AC/DC electrocuta Madrid
El Calderón se rindió ante Angus y compañía durante dos horas de éxtasis rockero
Una vez más, y esperemos que no sea la penúltima, los puentes sobre el río Manzanares volvieron a llenarse de riadas de fans de AC/DC anoche. También la calle de Toledo, y un sinfín de rincones tomados por 50.000 amantes del alto voltaje que vibraron con las horas previas al comienzo del concierto. Con la banda australiana siempre hay un ambientazo de primera, porque cada visita es una fecha histórica para el rocanrol en nuestro país.
En los accesos al estadio la temperatura era mucho mayor, por los miles de fanáticos que guardaron horas de cola para coger los mejores sitios frente al escenario. En cuanto se abrieron las puertas, la tromba se desperdigó por la lona azul colocada sobre el césped atlético y comenzó la cuenta atrás entre abrazos, risas y mucha, muchísima cerveza.
Los minis corrían por doquier allanando el camino a los teloneros Vintage Trouble , cuya mezcla de elegancia y energía no sólo conquistó a las primeras filas, como suele ocurrir en estos casos. Todo el estadio aclamó a una banda soberbia, que no se amilanó ante el imponente panorama que crecía ante ellos. Los propios AC/DC deben estar muy satisfechos con su trabajo, ya que les han ofrecido continuar siendo sus teloneros durante la segunda parte de la gira europea. Esto les ha obligado a cancelar su cita con el festival Madgarden de Madrid, pero tan ricamente, oiga. Como para decirles que no a los amos del cotarro.
La noche caía y los cuernos luminosos brillaban sobre las cabezas del público (ayer se debió batir el récord de ventas de este objeto de merchandising que vale igual para un concierto que para una despedida de soltero). Y, ¡bum! Las pantallas se encendieron con una detonación que desató la locura, y que casi impedía escuchar la intro de vídeo de esta gira, que muestra a un meteorito ardiente que lleva esculpidas las letras AC/DC, en viaje cósmico hacia la Tierra. O quizá hacia el mismísimo Calderón.
Podría ser por la emoción del momento, por la hermandad que flotaba en el aire, pero cuando el grupo salió al escenario pareció que era una cita muy especial para ellos. Con las pilas cargadísimas, arremetieron con un bestial «Rock or Bust» que debió escucharse en cinco kilómetros a la redonda (y que demostró que a los teloneros les bajaron el volumen casi al mínimo) gracias a veinticuatro amplificadores Marshall a cada lado de las tablas que electrocutaron al respetable, con cariño pero sin miramientos.
El repertorio estuvo lleno de clásicos –quizá esta gira sea la que ofrece menos temas del nuevo disco de turno–, y como siempre, «Thunderstruck», «High Voltage», «Higway to Hell» o la genial «Whole Lotta Rosie» con su inolvidable muñeca hinchable fueron de las más coreadas. «Back in Black» nunca dejará de sonar tan solemne, ni «Let there be rock» tan divertida, con Angus Young provocando un terremoto en el estadio con sus guitarreos desde una plataforma elevadora. Brian Johnson tuvo un momento delicado con sus cuerdas vocales, pero su empuje y su calidad como front-man son capaces de hacer que perdones hasta el peor de los gallos. Y qué demonios, sólo fue un instante y tiene 67 años.
El circo más grande del rock volvió a cerrar la función como siempre, con «For thouse about to rock», la salva de cañones y los fuegos artificiales, dejando un halo de inmortalidad que sigue a AC/DC desde hace décadas, y que parece no tener un final cercano. Quién sabe… quizá algunos jóvenes que ayer llenaron el Calderón puedan llevar a los hijos que aún no tienen a verlos algún día.