didáctico e historicista repaso de viejas luchas y derechos conquistados que aún hay que defender. Del vibrante espiritual 'Ain't Gonna Let Nobody Turn Us Around' al 'Everybody Knows' de Leonard Cohen; de un esquelético y casi recitado 'Get Up Stand Up' al blues antiracista de Big Bill Broonzy y su 'Black, Brown And White'. En realidad, los británicos no hacen más que tirar del hilo de su pronunciado activismo echando mano de versos y palabras ajenas. Una empresa de resultado desigual en la que, a falta de la efervescente e infecciosa garra de antaño, buenas son las vibrantes relecturas de ‘Freedom Highway’ (The Staple Singers), ‘Listening Wind’ (Talking Heads) y, sobre todo, el ‘Trouble Every Day’ de Frank Zappa.
Por David Morán.