El ruidoso y prematuro nacimiento de la música industrial

Antes de que Throbbing Gristle marcara tendencia, la música de las fábricas se escuchaba, a todo gas, a través de discos inofensivos

El ruidoso y prematuro nacimiento de la música industrial abc

jesús lillo

«Música industrial para gente industrial» fue el lema con que el sello de Throbbing Gristle , Industrial Records, quiso identificar su producción a mediados de la década de los años setenta. El grupo de Genesis P-Orridge , también conocido por ser intérprete y víctima voluntaria de una acción quirúrgica que lo llevó a transformarse en algo parecido a su esposa, Lady Jane, figura como precursor de un subgénero que de Cabaret Voltaire a Ministry , pasando por La Fura del Baus o Macromassa y degenerando en el bakalao de inspiración belga, luego adaptado al gusto fallero de Valencia, ha dado mucho que bailar. La lírica del futurismo , vanguardia que se dejó cegar por el brillo y el ritmo de las máquinas y los motores de principios del XX, dio paso a una metralla sonora cuyo eco impregna con toda naturalidad, o artificialidad, dada su condición, la actual música de baile. Eso, más o menos, dice la historia oficial.

Al margen de John Cage o los Fluxus , gente poco afinada para el canon y cuyos ensayos pudieron frecuentar los músicos industriales, conviene detenerse en un vagido que, pese a su potencial, ha sido ignorado de manera inmisericorde por las academias. Se trata del contenido en el volumen número veintiuno de la colección «Efectos de sonido» que a mediados del siglo pasado editó La Voz de su Amo -hubo una versión española- para facilitar los trabajos de ambientación audiovisual y, a escala doméstica, «Muerte a escala industrial» para Esplendor Geométrico , distraer al gran público con pasajes sonoros grabados al natural o, como es el caso, al artificial.

La Voz de su Amo grabó sonidos de la naturaleza y de las fábricas

La entrega número siete de la serie, dedicada a los pájaros, tenía bastante miga. Además de reproducir los cantos d el ruiseñor, la cotorra, el mirlo o la curruca , que eran las aves que se llevan entonces, el disco, de siete pulgadas, incluía cortes como «Papagayo hablando con fondo de pájaros» o «Gaviotas sobre el mar con fondo de oleaje», que parece el nombre de un plato de anchoas elaborado y decorado por un cocinero sacaperras. Nada, sin embargo, como el temazo que abría el miniálbum, «Pájaros al amanecer en primavera en el campo, con gallos lejanos y reloj dando cinco campanadas» . Tal cual. Con dos cojones.

A La Voz de su Amo se le acabó el repertorio de sonidos más o menos familiares y, con tal de aprovechar el filón, terminó por grabar cosas más rebuscadas. Ahí se metió de lleno en el underground y, como el que no quiere la cosa, sentó las bases de lo que luego fue la música industrial . «En la fábrica» incluye piezas tan rotundas y explícitas como «Martillo pilón a vapor», «Fundición», «Muelas de afilar», «Taller de recorte» o «Prensas de troquel». Escucharlas hoy al volumen adecuado permite disfrutar de una pureza industrial ya sacrificada por la estandarización de un estilo que muy pocos se atreven ya a practicar.

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