Ángel Antonio Herrera

Un dandi de los espejos interiores

«A Aute le gustaba la palabra intemperie, la jerga de La Habana, y Sharon Stone. Cargó algo de hombre recién hastiado, pero el tío no paraba»

Luis Eduardo Aute ÁNGEL DE ANTONIO

Luis Eduardo Aute ha resultado un joven de setenta y seis palos que una semana nos traía el milagro de un disco y otra semana ponía en pie el prodigio de un poemario. Y en una u otra cosa siempre era Aute, un estrés de belleza, un infarto de poesía, un aullido de coherencia. Era, y es. Porque este tipo regresa hoy eterno . Le gustaba la palabra intemperie, la jerga de La Habana, y Sharon Stone. Cuando de él he escrito, que ha sido mucho, emocionadamente, siempre asomaba Eduardo, y ponía rápido un correo agradecido, y muy escrito, porque él era del género epistolar, y un elegante , aunque las épocas nos obliguen a internet. Le admiro desde que yo era un adolescente, o por ahí, y me enamoraban enseguida las chicas de melena en llama, cansadas de juventud, que iban enamoradas de Eduardo, lo cual era para mí una garantía de sensibilidad.

Le he adornado antes de elegante, y me parece que Eduardo es eso, entre otras muchas cosas meritorias, porque Aute practicaba un modo propio de estar en el mundo, que es, a rachas, incluso un modo de no estar, que aún más me importa, barajando la tristeza sin cura y la estatura de lentitud. Eduardo siempre cargó algo de hombre recién hastiado, pero el tío no paraba . De pronto era un pintor que te pegaba el susto cuajando un disco inolvidable y al día siguiente despertaba un poeta que te aparejaba el sobresalto de dirigir una película de dibujos animados propios. Y todo sin quitarse el mismo vaquero gastado , que en él fueron mil vaqueros antimoda. Flota en todas sus cosas un desmayo de esteta , y una reversión de sí mismo, bajo aquel lema de Píndaro: «Aprende a hacerte el que eres». Cuando se lleva el estilo de no tener estilo alguno, en el arte y acaso en la vida, como ahora, procede la reivindicación de la huella digital, del «yo» único, de la figura propia, ajena a todo y a todos, y en esta reivindicación está la porfía y está ya el magisterio de Aute, que parecía a veces cansado de inventarse, pero que ni se cansaba ni nos cansaba .

Da un poco de pudor recurrir aquí al tópico de que Aute prosperó en la creación a contracorriente , a espaldas de todo y de todos, pero hay que repetirlo porque tipos así ya van quedando pocos, o muy pocos. Su canción «La belleza» es un himno emocionantísimo, y eterno. «Al alba» es «Al Alba». «Las cuatro y diez» es «la mejor hora en el reloj de las bellezas», según Sabina. Siempre me confesó que se aburría, si se paraba, y encima no dejaba de fumar . Yo no sé de dónde sacaba tiempo para echarse un pitillo, el tío. Se va el que vuelve, un elegante de la inteligencia, un distinguido de la nostalgia, un dandi de mirarse sólo en los espejos interiores.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación