Adele en Barcelona, el doblete de la diva sensible
La cantante británica actúa en el Palau Sant Jordi los días 24 y 25 de mayo con todas las entradas agotadas
Para el común de los mortales, cinco años son poco más que un puñado de meses apretujados en el calendario que, con un poco de suerte, consiguen burlar la rutina con algún cambio sensible o un golpe de timón vital más o menos notorio. Para Adele Laurie Blue Adkins, conocida simplemente como Adele y reconocida como una de las voces de oro del pop contemporáneo, estos cinco años han sido el huracán que la ha llevado del éxito triunfal a las conquistas estratosféricas.
Media década en la que la joven cantante británica ha cambiado el recogimiento de la sala Bikini, escenario de su discreto debut en España en 2011, a un doblete de lujo en el Palau Sant Jordi, donde actuará los días 24 y 25 de mayo con todas las entradas vendidas desde hace meses. Cinco años que, en fin, la han convertido en la cantante británica más rica de la historia, con una fortuna estimada en 85 millones de libras (111 millones de euros), según un ránking publicado en abril por «The Sunday Times».
Sólo en el último año, coincidiendo con el lanzamiento de «25», su tercer trabajo, la londinense ha sumado 35 millones de libras a la fortuna que ya había acumulado en 2014, unos números que ayudan a entender las dimensiones de un fenómeno que desborda lo estrictamente musical para alcanzar dimensiones globales. Tanto es así que la autora de «Someone Like You» es una de las pocas artistas contemporáneas que puede presumir de haber plantado cara a las omnipresentes plataformas de streaming, donde su último trabajo es poco más que un espejismo, y seguir manejando cifras de ventas propias de otra época: en apenas un mes y diez días despachó más de 17 millones de copias de «25», y durante los tres días siguientes a la publicación del disco, el pasado 20 de noviembre, en Inglaterra se vendió una copia del álbum cada dos segundos. Por si fuera poco, los Brit Awards no hicieron más que confirmar su indiscutible reinado reconociéndola en febrero con los galardones a mejor disco, mejor single por «Hello» y mejor artista británica. Casi nada.
Y todo gracias a una voz que navega entre Dusty Springfield y Aretha Franklin (y también, porqué no, entre Etta James y Ella Fitzgerlad) y que apareció en el momento oportuno, justo cuando el revival soul empezaba a calar hondo y Amy Winehouse acaparaba premios y titulares. De aquella Adele que se estrenó en 2008 en el sello XL con «19» apenas queda hoy rastro, pero lo que queda es, sin duda, lo más importante. A saber: una garganta portentosa y superdotada para el soul-pop y una constante reivindicación de un modelo de artista alejado de los cánones del pop contemporáneo.
Otra dimensión
Porque, a pesar de moverse en la misma liga que, pongamos, las Beyonce o Rihanna de temporada, la de Tottenham antepone el desgarro y la nostalgia al hedonismo, huye de los montajes aparatosos y deja que sea su música y no sus curvas la que reclame protagonismo.
De ahí que en la gira europea que arrancó a finales de febrero en Belfast y que ahora llega a España lo importante no sean los cambios de vestuario -de hecho, ni siquiera los hay: sólo un vestido, el mismo, para todo el tour- ni la pirotecnia escénica, sino el impacto de piezas como «Hello»; «Hometown Glory», «Someone Like You» o «When We Were Young». Canciones inflamadas por los vapores del amor y el desamor y baladas con vistas al jazz y al soul que la británica despacha rodeada de un elegante diseño audiovisual, pantallas gigantes generosas en los primeros planos, su voz siempre marcando el rumbo y la inmensidad de un pabellón cubierto al servicio de la intimidad.
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