Carlos Gardel: una lágrima en la garganta
La voz y el símbolo principal del tango argentino
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«Bogotá, 24 de junio. Comunican de Medellín que ha caído un aeroplano procedente de Bogotá, en el que viajaban el actor cinematográfico Carlos Gardel , el director de Universal Film, Sr. Schwarz, y trece guitarristas, con otros quince pasajeros. A consecuencia del accidente, del que ha resultado destrozado totalmente el aparato, han perecido Carlos Gardel, Schwarz , el piloto Ernesto Samper y cuatro pasajeros más. Los demás viajeros, en número de diez, resultaron con heridas de consideración».
Con esta noticia de agencia publicada en la página 29 contó ABC, el 25 de junio de 1935, la muerte de Carlos Gardel. El «zorzal criollo», como se conocía al cantor, se encontraba entonces en plena gira por Latinoamérica. Había salido de Nueva York –donde rodó su última película, «Tango bar»– a finales de marzo en el yate «Coamo», y sus destinos antes de Colombia fueron Puerto Rico, Venezuela y Curazao. Junto a él viajaba un séquito de siete personas, entre ellas su inseparable Alfredo Le Pera , letrista de los principales éxitos de Gardel, como «Mi Buenos Aires querido», «Por una cabeza» o «El día que me quieras».
Su popularidad era inmensa no solo en Argentina, la tierra en la que se había nacionalizado algo más de dos décadas antes, sino en toda América. De ello dan fe las cincuenta mil personas que se acercaron al lugar del accidente nada más conocerse la noticia de que Gardel viajaba en el avión siniestrado. Así lo contó ABC : «Fuerzas del Ejército han rodeado el campo de aviación para impedir que la muchedumbre, compuesta por 50.000 personas , que allí se ha congregado, pueda acercarse a los restos». Esa idolatría persiste hoy en día; su tumba en el cementerio bonaerense de Chicarita sigue siendo la más visitada. No hay día en que falte, a los pies de la estatua que la preside, un ramo de flores. La Unesco declaró su voz Patrimonio de la Humanidad y Enrico Caruso, uno de los más grandes tenores de la historia, le dijo después de oírle cantar –se conocieron durante un viaje en barco–, le dijo que «tenía una lágrima en la garganta».
Astor Piazzolla , la otra leyenda del tango argentino, le conoció siendo tan solo un niño; Gardel le tenía mucha simpatía a ese pibe al que quiso en su película «El día que me quieras». En 1978, Piazzolla le escribió una carta en la que decía. «Después de tu ausencia comienzan a aparecer los nuevos personajes de Buenos Aires. Charlie... le arruinaste la vida a los cantores, esos que solían decir: Menos mal, se fue Gardel y hay más laburo para nosotros y otros contestaban: Guarda, muchachos, que quedan los discos». Y, afortunadamente, es verdad.
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