Caetano Veloso y Gilberto Gil, magia tropical en el Palau

El tándem brasileño conquista el recinto modernista de Barcelona apenas un año después de su celebrada actuación en el Liceu

Cateano Veloso y Gilberto Gil, ayer en el Palau EFE

DAVID MORÁN

No había pasado ni un año desde que Caetano Veloso y Gilberto Gil se metieron el Liceu en el bolsillo con tan solo sus voces y un par de guitarras y ahí estaban de nuevo anoche, enmarcados entre las esculturas modernistas del Palau de la Música y bien dispuestos a repetir la maniobra y a convertir la desnudez tropical en una nueva obra de arte. El guión, es cierto, fue prácticamente calcado al de su anterior visita, pero el tándem brasileño volvió a salir a hombros después de más de dos horas de suavidad carioca, caricias acústicas y cálido folk mundialista.

Una lección de intimidad y maestría que arrancó con «Back In Bahia» y que fue recorriendo las costas de la música popular brasileña mientras Veloso y Gil (o Gil y Veloso, tanto monta) desgranaban una treintena de canciones hechas de la mejor materia prima posible: una amistad a prueba de bombas que se remonta a los días de samba y revolución de Tropicália. Una vieja e imbatible alianza que en Barcelona propició una reedición de esas bodas de oro que anda celebrando bajo el sucinto nombre de «Dois amigos, um século de música».

Arropados por lo mínimo -dos taburetes, un par de copas y otras tantas guitarras- y con Veloso algo más suelto que en su anterior visita, cuando Gil, ayer algo más justo de voz, le hizo sombra con sus dotes como guitarrista y su mayor conexión con el público, los brasileños hicieron memoria para alternarse en la voz cantante, despachar entre ovaciones «Coraçao vagabundo», «É Luxo Só» o «Sampa» y ofrecer un concierto casi idéntico al del Liceu pero algo más equilibrado.

El repertorio, de hecho, sólo se vio ligeramente alterado por el estreno de «As camélias do Quilombo do Leblon», pieza compuesta a cuatro manos después de la gira del año pasado y que anoche deslizaron como contrapunto a «É De Manha», la canción más antigua que sonó en el Palau. En ese viaje de 1963 a 2016 hubo tiempo para casi todo: samba entre algodones -«Eu vim da Bahia»-, incursiones en la balada italiana -«Come Prima»-, himnos añejos que no envejecen -«Expresso 2222»-, inquietantes apuntes funerarios -«Nao Tenho Medo Da Morte»- y estribillos para juguetear con el público -«Nossa Gente (Avisa Lá)»-.

Hubo también un reparto estrictamente democrático de los tiempos -la primera mitad del concierto fue Veloso quien que llevó el rumbo; mientras que la segunda fue para Gil- y una generosa tanda de bises que llegó hasta el «Three Little Birds» de Bob Marley y con la que quedó claro que, más aún que las canciones que comparten, lo importante es esa atmósfera que se genera en cuanto suben al escenario: dos voces conjuradas para espantar la oscuridad y abrazar con balsámica precisión el folk colorido y reconfortante. Magia tropical en estado puro.

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