Confesiones de Loquillo: «No sirvo ni gobierno a nadie»

El músico saca disco este viernes y, para abrir boca y agitar un poco la expectativas de sus seguidores, ha decidido publicar un manifiesto en su cuenta de Twitter

Loquillo Maya Balanya

ABC

Con más de cuarenta años de carrera a sus espaldas Loquillo aún tiene cosas que decir a este presente convulso. El músico saca disco este viernes y, para abrir boca y agitar un poco la expectativas de sus seguidores, ha decidido confesarse a sí mismo en un manifiesto publicado en su cuenta de Twitter.

Con el título « Manifiesto: razón de estado de mí mismo », Loquillo explica sus motivaciones creativas y vitales, así como su «método» a la hora de trabajar. Es, por así decirlo, una carta a todos sus seguidores en la que se reivindica como artista libre e incómodo. A continuación, la transcripción de la carta.

«Hago discos porque estoy enfadado con el mundo, por orgullo, por pasión y porque me da miedo ser olvidado.

Me gusta descubrir todos los personajes que soy, se puede cambiar la vida con una canción...

Hago discos para crear historias, porque creo en la inmortalidad. Para librarme de la sensación de que hay un sitio al que debo ir, pero al que no consigo llegar.

Los discos son una extensión de mi vida, mis canciones una excusa para dar salida a mis emociones.

Durante la grabación de un larga duración me dejo llevar por la intuición y nunca por ideas preconcebidas. Me gusta manipular la realidad a mi antojo, me muevo en la confusión, es mi zona de confort.

Me gusta grabar las canciones en el mismo orden que aparecerán luego en el álbum, yo lo llamo: "Mi método"

Lanzo ideas contradictorias, me gusta enfrentar y llevar la situación al límite: músicos, compositores y autores conocen los riesgos de trabajar conmigo. No hay tregua posible, soy consciente de caminar por el filo bajo un fuego cruzado.

Disfruto con aquellos que llegan a creerse que el artista son ellos, para mí son secundarios que se intercambian a favor de obra, todo vale para conseguir el objetivo final.

En el escenario no tengo amigos ni conocidos, es el único lugar donde se me permite ser yo. Al terminar el show empieza para mí lo que el resto de mortales llama actuación.

Para mí la vida, es teatro, pura interpretación.

No soy el vocero de nadie, no entiendo de la vida de los demás, hablo de mi propia existencia.

Para ser como los demás ya están los demás.

Si sé hacer algo, lo mejoro.

Si no lo sé, lo aprendo.

Cada acción, un objetivo.

Soy más de convencer que de conquistar, más de razón que de fe. No sirvo ni gobierno a nadie y trato al resto a través del libre intercambio.

Soy actor principal, no formo parte de ningún reparto. Individual, me aterra formar parte de los colectivos sociales, clanes culturales o familias políticas, allá ellos con su negocio, que no es el mío.

Alguien dijo de mí que soy un Frankenstein de todos los personajes que interpreto. Yo, añado, soy una mezcla de todos aquellos que se cruzaron por mi vida, precisamente en eso consiste ser un vampiro.

Ante un mundo que se desvanece, somos los últimos de una estirpe. Los últimos de un estilo de vida, de lo que un día se llamó siglo XX. Los últimos de una visión global que unió a jóvenes de distintas culturas alrededor de una música eterna llamada Rock and Roll.

Como he dicho, grabo discos porque estoy enfadado con el mundo, me subo a un escenario para comprender por qué sigo enfadado, porque creo en el poder del Rock and Roll.

Para sentirme libre, para ser feliz.

Porque yo soy así».

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