Antonio Reyes: «Cantarle ‘Viviré’ a Camarón de niño mientras él me tocaba la guitarra fue lo más»
El cantaor de Chiclana conoció a José Monge Cruz y hasta le visitó en su casa de San Fernando poco antes de morir hace hoy justo 30 años
La primera vez que Antonio Reyes (Chiclana de la Frontera, 1977) vio a Camarón tenía solo 6 o 7 años. Su tío, el guitarrista Diego Montoya, era muy amigo de la leyenda de San Fernando, de cuya muerte se cumplen este sábado 30 años. Fueron juntos desde Cádiz a escucharle cantar a Ojén. «Era tan buena persona que fue hasta allí para participar en un homenaje a un muchacho que no era artista ni nada, pero muy querido en aquel pueblo malagueño», cuenta el cantaor a ABC. El recuerdo, como no podía ser de otra manera, se le quedó grabado.
Así lo relata: «Cuando estábamos en el camerino, Camarón empezó a tocar la guitarra junto a Tomatito , que también estaba allí, justo antes de que ambos salieran al escenario. Mi tío, que era sobrino de Jarrito (Roque Montoya Heredia), un cantaor muy importante de los años 60 y 70, los conocía a los dos. Entonces Camarón me dijo que me arrancara a cantar algo mientras él tocaba. Hace ya cuarenta años de aquello, pero recuerdo perfectamente que hice un cante suyo, ‘Viviré’ [del disco del mismo nombre de 1984], y fue lo más».
—Menudo recuerdo…
—Es que nunca lo voy a olvidar… ¡imagínate! Tengo la foto colgada aquí en mi casa como oro en paño.
—¿Qué le dijo Camarón?
—Que le había gustado mucho. También le dijo a mi tío que me cuidara y que nunca dejara de estudiar flamenco y de practicar, porque tenía muchas cualidades. En ese momento yo ya apuntaba maneras, pero todavía no había dado ningún concierto. De hecho, ese día fue la primera vez en mi vida que me subí a un escenario.
Tras ese bautizo soñado, Reyes ya nunca se bajó de los tablaos. Como el mismo apunta, «con Camarón siempre en la cabeza». Todos sus amigos y todos los niños de Cádiz de la época adoraban al bueno de José como si fuera un Dios, algo de lo que el autor de 'La leyenda del tiempo' se quejó en sus último años de vida. Pero tenerle cerca aunque fuera unos minutos siempre fue un sueño para Reyes… que cumplió ese sueño unas cuantas veces, viéndole cantar en cuanto se anunciaba una actuación suya por la por la provincia.
Consagrado ya en el mundo flamenco como si fuera un príncipe del cante, y poseedor además de una de las voces más puras de su generación, Antonio Reyes ha ido creciendo más y más con sus discos, autodefiniéndose sin ningún pudor como «camaronero hasta la médula». Con el último álbum, ‘Que suene el cante’, parecía destinado a captar la atención de un público mucho más amplio, pero unos días después de su publicación llegó la pandemia y todo se detuvo.
—Podríamos decir que su carrera se inició casi en aquel camerino que compartió con Camarón en Ojén.
—A partir de ahí empecé a hacer peñas por toda la provincia de Cádiz; después, empezaron a llamarme de festivales y, a continuación, ya me llevó el guitarrista Manuel Morao a Jerez, donde empezó a introducirme en el mundo de otros cantaores históricos, como Terremoto, Juan Mojama, La Perla de Cádiz… y fui aprendiendo. ¡Aunque lo cierto es que el cante no se aprende, se perfecciona! Con el cante se nace.
—¿Recuerda la última vez que vio a Camarón?
—Sí. Fui con un primo mío a verle a su casa de San Fernando poco antes de que muriera. Teníamos muchos vínculos con él, porque Camarón de joven iba mucho por Chiclana y conocía a todo allí. Además, la madre de La Chispa [mujer de Camarón] y mi abuela eran primas hermanas. Cuando llegamos estaba sentado en su sofá, con un chándal, viendo la televisión. Él nunca fue de hablar mucho y lo único que nos dijo en dos horas es que si queríamos merendar y poco más [risas]. No me preguntó nada de flamenco, aunque en esa época yo ya cantaba, pero nos dio igual. Nosotros con quedarnos ahí mirándolo ya nos conformábamos.
—¿Qué es lo que más destaca de Camarón?
—Todo. En el flamenco no tenía ningún punto malo, pero lo que a mí más me sorprendía, cuando fui a verlo cantar, era su afinación. Tenía un piano en la garganta… era pura miel. También me llamaba la atención que, a pesar de que no hablaba casi nada, tenía una personalidad arrolladora. Nada más verlo, te imponía. Para mí ha sido el mejor de la historia. Revolucionó el flamenco y le dio la categoría que tiene hoy.
—Según comentó hace poco Aurora Carbonel en ABC Cultural, su marido, Enrique Morente, también destacaba la afinación de Camarón. Decía que jamás había visto a nadie cantar como él.
—Si lo decía Morente, que podían haber sido rivales en esa época, imagínate. Es que esa afinación suya era impresionante. El eco de su voz, el tono a metal que tenía… todo. A Camarón no se le podía poner un pero.
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—Cuando usted recupera cantes suyos, ¿percibe que esa afinación es imposible de conseguir?
—Pues claro. Hay muchos cantaores que afinan muy bien, pero la afinación de Camarón ni la tiene ni la ha tenido nadie. Hasta ese extremo… ninguno. Es algo que se nota aunque no seas aficionado al flamenco. La calidad está ahí, como me puede ocurrir a mí si escucho al mejor guitarrista de rock, aunque yo no entienda de rock.
—José Manuel Gamboa, guitarrista y Premio Nacional de Flamencología, dijo también en ABC Cultural que «Camarón no fue rupturista de nada. Era un cantaor con un oído increíble, un genio, pero un cantaor clásico».
—Yo creo que Camarón no intentó ser un revolucionario, pero Dios lo quiso así porque lo llevaba en la sangre. Parece que nació para ser un mito. De hecho, yo tengo muchas grabaciones caseras suyas, de fiestas, y a él lo que le gustaba cantar era, efectivamente, el flamenco ortodoxo. Siempre se acordaba de Manolo Caracol, Antonio Mairena, Tomás Pavón, La Niña de los Peines… Después revolucionó el flamenco sin darse cuenta.
—¿Es verdad que usted es uno de los cantaores más ‘camaroneros’ de la actualidad?
—Soy un enamorado de él desde que soy pequeño y me fijo mucho en él de manera casi innata, pero no trato de imitarlo, porque es imposible. Camarón era único. Yo canto con mi voz, porque a él no se le puede acercar nadie. Y sí, soy camaronero hasta la médula, la verdad.
—Lo curioso de usted es que, a diferencia de otros cantaores, usted tiende a recuperar más sus cantes antiguos…
—Exacto. Los cantes que hago de él son anteriores a ‘La leyenda del tiempo’, todos aquellos primeros discos que hizo con Paco de Lucía que le vienen mejor a mi voz y a mi manera de sentir el cante. La verdad es que me ha gustado siempre esa etapa. Todo lo que hizo con Paco son joyas. Esa pareja inigualable en la historia del flamenco. Lo opinan casi todos los guitarristas y cantaores. Pero lo de después también me encanta. Por ejemplo, ‘Como el agua’ (1981) y ‘Calle Real’ (1983). Y ‘Potro de rabia y miel’ (1992) es para mí es uno de los mejores discos de la historia del flamenco.
—Tenías 15 años cuando murió. ¿Recuerdas cómo se enteró de su muerte?
—Por la tele y… ¡uf!... ¡Fue un mazazo que no veas! Cuando escuché la noticia, me parecía mentira. Me quedé en ‘shock’. Yo y todos los chavales de mi quinta éramos ‘camaroneros’.
—¿Fue a su entierro?
—¡Claro! Fue una barbaridad. Todos mis amigos y primos nos acercamos a San Fernando y recuerdo a aquellas 50.000 0 60.000 personas… y todo el mundo llorando. Era el dios del flamenco… el rey del cante.
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