Bienal de Venecia: las novedades de un viejo festival

El Festival Internacional de Música Contemporánea celebra este año su sexagésima segunda edición

«The yellow shark», de Frank Zappa Bienal de Venecia

Alberto González Lapuente

El Festival Internacional de Música Contemporánea , parte esencial de la Biennale di Venezia , celebra este año su sexagésima segunda edición insistiendo en el empeño por definir lo contemporáneo. Según explica su director, el compositor Ivan Fedele , la programación de este año propone una ecléctica relación de conciertos y espectáculos capaces de explicar el encuentro entre géneros y estilos compositivos, particularmente aquellos que toman la investigación y la experimentación como medio para la expresión artística.

Lo evidencia la interpretación en la sesión de estreno, el 28 de septiembre, de la obra maestra de Franz Zappa «The Yellow Shark» que, desde su estreno en Francfort en 1992, ha sobrevivido como la más alta síntesis de una voluntad creativa y un pensamiento musical capaz de fusionar desde lo orquestal al rock experimental, la improvisación y la vanguardia académica. En Venecia se ha escuchado la versión completa de la obra con el Parco della Musica Contemporanea Ensemble dirigido por Tonino Battista y la participación de David Moss , original vocalista y buen conocedor de la obra de Zappa.

Fedele pone este ejemplo y añade por contraste la presencia de otro heterodoxo como Astor Piazzolla , responsable de colocar el tango en una dimensión artística sobresaliente. El bandeonista, compositor y director Marcelo Nisinman ha traído a Venecia una nueva edición de la ópera « María de Buenos Aires » cuyas raíces se asientan en el realismo mágico del poeta uruguayo Horacio Ferrer . Quiere decir que este año la Biennale Musica observa el fenómeno de la «fusión» desde la perspectiva americana considerando su propia idiosincrasia y el diálogo cultural que mantiene con el viejo continente. El título « Crossing the Atlantic » resume lo que dieciocho conciertos y otros tantos estrenos absolutos vienen a exponer con sentido práctico.

Ivan Fedele

El propio Ivan Fedele señala que la idea de establecer un lugar de encuentro entre músicos procedentes de distintas esferas artísticas , cuyas realizaciones son en muchos casos disímiles, comenzó en 2012 cuando él mismo la abordó por primera vez. Seis años después parece que el argumento sigue siendo válido aunque, a ojos del espectador, sea inevitable sentir cierto agotamiento a pesar del notable número de obras infrecuentes o de estreno que aquí se escuchan. En un lugar abierto a la novedad como la Biennale Musica parecería lógico encontrar ideas candentes como la validez del formato convencional del concierto, que aquí se mantiene incólume, o la necesidad de adecuar el espacio a la interpretación. En la Biennale Musica, muchos de los conciertos se celebran en algunas de las naves del monumental y «ruinoso» Arsenale veneciano, si bien paradójicamente ordenado en su interior con un criterio de sala convencional. Poco más hay que decir de la indumentaria de algunos intérpretes capaces de ofrecer un concierto a las cinco de la tarde vestidos con frac. Son cuestiones de índole práctico que denotan que las ideas flotan sobre un magma que ha terminado por convertirse en algo convencional , extraño a un lugar abierto a la «actualidad».

Dos conciertos han venido a ratificar esta realidad. El jueves, el estupendo Ensemble Itineraire dirigido con solvencia, claridad y estabilidad expresiva por Mathieu Romano dedicó la sesión a compositores de origen colombiano. Con ello se ponía en valor la apuesta de la Biennale Musica por otros talentos cuyo recorrido aún no ha conquistado el reconocimiento que ya tienen maestros de generaciones previas. Poco cabe decir de esta música estupendamente escrita por seis autores para quienes el adjetivo colombiano es una mera convención. La residencia en Francia , en la mayoría de los casos, y en Centroeuropa, en alguno otro, implica una consolidación estilística sin resquicio a la identificación territorial. Los títulos y el sentido argumental de varias obras podría ser una sugerencia, si bien el sentido muy abstracto de la música indica una clara intención de anteponer la materia a su significado.

Así, la armadura rítmica de las «Fábulas» de Daniel Alvarado Bonilla (1985) se relaja ante la meticulosidad tímbrica, lo que en «Defendiendo el viento» de Leonardo Ideobo (1977) adquiere un plus de contundencia, densidad y expresividad. Destacó «El Dorado», trío para cuerdas de Daniel Zea Gomez (1976) por el muy interesante diálogo entre las partes, mientras «El juego», de Luis Fernando Rizo-Salom. resuelve la concatenación de varios episodios en un total de notable consistencia. En un entorno más particular, «Negantrópico», de Juan Camilo Hernández (1982) implica a la electrónica como forma de afrontar una curiosa dislocación textual y espacial. Esta obra fue el preludio a la sofisticada realización de Marco Suárez-Cifuentes (1974) «Tétramorphes (Revelo I)», pequeño espectáculo para superposición de voz, conjunto instrumental, electrónica y proyecciones que a la manera de realidad aumentada se sustancia en una instalación de carácter artístico, más esteticista que proveedora de mensaje.

Orchestra Haydn di Bolzano e Trento

La perspectiva fue distinta en el concierto de la Orchestra Haydn di Bolzano e Trento dirigida por Tito Ceccherini , intérpretes demasiado superficiales para la americana Augusta Read Thomas (1964) y el australiano Brett Dean (1961). «In My Sky at Twilight», estreno y encargo de la Biennale, Thomas mantiene un sustrato instrumental, con reminiscencia en Messiaen y textos de naturaleza amorosa, desde Saffo a Neruda. La versión escuchada en Venecia adoleció de un voz potente y arrebatada, Giulia Bolcato se consuela en el pulimento de la linea, aunque sirvió como referencia a obra que tiene en la orquesta su verdadera significación.

La fama de Read Thomas , compositora en residencia durante varios años de la Sinfónica de Chicago, se hizo más evidente ante los «Silver Chants the Litanies», homenaje a Luciano Berio y obra con resonancia mahlerina cuya parte solista defendió con seguridad aplastante, apenas rota un mínimo instante, el trompa Roberto Miele . El rigor rítmico, la mayor claridad en la forma y el bien trabado entramado orquestal fueron bazas ante este punto culminante del concierto. De los «Electric Preludes» de Dean para violín electrónico queda el recuerdo de la saturación y la aspereza de la megafonía controlada por el propio compositor lo que impidió a Francesco D'Horacio demostrar su condición de virtuoso del instrumento. Quizá la obra contenga sutilezas particulares, según explicó D’Horacio en el encuentro previo, pero descubrirlas significaría otro tipo de escucha. Quedan para los próximos días otras propuestas de naturaleza escénica: la ópera «Aliados» de Sebastián Rivas , León de Plata 2018, y las cuatro producidas dentro del proyecto Biennale College como encargo a otros tanto compositores emergentes.

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