Blanca del Rey: «En el tablao se nos ve enseguida el pelo»
«Sin ellos no se entiende el desarrollo del flamenco», dice la bailaora cordobesa
La cordobesa Blanca del Rey , la bailaora que hizo del mantón su pareja de baile y que convirtió su soleá en un género propio, ha roto muchos zapatos en las maderas de los tablaos –fundamentalmente, las de «su» Corral de la Morería , que regenta junto con sus hijos, Juan Manuel y Armando–;pero también ha desgastado muchos tacones en los más importantes teatros del mundo. Sabe, por tanto, de lo que habla cuando asegura que «para un artista flamenco es fundamental pasar por un tablao; los propios artistas lo saben. Y no lo digo solo yo, lo dicen también grandes artistas, como Antonio Gades . Si un artista no enamora en un tablao, apaga y vámonos. En el tablao se te ve el pelo muy pronto».
«Desde que Silverio Franconetti abrió el primer café cantante, precursor de los tablaos, la historia del flamenco está ligada a ellos –relata la bailaora–. El padre de Franconetti quería que su hijo fuera cantante de ópera, pero a él le tiraba el flamenco y se hizo cantaor. Mandaba gente a los campos para que le dijeran quién tenía buena voz entre, por ejemplo, los aceituneros. Y contrataba a un zapatero del que le decían que tocaba muy bien la guitarra. El flamenco empezó a profesionalizarse con Franconetti».
No es lo mismo un tablao que el escenario de un teatro. «Es diferente, como lo es cada artista; no todos tienen que bailar de forma arrebatada. La actitud en uno u otro espacio no tienen nada que ver. Pero son los dos muy difíciles. Has de tener en ambos lugares la misma seriedad, y tenerle el mismo respeto. Y hacerlo con el mismo rigor que si estuvieras haciendo ‘‘El lago de los cisnes’’. Yo tuve la suerte de coincidir con Maya Plisetskaya , y pude ver entre bastidores sus últimas actuaciones bailando ‘‘La muerte del cisne’’. No he llorado más en mi vida. Me identificaba mucho, porque ella, como yo por seguiriyas, terminábamos llorando. Son maneras de sentir el arte que, sin arrebatos, tienen una enjundia similar. El ballet y el flamenco se diferencian a menudo en el espejo; yo en mi compañía los quitaba, y les decía que se miraran en el espejo de su interior».