Oviedo, capital de la ópera

Riccardo Muti dirige «Falstaff», de Verdi, en el teatro Campoamor con un reparto sin estrellas

Oviedo, capital de la ópera EFE

ALBERTO GONZÁLEZ LAPUENTE

La presencia de Riccardo Muti en Oviedo ha desviado la atención del mundo operístico hacia esta ciudad. Hasta allí ha llegado tras concluir en Ravenna una serie de «master classes» además de poner en marcha la Accademia d’Opera Italiana . El director de orquesta, premio Príncipe de Asturias 2011, siempre ha tenido afición a la pedagogía , convencido de que es necesario preservar la tradición del oficio (hoy abandonada), transmitir la experiencia (que él tiene) y facilitar el significado más profundo de las obras.

Comenzando con la teoría, Muti ofreció en Oviedo una charla previa vivida con sentido melodramático en la que, a través de la figura de Giuseppe Verdi, puso en valor la cultura europea mediterránea y el sustrato de una música que representa una forma de vivir y sentir. Escuchar a Muti es una experiencia importante, y a la que es fácil acceder. Internet está llena de ejemplos. Luego hay que pisar el teatro, ver todo ello en acción, tal y como ha sucedido con las representaciones de «Falstaff» dirigidas en Oviedo .

Es curioso observar cómo el paso de los años ha terminado por convertir al veterano director en un sabio receloso, escéptico ante el presente y prevenido ante el lógico transcurrir del pensamiento. Sólo así se explica el gusto por propuestas escénicas demasiado evidentes, incluso carentes de significado propio, añorantes de un teatro algo acartonado y elemental. Por ahí camina la propuesta de Cristina Mazzavillani Muti creada para el bicentenario verdiano de 2013 y convertida en la gran aportación de la región de Emilia Romagna a la Expo milanesa que ahora se celebra. Poco hay que explicar porque poco aportan la sucesión de espacios generados a partir de proyecciones técnicamente simples, el gesto esquemático de un desarrollo escénico ceñido a la literalidad del libreto.

Que la mano de Muti está detrás de ello es tan obvio como que el reparto se adapta a una misma forma de expresarse, a una emisión de contenida personalidad. Todos pendientes del maestro , a veces incluso dubitativos y meritoriamente esforzados a la hora de decir el texto. Un reparto sin estrellas moldeado por Muti a su antojo. Se entiende la llaneza con la que Eleonora Buratto da vida a Alice Ford, la linealidad con la que Kiril Manalov desarrolla al engreído Falstaff, la prevención con la Matthias Stier representa al enamorado Fenton. Sólo queda bajar al foso y escuchar a la Orchestra Giovanile Luigi Cherubini .

Porque aquí es donde se produce una experiencia importante y paradójica; donde Muti, el hombre de teatro, se revela capaz de envolver la acción con una meticulosa realización instrumental, de construir un apoyo expresivo suficiente, intencionado pero sin concesiones a la galería, meticuloso y fiel a la partitura . Versión de cierta sobriedad, de «tempo» tranquilo y cuidada en los detalles . La sustancia de un «Falstaff» capaz de sobrevivir porque tiene a su frente alguien como Riccardo Muti. La singularidad de un proyecto capaz de exprimir su éxito en una capital entusiasta y operísticamente secular como Oviedo.

Oviedo, capital de la ópera

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