Billie Eilish arrasa en los Grammy y destrona a las «divas»
La artista de 18 años gana todas las categorías principales de los premios de la música más importantes del mundo
Una joven de 18 años se zampó ayer la gran fiesta anual de la industria de la música. Fue sorprendente que Billie Eilish se llevara los cuatro grandes premios en la gala de los Grammy –disco del año, grabación del año, canción del año y artista revelación–, pero lo fue más ante la nómina de competidores que tenía en las principales categorías: entre ellos estaban las grandes divas que han dominado la música popular en esta década – Beyoncé , Taylor Swift , Ariana Grande , Lady Gaga , Lana del Rey – y que han tenido que echarse a un lado ante el ímpetu de la joven californiana.
La noche del domingo fue quizá un síntoma del cambio generacional que vive la industria o, al menos, la capa más joven de seguidores de la música «pop». La opulencia escénica de quienes han dominado hasta ahora, sus contiendas públicas –Taylor Swift y Katy Perry, Nick Minaj y Cardi B, Kelly Clarkson y Carrie Underwood–, a veces reales, otras creadas para su interés o el de la prensa, contrastan con el tono solitario, de nihilismo adolescente, de Eilish.
Nadie explicó mejor que su hermano, Finneas O’Connell , productor y coautor de su música, el cambio de paradigma que supuso el terremoto de Eilish en la noche de los Grammy. «Compusimos un disco sobre la depresión, los pensamientos suicidas, el cambio climático, ser un tipo malo, lo que sea que eso signifique», dijo cuando les dieron el premio al disco del año por «When We All Fall Asleep, Where Do We Go?». «Estamos aquí confundidos y agradecidos».
Ambos recibieron tantos premios –ella, un quinto galardón al mejor disco pop, él, como productor del año y al disco mejor grabado– que pudieron contar muchas cosas desde el escenario. «¿Puedo solo decir que creo que Ariana merece esto?», dijo Eilish sobre otra de las nominadas, con el Grammy al mejor disco en la mano. La joven estrella alaba siempre que puede a «mayores» como Ariana Grande o Lana del Rey.
«Esto es para todos los chicos que están hoy componiendo música en su habitación», dijo O’Connell al agradecer el premio a la canción del año por « Bad Guy ». «Vais a conseguir uno de estos», dijo en referencia a la estatuilla del gramófono.
La irrupción de Eilish es apabullante: nadie había conseguido los cuatro grandes premios en el mismo año desde Christopher Cross en 1981, y ella es la primera mujer en hacerlo. Es, además, la artista más joven en ganar el disco del año en toda la historia.
La gala estuvo marcada por el triunfo de Eilish, pero también por la noticia que sacudió al mundo esa misma mañana. Kobe Bryant , la ex estrella de la NBA, había fallecido, junto a su hija y otras siete personas, en un accidente de helicóptero en las inmediaciones de Los Ángeles, la ciudad en la que vivía y donde se celebraban los Grammy. La ceremonia era, además, en el Staples Center, el pabellón donde juega su equipo y donde cuelgan las banderolas con las ligas que ganó para la franquicia angelina y las camisetas con sus dos números, retiradas y que ningún jugador de los Lakers podrá volver a usar.
Los guiños a Bryant fueron numerosos. «Esta noche es para Kobe», dijo Lizzo en la actuación que inauguraba la gala, con su descaro y efusividad habitual. La cantante, una desconocida hasta el año pasado, estaba entre las favoritas para los grandes premios, pero Eilish aguó su palmarés, que se quedó en tres premios menores. «Estamos aquí literalmente con el corazón roto, en la casa que construyó Kobe Bryant», dijo la anfitriona de la ceremonia, Alicia Keys, en su intervención inicial.
La otra sombra sobre los premios era la de Deborah Dugan , hasta hace diez días consejera delegada de la Academia de la Grabación, la entidad que organiza los premios. Dugan aseguró que había sido expulsada por sacar a la luz casos de acoso sexual, fraude en las votaciones para los premios y favoritismos hacia determinados artistas. El escándalo se complicó más cuando la academia respondió con acusaciones de «bullying» a Dugan y de haber exigido 22 millones de dólares por su silencio.
Pese a todo, los Grammy siguieron el guión previsto: el de una fiesta de la música. La gala retransmitida tiene que ver muy poco con los premios –solo se repartieron nueve, el resto se entregaron en una ceremonia previa con deserción de caras famosas– y mucha con actuaciones musicales. Las hubo de todos los gustos: conmovedoras las dedicadas a Bryant y a Nipsey Hussle, el rapero muerto el año pasado; emocionante la del regreso de Demi Lovato a los escenarios, que no pisaba desde su sobredosis de droga hace año y medio; original y divertida la de Lil Nas X, con cambios de escenarios y con la compañía de lujo de Billy Ray Cyrus; algo cursi la que Camila Cabello dedicó a su padre; y deslavazada la de Aerosmith, con fallos de sonido y que acabó con su líder, Steven Tyler, diciendo «vámonos de aquí». Que es lo que todos acabaron por hacer.