Carlos Vives: «Hemos creído que las teorías culturales europeas son siempre ciertas, y no es así»

El cantante colombiano presenta su nuevo disco «Cumbiana», un viaje muy actual a los orígenes de la cumbia

Carlos Vives, en la imagen promocional de «Cumbiana» ABC

Nacho Serrano

Los cambios de fase en España están coincidiendo con la llegada del que seguramente será uno de los discos del verano, «Cumbiana» . El décimo cuarto álbum de estudio de Carlos Vives es una amplia exploración sonora de los orígenes de la cumbia, con fusiones de salsa y reguetón sin faltar el icónico acordeón del vallenato que todos identificamos como parte esencial de su sonido. Grabado en varios estudios en los Estados Unidos, el Reino Unido y España, así como en la Colombia natal de Vives, «Cumbiana» pretende mantener la sensibilidad del norte de la costa colombiana, donde el género encuentra sus raíces, mientras fusiona su sonido y espíritu indígena tradicional con los sonidos latinos modernos. Así, Vives se une al pasado y al presente del género, junto a pilares de la música como Rubén Blades («Canción Para Rubén») hasta voces más nuevas como Jessie Reyez («Hechicera») y artistas fuera de la esfera latina como Ziggy Marley («El Hilo»). Además, el cantautor colombiano lanzó el pasado jueves su segundo sencillo «For Sale» junto a Alejandro Sanz , cuyo vídeo, dirigido por Nuno Gomes y filmado en Colombia, cuenta con casi ocho millones de reproducciones en YouTube en apenas seis días.

Su disco está basado en un homenaje a las raíces de la cumbia, pero suena totalmente actual, urbano, fresco y alegre.

Gracias, esos son los puntos clave que busqué al hacer este disco. Es muy buen resumen (risas).

Cuenta usted que la cumbia nació en el delta del río colombiano Magdalena, y que su origen es intrínsecamente americano, sin tanta influencia africana como se creía.

En las Crónicas de Indias ya aparece esto, cuando hablan de los pocabuyes. Hablo de la década de los 1540. Ya describían ceremonias de estos pueblos que vivían sobre el agua, describían los tambores que luego heredó la cumbia, los tambores tapados. Describían también a unos músicos que tenían unos brazos muy largos para tocar, y que generaban unos sonidos muy largos, que parecía que no terminaban. Por eso los españoles que lo vieron los llamaron gaiteros. Esos pueblos se extendían por las ciénagas, que en Colombia son terrenos que unen dos ríos grandes, y si subes y sigues, llegas hasta el delta, y todo eso conforma el área donde nació no sólo la cumbia, también el vallenato, el porro y otros estilos. Luego llegaron los sonidos de Europa y África y se culminó la fusión que creó la cumbia que conocemos. Pero el origen es americano. Siempre nos han contado que la cumbia llegó de África, y si investigas un poco descubres que no, que jugó un papel importante en la consecución final, pero en el origen están estos pueblos anfibios que nos dejaron ese legado, como los taironas y los cenúes, que también eran montañeros.

El origen rítmico, lo relativo a la percusión, ¿también estaba ya ahí?

Sí, sí. Y ese espíritu rítmico es el que ahora usan muchas músicas urbanas actuales, porque pegan muy bien con el dancehall, el reguetón, el hip-hop… es una mezcla increíble, y siempre nos hemos enredado con ella pensando que todo venía de África.

¿Hay algún libro o publicación que sea la Biblia de todo esto?

Se han escrito libros que hablan del origen andino, como «El país de Pocapuy», del historiador Rángel Pava. Estudió en el terreno y también en las crónicas más antiguas que se pueden encontrar. Yo ahora estoy escribiendo también un libro para contar mi experiencia con la cumbia. Nosotros teníamos la esperanza de que se uniera a todo lo que salió del Caribe y de las culturas anglos y lo antillano, y en realidad somos parte de eso… pero hubo un musicólogo cubano que dijo que la cumbia venía de un tambor cubano que se llamaba el cumbé. Al parecer fue importante en el desarrollo de la música cubana, pero no llegó aquí. Y ahí se marcó una diferencia. Además nos acostumbramos a oír las teorías culturales europeas, que decían que toda la música colombiana venía de África, y lo creímos, porque la verdad es que siempre hemos sido un poco acomplejados (risas). Pero esas teorías no son siempre verdad. Lo africano sólo terminó de darle carácter a la cumbia.

La palabra «Cumbiana», que describe todo este universo, ¿la ha acuñado usted?

Sí, no existía. Cuando viajaba por estas tierras y estos ríos, me empezó a sonar natural. Hace muchos años se hizo un mapa de la cumbia, que demostraba esta conexión hidráulica a través de las ciénagas. El mapa cumbiero existía, pero no se le puso el nombre de cumbiana.

La música viajaba en canoa por ese mapa.

¡Claro! En mi disco he usado ritmos de la cumbia más antigua, que estaban basados en los tambores para remar. Yo he investigado estas culturas con antropólogos, etnólogos y biólogos, y cuando viajas allá te das cuenta de que toda la vida gira en torno al dominio del remo. Es el instrumento esencial en su vida. Hay quien dice que incluso hubo conexiones fenicias, que era otro pueblo experto en la navegación. También hay quien dice que los españoles trajeron elementos de las percusiones del norte de África, porque tenemos una cosa que se llama las cajas vallenatas, que son muy propias de allí, y entraron a través de las guajiras.

La canción «Cumbiana» la canta usted de un modo muy particular, diferente.

Sí, no sé por qué la canté así. Hay unos vibratos que yo no los trabajaba así. He roto muchos clichés míos ahí.

Hay una joyita en el disco llamada «Zhigonezhi»

Qué bien que me preguntes por ella. Si buscas entre mis discos antiguos, y ves «La Tierra del Olvido», verás que en la carátula sale un indio tocando la guitarra eléctrica. Es un músico que conocí en los 80, era de un pueblo de la Sierra Nevada de Santa Marta. Cuando yo fundé La Provincia, él fue el primer guitarrista. Juntos tropicalizamos nuestra música, y así nació el sonido Carlos Vives, buscando nuevas formas de expresarnos. Ernesto era un pelado de la urbe bogotana, de la época cuando todos cantábamos en inglés, éramos muy rockeros y tocábamos blues. Pero su conexión con las culturas originales era muy fuerte, y por eso le vestí como un indio en la portada. Después de un año tocando conmigo, decidió que no le gustaba viajar. Es profesor de música, y era uno de los mejores guitarristas de Colombia, pero decidió quedarse a vivir en una comunidad indígena. No volvió a tocar la guitarra. Ahora en «Cumbiana» le propuse volver, y le ofrecí tocar unas guitarras que yo había compuesto, con unos acordes y unas armonías, etc... Cuando lo escuchó me dijo: «Carlos, eso no lo voy a tocar. Imaginemos que los europeos nunca hubieran llegado a Colombia, imaginemos que no hay armonías, ni tonos menores». Me empezó a hablar de música pre-hispánica, de sus descubrimientos arqueológicos en la música... Sacó una flauta de los indios, y me dijo que había tardado cuatro años en aprender a tocarla, y que quería meterla. Así salió «Zhigonezhi», que es una palabra kogui, que significa algo así como empatía. Su lema es: «Hay que ponerse en el lugar del otro para llegar a acuerdos».

¿Cómo fue el rodaje del videoclip con Alejandro Sanz?

Eso fue una suerte increíble, no te imaginas la clase de suerte que tuvimos, de verdad. Él venía de su gira por Sudamérica, llegó a Bogotá y tenía concierto el sábado. Planificamos la grabación para el jueves, y a mitad del rodaje nos llegó la noticia de que se cancelaban todos los conciertos, en Colombia y en medio mundo. Al terminar Alejandro salió para España y ya empezó toda la locura del confinamiento. Si no hubiera tenido este videoclip lanzar el álbum hubiese sido más difícil.

¿Cómo lleva América la pandemia?

La economía empieza a moverse, y de alguna manera es como forzar a la gente a salir... Ha habido mucha incredulidad con todo esto. Al menos hay sitios donde refugiarse. Aunque por otro lado, en los territorios amazónicos no hay controles, entra y sale gente de varios países...

Y las cosas que dice Bolsonaro, ¿qué le parecen?

Ay Dios mío, no sé, no sé. Hay mucha locura, mucha polarización en todas partes. Eres de derechas o eres de izquierdas, no hay más.

La inmensa mayoría de las estrellas del movimiento urbano le citan a usted como influencia fundamental. Lo cual enlaza con lo que decía antes, acerca de lo bien que sirven los ritmos originarios de la cumbia para sus propósitos bailongos....

(Risas) Claro, claro. Yo trabajé en Puerto Rico como actor, tengo con ellos una conexión familiar. Y todos los artistas que salieron después de mí me tienen afecto. Entendieron que algo había en mi música que conectaba con el movimiento urbano, algo que también tiene que ver con mis relación con la música panameña, que es donde empezó todo lo del reguetón, antes de llamarse reguetón.

¿Qué tal llevó el juicio por plagio de «La Bicicleta»?

Confiaba en que la gente se estaba dando cuenta de que era una acusación absurda, y tenía fe ciega en la Justicia española. Pero sí... me dije: «Dios mío, ¿por qué me toca vivir esto? Con todo el tiempo que me ha costado cantar con Shakira... siempre habíamos tenido caminos separados, y de pronto esta cosa tan loca se puso en medio, qué pena». Pero nada, la gente se portó muy bien con nosotros. Sólo tengo palabras de agradecimiento para España. He aprendido tanto de mí mismo viajando a España... además me recibían igual de bien en el norte, en el sur, en el este y el oeste. Ustedes dicen que son muy diferentes, pero mi música los unió (risas).

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