Mark Knopfler, el discreto encanto del hombre tranquilo

El músico escocés vence a la lluvia en Barcelona con sus clásicos y reivindicándose como el «guitar hero» que fue

Mark Knopfler, el discreto encanto del hombre tranquilo MARTA BECERRA

DAVID MORÁN

Antes de que la cartelera musical baje la persiana en Barcelona y haga las maletas para mudarse a la costa, faltaba aún la coda final a est e intenso mes de julio . Un cierre que es también un ritual ya que, desde hace algún tiempo, Mark Knopfler parece haberle cogido el gusto a esto de recibir el mes de agosto en nuestros escenarios . Lo hizo hace dos años con la gira de presentación de «Privateering» y volvió a hacerlo anoche para sacar a pasear el reciente «Tracker» a pesar de la lluvia que cayó en tromba por la tarde en la ciudad a punto estuvo de aguarle la cita .

Al final, el aguacero retrasó el inicio del concierto más de media hor a pero, aún así, el público cumplió con su parte del trato y volvió a dejar pequeño el Pueblo Español para acercarse con contenida veneración al escocés. Un público que, pese a algún que otro silbido al ver que la cosa se retrasaba, recibió a lo grande a una de esas estrellas entregadas al noble arte de envejecer con dignidad y desbaratar cualquier amago de mitología con toneladas de discreción.

Y es que, si hay una palabra que encaje a la perfección con Mark Knopfler, antaño sultán del swing reconvertido en visir del folk y la melodía entreverada de blues y soft rock esponjoso, es precisamente esa. Discreción escénica -apenas un par de telas decorando el escenario- y discreción también musical, a pesar de los siete músicos que le acompañaban sobre las tablas. Una fórmula que se ha venido repitiendo en casi todos sus trabajos en solitario desde que diera carpetazo a Dire Straits y que anoche marcó un viaje por la intrahistoria de Knopfler con más rodeos de lo habitual.

Pasadas las diez de la noche dejó de llover y el blues arrastrado de «Broken Bones» y los chispazos eléctricos de «Corned Beef City» inyectaron un poco de nervio al arranque de la noche, pero en cuanto se disculpó por el retraso, Knopfler no tardó en instalarse esa zona de confort en la que almacena su discreto encanto . Así, los aromas celtas de «Privateering», las progresiones instrumentales -gaita incluida- de «Father & Son», y el blues pulcro de «Hill Farmer’s Blues» fueron aclimatando la noche y abriendo ventanas a casi todas las etapas de la producción de de Glasgow. También las que llevaban algún tiempo cerradas.

Porque, por más que a estas alturas cualquiera que vaya a un concierto de Knopfler sepa exactamente lo que va a recibir a cambio - calma, sosiego y ejecuciones técnicamente impecables -, más de uno debió de llevarse anoche una sorpresa tras comprobar que, después de un par de temporadas en el banquillo, «Your Latest Trick» y «Sultans Of Swing» volvían al equipo titular . La primera, coreada por todo el público, abrió el tramo tierno de la noche, una exhibición romántica con el ojo en la mirada puesta en el retrovisor y convenientemente apuntalada por «Romeo & Juliet». La segunda desató la euforia, multiplicó el número de móviles enfocando al escenario y permitió a Knopfler reivindicarse como el «guitar hero» que fue .

«Postcards From Paraguay», con sus paisajes exóticos y sus pinceladas de folclore latinoamericano, sirvió para presentar a la banda y encarar un tramo final que ganó velocidad y vigor instrumental con «Speedway At Nazareth» y rememoró los días de gloria de Dire Straits recuperando la kilométrica «Telegraph Road» y, ya en los bises, «Brothers In Arms» y la infalible «So Far Away». Al final, y como ya hiciera hace dos años, la épica instrumental de «Going Home» echó el cierre a más de dos horas de travesía por la cara más sosegada y educada del rock . Mark Knopfler, en su salsa.

Mark Knopfler, el discreto encanto del hombre tranquilo

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