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Pet Shop Boys, arte y ensayo electrónico en Pedralbes

El dúo británico inauguró anoche el festival Jardines de Pedralbes con un espectáculo de alto impacto visual

Pet Shop Boys, arte y ensayo electrónico en Pedralbes martí berenguer

david morán

Hace ya algunos años que Pet Shop Boys empezaron a alejarse con disimulo de la pista de baile para explorar sus posibilidades como pieza de museo rabiosamente contemporánea. Arte y ensayo para una banda que, después tocar fondo en los noventa, ha dedicado la última década a renacer majestuosa y meticulosamente hasta convertirse en nombre más o menos fijo en la temporada estival de festivales.

Anoche la cita era en el estreno del barcelonés Festival Jardines de Pedralbes y, por más que el espectáculo que presentaban los británicos, el de la gira «Electric», lleve un par de años de rodaje y se haya visto del derecho y del revés, el impacto fue más que notable. Una gincana de pirotecnia escénica, minotauros danzantes, hachazos de techno afilado y doble capa de barniz digital que, pese a llegar en versión algo reducida -hora y media de concierto y listos-, acabó consiguiendo lo inevitable: el efecto muelle.

Esto es: que el público abandonara esos asientos a los que había permanecido pegado mientras las proyecciones mareantes y los arreglos de cemento armado de «Axis», «One More Chance» y «Opportunities» arrimaban el Palacio de Pebralbes a los dominios de la rave perfumada y acabase desmelándose con «Always On My Mind» y «Go West», trucos maestros de estos prestidigitadores de la electrónica.

Antes de eso, y después de que las loas del director del festival, Martín Pérez, al alcalde Trias se saldasen con una mezcla de pitos y aplausos, Neil Tennat y Chris Lowe desplegaron una vez más su catálogo de recursos escénicos y su colección de capirotes, cascos de bola de espejos y chaquetas naranja fluorescente para atravesar de nuevo esa pasarla que conecta su pasado con un presente repleto de electrónica angulosa, ráfagas de láser y zarpazos de pop esponjoso.

El guión, de hecho, era conocido: un primer acto de gelidez industrial, un segundo acto con los bailarines tocados con cabezas de minotauro y «Suburbia» y «West End Girls» suavizando un tanto el discurso y una recta final, puro colorido expansivo y salvas de confeti, con «It’s a Sin», «Domino Dancing» y «Always On My Mind». Una historia ya conocida que, sin embargo, mantiene intacta su efectividad. Máxime cuando los británicos, lejos de amilanarse por el entorno o amoldarse al concepto festival, desplegaron un volumen ensordecedor y una estimulante e imaginativa manera de entenderse a sí mismos. Arte y ensayo, sí, pero también baile y espíritu recreativo.

Pet Shop Boys, arte y ensayo electrónico en Pedralbes

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