Billie Eilish, la verdugo del pop buenrollista

Con sólo 17 años ha consolidado un estilo que ha evidenciado algunas vergüenzas de la escena de cantantes femeninas adolescentes

Vídeo: Agencia Atlas

Nacho Serrano

Colorines, notas con sabor a chicle, maquillaje seductor y mensajes de positividad y esperanza. Así era el pop global defendido por mujeres adolescentes hasta que Billie Eilish irrumpió con sus catorce añitos en la industria musical.

Ariana Grande , Bitney Spears , Avril Lavigne , Taylor Swift , todas jugaban con esos mismos elementos en sus canciones. Miley Cyrus puede ser muy provocadora, pero cuando tenía su edad era una chica Disney. Lo mismo con Lana del Rey : con catorce o quince años estaba saltando la comba en el instituto. Solo Billie se ha atrevido a jugar de forma tan temprana y brutalmente descarnada con el lado más inquietante de la adolescencia, con los miedos juveniles más profundos, y además ubicándolos en su tiempo, en la era de las redes sociales. Miedos muy diferentes a los que sufrieron en su momento los que ahora tienen treinta, cuarenta, cincuenta años o incluso veintimuchos, y los ha traducido en hits incómodos de ver y escuchar pero por alguna razón irresistibles. Es el símbolo de la incomunicación entre generaciones, quizá una de las más acusadas desde el estallido del flower-power en los sesenta. Puede que alguien lo hiciera antes, pero no alcanzó el éxito suficiente para hacerse famosa. A Billie Eilish la conoce ya todo el planeta.

Su segundo apellido es Pirate (Pirata), una ironía teniendo en cuenta que ha venido a robarle el botín a las divas más poderosas del negocio, que deben estar temblando: ella es solo un ejemplo de lo que está por venir. Dave Grohl , líder de Foo Fighters , lo explicó muy bien, al comparar la conexión de sus hijas por la obra de Eilish con lo que los jóvenes de los años 90 sentían por los temas de Nirvana .

Es el símbolo de una nueva generación, nacida ya en el siglo XXI, con otro sistema de creencias musicales, absolutamente edípico e independiente, y una forma de expresarse que, si bien tiene su raíz más profunda en el hip-hop de toda la vida, supone un nuevo lenguage inasequible a los mayores de cuarenta, y cuya expansión mercantil ya no tiene vuelta atrás. Esto lo dice todo: ella es la primera artista nacida en el segundo milenio de nuestra era que alcanza el número uno en Billboard. Los milenials son vejestorios con poco interés comercial para ella.

« When we all fall asleep, where do we go? », su álbum de debut, fue sólo la confirmación de una carrera ascendente que arrancó al viralizarse su canción «Ocean eyes», cuando tenía solo 14 años. Al escucharla, muchos pensamos que no debió vivir en una familia muy normal, y no nos equivocábamos. Sus padres eran artistas, y fueron de esos que no confían en el sistema educativo y prefieren que sus hijos aprendan en casa. Su hermano también se dedició a las artes, y de hecho fue él quien coescribió y produjo el álbum. Antes de eso, ya había hecho dos giras por Estados Unidos y había teloneado a Florence and the Machine, pero cuando salió esa esperadísima ópera prima, el fenómeno Billie Eilish estalló en todas direcciones.

Sus megahits « Bad guy » y « Bury a friend », de esencia monorrítmica y minimalista, que anteponen el susurro al chorrro vocala y lírica y estéticamente desafiantes tal como mandan los cánones actuales, son un zeitgeist musical innegable, afortunadamente incomprensible para los mayores. Así es como siempre fue y así es como debe ser.

Ahora mismo está arrasando a su paso por España (anteayer en Barcelona, ayer en el Wizink Center de Madrid) , un país cuya juventud tampoco ha podido resistirse a su sinestro encanto. Esperamos con impaciencia su anunciada colaboración con nuestra Rosalía.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación