Álvaro Alonso

Charlie Watts, el metrónomo de la calle

El ritmo se conjuraba con la electricidad adoptando un crisol de fórmulas que Charlie Watts, vestido de flema inglesa, único, elegante y sobrio, fue capaz de ejecutar con una versatilidad inigualable

Charlie Watts, durante un concierto de los Stones en Barcelona en 2001 REUTERS

Álvaro Alonso

¿Qué hace falta para elevar un camión? Imaginemos que sobre el escenario Tina Turner canta 'Respect' y 'Come Together'. Cuando comienza a sonar 'Land of 1000 Dances' le pide a Janis Joplin que se adelante. Nunca se vio tan feliz a Janis, bailando con Tina. Cuando terminan, el equipo se prepara para la salida de los Stones. El público está engrasado. Mick pasea entre bastidores, con su jersey negro, sus pantalones con botones de plata, el fular y el sombrero del Tío Sam en la mano. Tardan en salir.

El primero es Charlie Watts instalándose ante la batería, mientras los demás conectan las guitarras a los amplificadores. Hasta que Keith dispara el riff inicial de 'Jumpin' Jack Flash'. Mick lanza un aullido que viene del fondo del abismo. Detrás del escenario, un camión salta por encima de las ballestas. El camión recibe las vibraciones del edificio, que se está moviendo. Es Charlie Watts quien aporreando con todas sus fuerzas la batería, unido a las pequeñas manos de Bill que pulsan el largo traste de su bajo color azul claro, están moviendo un puñetero edificio.

Tocar la batería con los Rolling Stones es como ser el metrónomo del infierno. Con una precisión: el infierno, a finales de los sesenta, era una guerra que sucedía en las calles, entre asesinatos raciales, movimientos estudiantiles, disturbios, crímenes, juicios y el baile como metáfora de emancipación. El ritmo se conjuraba con la electricidad adoptando un crisol de fórmulas que Charlie Watts, vestido de flema inglesa, único, elegante y sobrio, fue capaz de ejecutar con una versatilidad inigualable, sea en clave tribalista, véase 'Simpathy For The Devil', sea en clave rebelde del country, en 'Dead Flowers', o abrazando la negritud en 'I Can Get No Satisfaction'.

'You Are Out Of Time', el himno de 1966, muestra de lo que era capaz el señor Watts, sin despeinarse, como una antítesis del hiperactivo Keith Moon de los Who. Una canción resuena ahora que Watts no está, y es 'Beast of Burden'. Como en tantas, es el arpegio primero de Richards el que golpea. Luego, la canción es pura batería, pura magia. Y no quieres que termine nunca. Volviendo al camión del principio. Mick Jagger, desde lo alto del escenario, le dice al público: «Se me han desabrochado unos botones. ¿Queréis que se me caiga el pantalón?». Y el público responde: «¡Sí!». Charlie Watts sonríe.

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