Primavera club: regreso al futuro a través de un festival

El festival reúne a bandas emergentes y nuevos talentos

Primavera club: regreso al futuro a través de un festival abc

DAVID MORÁN

Ahora que ya ha pasado l a fiebre nostálgica de los Delorean y de ese futuro que fue pero que nunca más ha vuelto a ser, no estaría de más volver a mirar hacia adelante y concentrarse en lo que está por venir. Es ahí, en ese futuro imperfecto pero futuro, a fin de cuentas, donde opera el Primavera Club , certamen nacido como trasunto otoñal del Primavera Sound que, tras bajar la persiana en 2012 por el exceso de celo municipal, renació el año pasado convertido en plataforma de lanzamiento para bandas emergentes, grupos semidesconocidos y talentos locales con apenas un par de líneas de biografía.

Una apuesta de riesgo con la que los responsables del festival barcelonés agitan la programación de salas y abren la puerta a cerca de cuarenta bandas que nunca antes habían actuado en nuestros escenarios y que, quién sabe, bien podrían convertirse en los cabezas de cartel de un futuro no muy lejano. Sin ir más lejos, ese podría ser el caso de Shura , cantante británica de origen ruso cuyo cruce de pop, electrónica y melancolía adictiva no desentonaría coronando cualquier lista de ventas. Algo parecido ocurre con US Girls, inquietante proyecto de pop espectral con el que Meghan Remy aspira a convertirse en la hermana perversa de Lana del Rey. A estos dos nombres se podría añadir, por aquello de completar el tridente de poderío femenino, el de Lorely Rodriguez , hondureña nacida en Brooklyn que bajo el nombre de Empress Of sigue con brío los pasos de Björk y Grimes. Y ya que estamos y con la vista puesta en el póquer, ahí está Jessica Pratt, brumosa cantautora folk por cuya garganta desfilan los fantasmas de Nick Drake y Vashti Bunyan.

Rock volcánico

En el otro extremo del tablero, el del rock volcánico y empapado con gasolina, encontramos a Algiers, trío estadounidense que acaba de entregar un sorprendente debut en el que cruza rock oscuro, góspel y blues. Las nuevas encarnaciones del metal, otra de las debilidades de la organización, están bien cubiertas gracias a la presencia en el cartel de nombres como Bell Witch y Monarch!, mientras que el estandarte del hardcore airado queda en manos de los belgas Raketkanon.

Con todo, y pese a lo variado y ya de por sí sorprendente del programa, si hay un nombre que merece atención es el del pianista ucraniano Lubomyr Melnyk , genio en la sombra que lleva más de media vida reinventando el minimalismo y perfeccionando un continuo musical que transforma el piano en una suerte de cascada inagotable. A sus 66 años, el ucraniano será el artista más veterano en unas jornadas en las que también destaca la presencia de una leyenda de la talla de Mark Cunningham, bajista de M/A/R/S que reaparece ahora al frente de Blood Quartet, alianza experimental entre este icono de la no-wave neoyorquina y el trío barcelonés Murnau B.

El pop tropical de Cristobal & The Sea, el estreno en solitario de Angel Deradoorian, cantante de Dirty Projectors, el folk clásico de Fraser A. Gorman, el punk-pop destartalado de Chastity Belt, la electrónica oscura de NAKED y el pop deslumbrante de Ultimate Painting, proyecto compartido por Jack Cooper (Mazes) y James Hoare (Veronica Falls), completa un plantel internacional coronado por la imprevisible batidora folk de Richard Dawson . En el apartado nacional, el festival también saca pecho con el punk a chorro de Cala Vento, la fusión de danza y experimentación de Ensemble Topogràfic, el pop delicado de Hazte Lapón y el noise oscuro de Redthread.

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