Bernard Sumner, el músico que revolucionó dos veces el pop

El artista británico publica en España sus memorias, «New Order, Joy Division y yo»

Bernard Sumner (a la izquierda) y Joy Divison

PABLO MARTÍNEZ PITA

Querían hacer un grupo a la estela de los Sex Pistols y terminaron dando forma al post-punk con su sonido oscuro, melancólico y frío. Hablamos de Joy Division , una de las bandas más influyentes de la historia del rock, y con un cantante, Ian Curtis , superdotado para la poesía sombría. Él se convirtió en un mito de esos que murieron jóvenes -se suicidó con 23 años- y dejaron un cadáver para la iconografía del siglo XX. Todo esto ocurrió entre 1976 y 1980, pero no fue más que el comienzo de la carrera de uno de los miembros de aquel grupo, el guitarrista Bernard Sumner , quien después de la muerte de su compañero asumió las tareas de vocalista en New Order, la continuación de aquel proyecto y que hoy sigue vigente.

Lo curioso es que con esta nueva formación Sumner insufló vida a otra banda fundamental en la evolución de la música pop, a la que dirigió en los años ochenta hacia las pistas de baile. El músico británico publicó en 2014 sus memorias, que ahora llegan en su edición española con el título «New Order, Joy Division y yo» .

«Hace tiempo escribieron una biografía sobre mí que no era muy buena, y la verdad es que me harté de firmar ejemplares», comenta Sumner, de 60 años, acerca de los motivos que le animaron a dar este paso. «Pensé que si alguien debía escribir un libro sobre mí ese tendría que ser yo. Por otro lado, quería hacerme a mí mismo ciertas preguntas que no me habían planteado nunca sobre cuestiones personales. Creo que es importante preguntarse qué es lo que me ha hecho ser la persona que soy, porque la música es un producto del individuo que eres. En realidad es el producto de tres elementos: el entorno en el que has crecido, tu colección de discos y la persona que eres. Tenía 22 años cuando empecé, y a esa edad estás en medio de un torbellino emocional. Al menos yo lo estaba, y aquel torbellino se abrió camino a través de la música, en mi contribución al sonido de Joy Division, y luego en New Order, por supuesto. Lo creía necesario porque nunca había hablado de esto antes con ningún periodista».

Efectivamente, de todo ello escribe sin tapujos, comenzando por su difícil infancia, con un padre que desapareció antes de que él naciera -y a quien nunca ha conocido- y una madre con parálisis cerebral, criado en un suburbio de Manchester y con un profesor que, al verle leyendo un libro de poesía, le dijo que lo devolviera enseguida porque, total, iba a terminar trabajando en una fábrica: «Era el señor Strapps, sí, ja ja. Un tipo raro. Creo que la gente era diferente en aquella época, más dura y amargada». En aquellos años escolares conoció a Peter Hook, a quien dedica un buen puñado de páginas para explicar sus muchos desencuentros y con quien daría forma a Joy Division, junto con Spephen Morris y el último en incorporarse, Ian Curtis.

Camino agotado

Lo curioso es que, si la muerte de este último selló el destino del grupo, Sumner comenta en el libro que en realidad ya estaban en un callejón sin salida, pues tras la publicación de sus dos álbumes, «Unknown Pleasures» y «Closer» , ya habían agotado el jugo de ese estilo oscuro e industrial: «No creo que Joy Division hubiera durado dos años más. La salud de Ian no hubiera resistido. Por ejemplo, justo antes de esta Navidad nos hemos ido de gira con New Order durante seis semanas, tocando en Europa, Reino Unido, Hong Kong y Texas… Es físicamente agotador y estresante. Él tenía epilepsia muy severa y las medicinas que le daban en aquella época eran muy fuertes. Además, tenía problemas en su vida privada con su mujer. Estar sobre el escenario con epilepsia con aquellas luces intermitentes… En fin, que aquello fue un desgraciado cúmulo de circunstancias que vinieron todas a la vez».

Con una prosa con frecuencia tosca, combinando datos fundamentales con pormenorizadas descripciones de juergas y resacas, Sumner nos cuenta cómo Manchester se convirtió en los años ochenta en el epicentro de una nueva revolución musical: la de la cultura de club y la fiebre synth pop, cuando los DJ irrumpieron en escena como los amos de la fiesta, y a la que dieron pistoletazo de salida con su inmortal tema «Blue Monday» en 1983. Una época reflejada en la película «24 Hour Party People» y que tuvo otros protagonistas además de New Order, como la banda Happy Mondays y Tony Wilson y Rob Gretton, estos dos últimos socios fundadores del sello Factory Records y de la discoteca The Haçienda: «Tony y Rob estaban enamorados de Manchester y muy orgullosos de ella. Querían descentralizar Inglaterra de Londres. Su filosofía era: vivimos aquí, así que vamos a hacer de ella una ciudad mejor para vivir».

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