Crítica de música clásica

Beethoven en tonalidad española

El Trío Arbós se ha aventurado a reconstruir el retrato de «La abuela española de Beethoven» en el Palacio Parque Florido de Madrid

El Trío Arbós, en una imagen de archivo ABC

Alberto González Lapuente

El Trío Arbós se ha aventurado a reconstruir el retrato de «La abuela española de Beethoven» , en referencia a una ilustre antepasada de supuesto origen español. Lo ha hecho con un concierto inscrito en un ciclo que se reconoce asimismo «inaudito» y en el que se ha tratado de recuperar al genio desde una perspectiva diferente, incluyendo al jazz y al flamenco. Es la séptima vez que la Dirección General de Patrimonio Cultural de la Comunidad de Madrid lanza su proyecto «¡Bienvenidos a Palacio!» con el fin de facilitar visitas guiadas, conciertos y conferencias en palacios de la región. El asesoramiento de Lo Otro garantiza el esfuerzo por buscar «nuevas formas de exponer la música» en un momento en el que está muy vivo el debate sobre los modos de escucha en la sociedad contemporánea.

Hay que estar al tanto de la cuestión y de estas iniciativas que necesitan intérpretes con soltura, imaginación y recursos. El caso del Trío Arbós es paradigmático por la sencilla razón de que no hay enredo musical del que no participen, ya puede ser como actores de un celebración con etiqueta, defendiendo la aventura vanguardista más radical o protagonizando una reunión de amigos con Beethoven de por medio. El concierto se celebró en el pequeño auditorio del palacio Parque Florido (Fundación Lázaro Galdiano) , con un aforo del 40% y ante la muy difícil acústica del recinto. Solo así se entenderá que no fue fácil desenvolverse con agilidad y encanto. Pero lo logró la presentación de Juan Carlos Garvayo , pianista y responsable de aclarar aspectos más o menos curiosos de las obras, al tiempo que disculpaba el frío ambiental. También fue muy estimable la bondad musical del violonchelista José Miguel Gómez , la determinada presencial vocal del tenor Manuel Gómez Ruiz , colaborador ocasional del trío con quien acaba de grabar canciones beethovenianas, y el arrojo de Cecilia Bercovich, violinista de altura y responsable de un arreglo sobre Esteban de Sanlúcar.

Sonó la música de Beethoven, pero lo hizo en combinaciones instrumentales inusuales arregladas también por Garvayo y en relación con otras partituras de Gomis, Rodríguez de Ledesma, Fernández Arbós, Boccherini y el propio pianista, quien presentó una lucubración flamenca titulada «Oda "por alegrías"» capaz de mostrar que los parecidos musicales pueden, en ocasiones, llevarnos a asociaciones inverosímiles. Por eso boleros, tiranas y hasta una sonata dieciochesca (Boccherini) -parte representativa de nuestro más simpático legado musical- convivieron con la música informal del genio de Bonn. Lo serio, sea la obertura de «Fidelio», arreglada para trío, o el aria de «Egmont», sirvieron para demostrar que, en realidad, lo español ocupa en la obra de Beethoven un puesto escasamente elogioso. Beethoven proyectó su sombra sobre nuestro país con fortuna desigual y esto se deduce, en segunda dimensión, del propio título del concierto.

Merece la pena recordar que España no participó en el Congreso de Viena y que pese a su explícita referencia, una composición política como «La batalla de Vitoria» ignoró lo español para ocuparse de lo francés y lo inglés (demostración de que la abuela de Beethoven no debió instruir al nieto sobre la realidad de sus antecedentes). La música más fácil del compositor es la que se escucha en España durante el siglo XIX, ese Beethoven simpático y accesible, de obras «límpidas y melodiosas, accesibles a todo oido músico». Más aún: cincuenta años después de la muerte de Beethoven todavía no se habían interpretado en nuestro país todas sus sinfonías completas. El ambiente lo describe muy bien la anécdota de Barbieri en 1859, quien dispuesto a construir por fin una orquesta solvente, trataba de ensayar el andante de la quinta sinfonía (un clásico de nuestra literatura musical) tras lo cual preguntó a uno de sus ilustres instrumentistas qué le ha parecido: «¡Me parece que dura más que un par de botas!». Barbieri señalaba aún mucho tiempo después que la flor y nata de la crítica seguía «mascando, pero no tragando», lo que con cierto desdén llamaban música sabia.

Puede parecer que todo ello son viejas aventuras hoy olvidadas pero el miércoles, mientras el trío Arbós hacía pasar un rato muy entretenido a todos los que tuvieron la suerte de ir a su concierto, se conmemoraba el 250º aniversario del nacimiento de Beethoven : el mito romántico, referencia absoluta de la cultura occidental por su capacidad para condicionar desde una perspectiva emocional y hasta ideológica la sociedad que le sobrevivió. Recordarlo, como se ha hecho en algún foro, cargando las tintas sobre la presencia omnipresente de su música en la actual cultura popular, es una injusta banalidad que deja de lado el sentido limítrofe de una obra que alcanza lo inabarcable, que no se agota y que obliga a constantes análisis, a divagaciones e hipótesis; que en su más trascendente dimensión invita a reflexionar sobre nuestra propia realidad cultural. Es así, incluso en aquellos casos en los que el genio intemporal mostró su lado más correcto. Aquel del que con tanta solvencia se ha ocupado este concierto.

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