Alberto Cortez: «No he hecho fortuna con la música, tengo que trabajar para vivir»
Recuperamos una de las últimas entrevistas que el artista argentino, fallecido a los 79 años en Madrid, concedió a ABC
Se lo dijo Pérez, aquel que estuvo en Mallorca: José Alberto García, tú eres Alberto Cortez , no se te da mal levantar castillos en el aire y tienes que buscar tus canciones en un rincón del alma, en ese rincón donde te llegará una rosa cada día. Y ese hombretón de casi doscientos centímetros de altura que es Alberto (aunque en el cole, de coña, le llamaran Chiquito García ) se puso a la faena. Vaya si se puso. Cincuenta años sin parar. Cantor universal, trovador por las cuatro esquinas del planeta.
A miles de kilómetros, a través del hilo telefónico, su vozarrón confirma que no nos hemos equivocado al marcar. Hotel Emporio , México . «Trabajando, sí, afortunadamente. Tal y como están las cosas, hay que tratar de defender el trabajo como un tesoro, porque en realidad es de lo que uno más disfruta», explica.
Un 2 de julio de 1960 el barco «Provence» leva anclas en Buenos Aires . Destino: Europa. En uno de sus camarotes, un chaval de 20 años, con una guitarra al hombro y la maleta repleta de versos y de sueños, Alberto Cortez empieza la banda sonora de su vida. Un año después, pisa Madrid por primera vez, y el productor Enrique Martín Garea le abre las puertas de Hispavox , tierra mítica para los músicos de entonces.
Tiempos en los que Alberto «salía por las noches a contar estrellas hasta perder la cuenta». Tiempos, pasados pero no olvidados, que trazaron el camino del Cortez de hoy: «Tengo la certeza y la tranquilidad de saber que sigo respondiendo a mis principios fundamentales: yo soy quien soy, y soy el mejor Alberto Cortez que existe».
De aquellas discográficas que tiraban un día sí y otro también la casa por la ventana, no quedan, tampoco, ni los restos del naufragio. «Prácticamente, han desaparecido. Entonces, lo controlaban todo y sus buenos provechos sacaron», comenta el artista. Cortez también fue pionero en ponerle música a nuestros mayores poetas (Neruda, Machado, Hernández, Lope, Quevedo, Góngora), en días en los que a la música había que echarle muchos, pero que muchísimos bemoles, cuando el cantor podía dar con sus bohemios huesos en Carabanchel .
Trabajar para vivir
Cincuenta años de carrera dan para mucho, también para los malos momentos. «Siempre hay parones que te producen cierto terror, pero no desde el punto de vista de la actividad social. Hay personas, como decía aquella señorita, que viven para estar en el candelabro, y en cuanto se le apagan dos o tres luces del candelabro parece que se les acabó el mundo. Pero no es mi caso, yo nunca me he dedicado a posar todos los días para los paparazzis . Pero sí, hay malas rachas. Y que quede claro, además, que yo no he hecho fortuna con la música, yo tengo que trabajar para vivir».
Vivir acariciando palabras como quien caza mariposas. «Hay tantas palabras maravillosas flotando en el ambiente, tantas palabras que uno puede ir pescando... Siempre habrá alguien que recoja esas palabras y pueda armar poemas que luego podrán ser cantados. El mundo de la poesía y de las canciones es infinito».
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