Chucho Valdés cumple 80 años: la jubilación que sólo llega en el más allá

Repasamos la vida de uno de los últimos grandes pianistas vivos del siglo XX

Chucho Valdés ABC

Nacho Serrano

Chucho tiene tanto en común con su padre Bebo, que incluso nacieron el mismo día: el 9 de octubre. Estuvieron casi veinte años sin verse, después de que el papi dejara atrás a su familia al marcharse de Cuba en 1960 por no poder soportar el régimen castrista. Pero nunca dejaron de ser de tal palo tal astilla.

Chucho tenía diecinueve años cuando Bebo se exilió. Pero llevaba dieciseis tocando el piano. Sí, desde los tres añitos. Con un padre como él, y una madre como la cantante y también pianista Pilar Rodríguez, qué otra cosa podía pasar. El compositor y director de orquesta Óscar Muñoz Boufartique fue el primero que le dio lecciones a nivel académico, cuando tenía cinco años, y cuando cumplió los catorce ya asistía al Conservatorio Municipal de Música de la Habana y recibía clases de otros maestros como Zenaida Romeu, Rosario Franco, Federico Smith o Leo Brouwer. Meses después ya tenía su propio trío de jazz con Emilio del Monte y Luis Rodríguez, y en 1959 hizo su debut con la orquesta 'Sabor de Cuba' dirigida por su padre, justo antes de que se marchara de la isla. «Me dijo que se iba a México a dar unos conciertos que tenía contratados y que, en su ausencia, me ocupara de la familia hasta que regresara... pero nunca volvió», relató a ABC en una entrevista hace tres años. «Sentí un vacío enorme y tuve que responsabilizarme de todos con apenas 19 años. Sin embargo, que mi padre huyera de Cuba me ayudó a desarrollarme rápidamente como pianista independiente para ocuparme de todo».

El Teatro Martí, el Salón Internacional del Hotel Habana Riviera y el Teatro Musical de la Habana fueron los escenarios que pisó en los dos años posteriores a la marcha de Bebo, y en 1965, tras pasar una temporada en la Orquesta de Elio Revé, formó una agrupación que sería la semilla del que sería su primer gran proyecto profesional, Irakere, que tomaría su forma definitiva en 1973, cuando ya estaba considerado como uno de los cinco mejores pianistas del mundo junto a Bill Evans, Oscar Peterson, Herbie Hancock y Chick Corea. Bebo, que ya había formado otra familia en Suecia, quedó impresionado por los logros de su hijo.

Chucho ya había perdido la esperanza de volver a ver a su padre, pero en junio de 1978, se reencontraron en un concierto de Irakere en el Carnegie Hall. «Yo sabía que mi padre estaba entre el público. Me temblaban las manos. Pero estuve en un estado de... pura magia», dijo el músico durante una entrevista con The Associated Press. Después del espectáculo, se fueron juntos a casa de su tía y pasaron toda la noche hablando de todo lo que no habían podido hablar durante 18 años. El año siguiente, ganó el Grammy a la Mejor Grabacion Latina con el disco 'Irakere'.

Bebo y Chucho grabaron juntos por primera vez en 1999, tocando 'El manisero', canción popular cubana de Moisés Simons, para un disco de Paquito D'Rivera. Y el año siguiente volvieron a hacerlo interpretando y 'La comparsa' en la película 'Calle 54' de Fernando Trueba.

Chucho siguió con Irakere hasta 2005, pero en 1998 inició una carrera paralela como solista, publicando trabajos como 'Solo Piano' (Blue Note, 1991), 'Solo: Live in New York' (Blue Note, 2001) y 'New Conceptions' (Blue Note, 2003), así como grabaciones de cuarteto como 'Bele Bele en La Habana' (Blue Note, 1998), 'Briyumba Palo Congo' (Blue Note, 1999) y 'Live at the Village Vanguard' (Blue Note, 2000), que ganó un Grammy al Mejor Álbum de Jazz Latino.

Los reconocimientos no dejaron de llegarle con el cambio de siglo. Después de dejar Irakere, ganó otro Grammy por 'Juntos Para Siempre' (Calle 54, 2007), el esperadísimo disco a dúo con su padre; y, otro por 'Los Pasos de Chucho' (Comanche, 2010), el debut de su nuevo grupo, The Afro-Cuban Messengers. En 2015 celebró el 40 aniversario de Irakere con una gira mundial que fue documentada en un álbum en directo, 'Tribute to Irakere: Live at Marciac' (Jazz Village / Comanche Music), que ganó otro Grammy más, al Mejor Álbum de Jazz Latino en 2016. Su padre había fallecido tres años antes en Benalmádena, adonde Chucho se desplazó para cuidarle en sus últimos días. «En Cuba mi padre y yo siempre paseábamos por el malecón, observando el mar que nos rodeaba. Cuando estábamos acá los dos, en Benalmádena, hacíamos lo mismo por el paseo. Solíamos caminar juntos y nos sentíamos como cuando estábamos en Cuba. Era como estar en casa», dijo Chucho tiempo después.

Ahora, a sus ochenta años, piensa en cualquier cosa menos en jubilarse. Cuando lo deje, es decir, cuando muera, sus ocho hijos, todos ellos músicos, seguirán llevando el apellido Valdés por el mundo. También tiene dos nietas, Chanti (violinista) y Marina (cantante), «con mucho talento las dos», asegura el abuelo.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación