El compositor, director y pianista italiano Ezio Bosso fallece a los 48 años
Con la enfermedad de ELA, no dejó nunca de sonreír y dio una lección de coraje y de vida, convirtiéndose en un mito en las redes sociales
Los italianos lloran a uno de los artistas que más les ha emocionado en los últimos años: El compositor, pianista y director de orquesta Ezio Bosso , de 48 años. Enfermo desde hace tiempo, con esclerosis lateral amiotrófica (ELA) tras un tumor al cerebro, nunca dejó de sonreír y continuó con sus conciertos de piano, además de dirigir y componer.
El maestro Bosso era una persona especial: muy inteligente y de gran sensibilidad, que sabía transmitir como pocos la pasión por la música y por la vida. Ezio Bosso fue un niño prodigio . Comenzó a tocar el piano a los 4 años, a los 16 hacía giras por Europa dando conciertos. Desde el 2011 estuvo en silla de ruedas por su enfermedad, que día a día consumió un poco más sus músculos y su fuerza física, pero no le robó ni un ápice de su coraje y de su espíritu, ni de su creatividad.
Gozaba de fama internacional porque dio conciertos en los más grandes teatros del mundo y dirigió, entre otras importantes orquestas, a la London Symphony. Es obvio que no tuvo un camino fácil, pero superó todas las dificultades: «Combatí contra los prejuicios. Desde que era un niño luché contra la idea de que un pobre no puede llegar a ser director de orquesta; el hijo de un trabajador debe ser un trabajador, le dijeron a mi padre».
Su participación como invitado al Festival de San Remo en el 2016 lo dio a conocer a toda Italia. No solo conquistó San Remo, sino que emocionó a los italianos, dio una lección de vida y se convirtió en un mito en las redes sociales. Desde entonces era amado por todos.
« El pianista que sabía volar », ha titulado La Stampa al dar la noticia de su muerte. Evocaba así una composición de uno de sus discos: «Following a bird» (Siguiendo un pájaro), título que el artista explicaba así: «Me hace reflexionar sobre la importancia de perderse para aprender a seguir, perder los prejuicios, los temores, perder el dolor».
Sus conciertos y apariciones en televisión constituían siempre un éxito. Transmitía arte y emoción . «La música –explicaba- nos cambia la vida y nos salva; nos enseña la cosa más importante que existe: escuchar; la música somos nosotros».
Tocaba el piano ocho horas diarias . «Lo haré hasta que el cuerpo me lo permita. He tenido que adaptarme a la discapacidad, pero sin ninguna frustración». El año pasado llegó el triste anuncio: «Ya no puedo tocar».
Durante la cuarentena había dicho que la reclusión forzosa le pesaba, confesando cuáles habrían sido las dos primeras cosas que habría hecho tras el confinamiento: « La primera, ponerme al sol; la segunda, abrazar a un árbol ». Su muerte deja un gran vacío, reconocen hoy todos los medios. Del maestro Bosso se recordará siempre su sonrisa, su entusiasmo contagioso, su coraje y su lección de vida como gran artista y hombre libre.
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